“¡Tamos’ jartos!”

“¡Tamos’ jartos!”

La sistemática y feroz campaña motorizada por el gobierno haitiano en contra del país, y que tiene tantas repercusiones en los organismos internacionales, en la región caribeña y con sus amigos, incluso con grupos de dominicanos libre pensadores, ha llegado al punto de saturar la paciencia dominicana para sacudirnos de una vez por todas, dejando atrás la época cuando aceptábamos sumisamente todas las críticas por el complejo de culpa de lo que se hacía mal.

La tortilla de la sumisión se volteó, y de un complejo de culpa, junto a toda una pesada cadena de los abusos que se cometían en contra de los haitianos ilegales, se ha llegado a la etapa de hacer respetar la soberanía nacional, reconociendo los derechos de los seres humanos que nos llegan de occidente, pero sin aceptar, por miedo, las imposiciones y obligaciones que intentan establecer, tanto los haitianos como los organismos internacionales como la OEA, por el temor de que pretendan imponer sanciones y aislar al país como ocurrió en 1960 a raíz del atentado que Trujillo ordenó en contra del presidente venezolano Rómulo Betancourt.

Ya los haitianos y sus amigos internacionales, junto a los organismos en los cuales se aposenta una camarilla de burócratas que repudian a los dominicanos, se han pasado de la raya, y con un lenguaje tronante y amenazador, pretenden que los dominicanos declinemos nuestros derechos soberanos a salvaguardar la patria para permitir las migraciones de occidente, y de que una vez por todas eliminar la frontera, mientras que ellos no frenan su crecimiento humano vertiginoso gracias a los hospitales dominicanos.

Cuentan conque los valores de nuestra sociedad se han ido debilitando y destruyendo por el avance de las drogas y del dinero fácil, fruto de una sociedad abierta en permanente contacto con el mundo desarrollado del Hemisferio Norte.

La valentía conque la Cancillería dominicana, y algunos de sus embajadores están defendiendo las razones y derechos del país, es algo admirable y sorprendente de como, frente a una opinión pública internacional en contra y amenazadora, nos estamos dejando sentir para que los países asimilen la verdad y razón de derecho, de manera que los ánimos en contra del país se aplaquen y se llegue a una etapa de entendimiento lógico, para que todo ese veneno que los haitianos y sus amigos han derramado por el mundo, se neutralice para cooperar con los derechos del país de regularizar una inmigración indetenible, que ahora se ha estancado, pero se pudiera creer que en poco tiempo volvería de nuevo a estallar con una avalancha, que en las semanas antes de finalizar el plazo de la regularización, desbordó por completo la capacidad de control que las autoridades dominicanas tienen desplegadas en la frontera.

“¡Tamos’ jartos! es ya un sentir que una vez un grupo de jóvenes enarbolaron en contra de la corrupción gubernamental, pero que ahora se convierte en un grito de todos los dominicanos para ver si los haitianos dejan de estar amenazando, conspirando, agitando, prohibiendo la entrada de nuestros productos a su territorio y chismoseando para que el país se doblegue a sus aspiraciones de hacernos claudicar en nuestra soberanía, y ellos, poco a poco, irse apoderando del territorio que una vez le perteneció y en 1844 se les expulsó de Oriente, no obstante con la pérdida dominicana de unos cuatro mil kilómetros cuadrados, oficializados por los presidentes isleños Trujillo y Vincent en octubre de 1936, que ratificaron el Tratado de Fronteras firmado el 21 de enero de 1929 por los otros presidentes de los dos países de la isla, Vásquez y Lescot .

Y todas esas presiones hemisféricas, en contra de Dominicana, viene al tapete porque los países de las islas caribeñas o del continente no aceptan ningún inmigrante haitiano, rechazándolos si llegan a sus territorios en donde los persiguen, los capturan y los deportan hacia su país e incluso hasta se “pierden” en el mar en su viaje de retorno a su país.

Sin embargo, todos a una, se han dispuesto a doblegar la voluntad dominicana de defender la soberanía para que los aceptemos sin protestar y así desprenderse de una molestosa y desagradable situación de una ola humana indeseable por sus condiciones de ignorancia, insalubridad y carente de los mas mínimos valores de la socialización humana racional.

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