A cuatro semanas de las elecciones presidenciales, la campaña electoral sigue caracterizándose por la superficialidad de los mensajes de los partidos que han insistido en las recíprocas descalificaciones más que en presentar propuestas para afrontar los grandes desafíos de la nación.
[nf]En el ambiente preelectoral se registra la ausencia de las fuertes ilusiones que antecedieron los torneos electorales dominicanos y más que nunca parece que prevalecería el voto negativo o la preferencia por el menos malo, lo que podría explicarse en la desaparición de los tres líderes que dominaron el escenario durante más de cuatro décadas.
Aunque hay once opciones presidenciales, los tres partidos tradicionales siguen concentrando la atención de la ciudadanía y de los medios de comunicación, mientras las candidaturas alternativas parecen despertar menos atención que nunca.
[nf]Tendencia a la bipolaridad
[nf] Al entrar la campaña electoral en su recta final tras el largo feriado de la Semana Santa el panorama parece caracterizarse por una tendencia a la bipolarización entre el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), ya que las encuestas han ido relegando al otrora poderoso Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) a un lejano tercer lugar.
La candidatura del PLD sigue encabezando las preferencias electorales, lo que es reconocido hasta por su principal contrincante, el presidente Hipólito Mejía, quien el pasado fin de semana dijo en Nueva York que tiene un 35 por ciento de intención de votos contra un 45 del expresidente Leonel Fernández.
Aunque al retornar al país el lunes, el aspirante a la reelección dijo que tenía el triunfo asegurado en 25 de las 32 provincias, la afirmación fue ironizada en los ambientes políticos, considerándola un contrasentido dadas las proporciones que él mismo había indicado apenas en la víspera.
Para que ello fuera real, las preferencias de Fernández tendrían que estar concentradas en los 7 mayores núcleos poblacionales del país, constituidos por las principales ciudades.
Para los analistas políticos, aún no se han registrado acontecimientos que cambien la mayoría en primera vuelta que le han atribuido al PLD las encuestas de Penn and Shoen y Hamilton publicadas a finales de marzo.
Esas dos encuestas realizadas con apenas un día de diferencia generaron desconcierto ya que registraron diferencias importantes en las preferencias por las dos candidaturas que encabezan la carrera por el control del Poder Ejecutivo. Esta circunstancia determina una mayor expectativa por la tercera encuesta reconocida, la de Gallup Dominicana para el Diario Libre, cuyo trabajo de campo se realizaría esta semana y que según informes extraoficiales sería publicada al comenzar la próxima.
Otra encuesta realizada en marzo por un centro de investigación independiente, que no ha sido publicada, sitúa las preferencias en el medio de los resultados de las dos difundidas a fines del mes pasado.
La tendencia a la bipolaridad parece acentuada por la dispersión reafirmada en las últimas semanas en los ámbitos del Partido Reformista, tras la decisión del sector encabezado por el ingeniero Carlos Morales Troncoso, quien apoyó a Leonel Fernández, y por la persistente posición de rechazo a la candidatura de Eduardo Estrella por parte del grupo que liderea el licenciado Jacinto Peynado.
El discurso de Estrella se dispersó en el enfrentamiento al mismo tiempo de las dos candidaturas que encabezan las preferencias, y ningún analista le atribuye posibilidades de remontar en las cuatro semanas que restan de campaña.
Apuesta por la segunda vuelta
Todo el discurso del liderazgo del partido en el poder se basa en crear expectativas de una segunda vuelta, reconociendo las considerables ventajas que tiene la candidatura del partido morado. Aun aceptando que las preferencias por Leonel Fernández se hayan reducido por el repunte de Hipólito Mejía tras el fin de la devastadora lucha interna en el perredeísmo, el estancamiento del reformismo no fortalece las posibilidades de la segunda vuelta.
Contra ello conspira también el traumático ambiente nacional generado por la crisis económica y su carga de devaluación del nivel de vida de las mayorías y el cansancio de una política en la que no se registran diferencias ideológicas ni programáticas substanciales lo que incentiva el voto por la primera opción para que la incertidumbre concluya cuanto antes.
En los últimos torneos electorales nacionales las tendencias del voto se han marcado con mucha anticipación y cada vez el electorado dominicano aparece más conservador. Para los comicios del 2000, desde octubre del 1999, Hipólito Mejía registró entre 47 y 51 por ciento en las encuestas. Ni los recursos del poder, entonces en manos del PLD, pudieron cambiar esa tendencia y el mandatario quedó electo en primera vuelta con el 49.9 por ciento del sufragio válido.
En las actuales circunstancias todavía no afloran elementos significativos que permitan sustentar la probabilidad de un gran cambio en las preferencias que han marcado las encuestas. Es cierto que la inflación se redujo a poco más del 2 por ciento en marzo, pero fue limón derramado sobre la herida del 20 por ciento acumulado en los dos primeros meses del año, y sobre un 60 por ciento en los últimos 12 meses.
Las próximas encuestas dirán si la candidatura oficialista ha podido remontar el margen de 19 a 25 por ciento que le marcaron las difundidas a final de marzo.
Los oficialistas cifran muchas esperanzas en las ventajas que tradicionalmente se atribuye al usufructo del poder. El gobierno está empeñado en ofrecer financiamiento para que los motoconchistas puedan adquirir millares de motores. En un acto público el martes le ofrecieron además supermercado, farmacia, viviendas y hasta una casa club.
En Miami el propio presidente Mejía dictó decretos para ofrecer facilidades aduanales y solares para los residentes en el exterior que retornen al país, mientras se incrementan las ventas de alimentos a precios subsidiados.
Esa utilización de los recursos del Estado podría generar beneficio electoral, pero entre analistas se discute en qué dimensión. Los antecedentes indican que Balaguer llegó a perder las elecciones hasta en barrios construidos por su gobierno, y el régimen del PLD fracasó en los comicios del 1998 y el 2000, pese a que también utilizó recursos estatales en las campañas.
Una campaña desabrida
Si es por el contenido de la campaña electoral, de los discursos, mensajes televisivos y propaganda visual, no hay motivos suficientes para creer que pueda producirse un gran cambio en las preferencias electorales.
La campaña se caracteriza por lo desabrida en todas las ofertas. Los spots de televisión y radio insisten en las mutuas descalificaciones, más que en despertar mayores ilusiones y los discursos persisten en la superficialidad y la reiteración de culpas por la crisis económica que padece el país.
La campaña oficialista no logra justificar una prolongación y se basa en que Leonel Fernández no hizo nada y conocía de la crisis que se incubaba en los bancos que quebraron el año pasado. Pero aún cuando el candidato del PLD no ocultó su solidaridad con el banquero acusado del mayor descalabro financiero, eso no le restó preferencias en el último año.
Tal vez porque los demás, incluido el presidente Mejía, también eran enllaves de Ramón Báez Figueroa y porque la explosión financiera se produjo cuando ya las actuales autoridades llevaban dos años y 7 meses en el poder.
Aunque el PLD es el único partido que ha presentado un programa de gobierno, su discurso de campaña no se basa en las políticas para cambiar el curso de la nación, sino en la descalificación hasta la exageración del presidente Mejía y en reivindicar una gestión de gobierno que dejó tantas insatisfacciones que su candidato presidencial del 2000 no pudo llegar al 25 por ciento de los votos.
Pero evidentemente que el peso de los factores económicos se inclinan contra el candidato que ejerce el poder y busca la reelección, una figura que está en virtual desaparición en América Latina, donde la deuda social acumulada y los problemas del desarrollo son tan pesados que a los dos años casi todos los gobiernos quedan huérfanos de popularidad.
El violento enfrentamiento del domingo de resurrección en Los Alcarrizos, con su balance de dos muertos y varios heridos, y la barbaridad de la quema de tres automóviles y una motocicleta en perjuicio de personas de escasos recursos, en nada alientan un cambio de percepción sobre la banalidad y trivialidad de la campaña electoral.
Conscientes de lo perjudicial del ensangrentamiento de la campaña electoral, los jefes de campaña de los tres partidos mayoritarios reaccionaron rápidamente y no esperaron mediación para pactar un esfuerzo por contener la violencia. Si lo logran todavía esta campaña podría ser una de las menos violentas.
En los círculos y tertulias políticas se anda buscando explicación al poco entusiasmo que genera la actual campaña electoral. La generalidad se inclina por explicarla en la ausencia definitiva de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez, cuyos liderazgos despertaban entusiasmos y fanatismos partidistas hasta su desaparición, que comenzó en 1998 y concluyó en el 2001.
Como telón de fondo estaría el disgusto que genera en la ciudadanía el derroche de recursos de precampañas y campañas electorales excesivamente prolongadas, incluyendo los enfrentamientos y la dispersión generadas en dos de los tres principales partidos políticos nacionales.-