La verdad histórica no existe. Lo saben los historiadores formados en la academia. Lo repiten en las aulas como teoría fundamental, porque se comprueba en cualquier parte del mundo. Lo que hay son interpretaciones sobre determinados hechos, que llaman historiografías, basadas en papeles específicos y/o narraciones sesgadas.
Como el tema de la sostenibilidad de la deuda pública, a lo que me refiero a continuación. La historia dominante enseña que está garantizada si los pasivos crecen menos que la economía. El principio se violó, el juego se trancó y dejamos de servir la deuda externa en 1982. El país perdió capacidad para servirla sin atrasarse, consecuencia del terrible comportamiento de las finanzas públicas. El déficit fiscal promedió anualmente 5.9% del PIB, financiado con emisión de papeles por un total de US$855.6 millones, anualmente US$171.12, periodo 1978-1981.
Mientras no se produjo un fuerte shock externo, las autoridades no se preocuparon por el déficit continuo. Aumentaron el petróleo y los intereses, lo que se combinó con una fuerte caída en el flujo neto de capitales del exterior, reduciéndose las importaciones y la demanda agregada. No solo ralentizó el crecimiento de la economía en 1982, sino que las reservas internacionales netas del sistema bancario y las del Banco Central terminaron con balance negativo de US$608.1 y US$560.1 millones, respectivamente.
La crisis nos dejó las siguientes enseñanzas. Primero, poca es la información que aporta el indicador deuda pública como proporción del PIB, a pesar de que calificadoras de riesgo y organismos internacionales lo priorizan en sus informes. En 1982 la deuda externa ascendía a US$1,985.9 millones, apenas un 24.8% del PIB. Sin embargo, pasamos a formar parte del grupo de países que no pudieron servirla, teniendo niveles de endeudamiento externo igual o menor a 50% del producto (“This time is different”. Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, 2009).
Segundo, que los indicadores relevantes son los siguientes. Los intereses que se pagan en relación a los ingresos corrientes. En 1982 estaba comprometido un 20.5%, la literatura sugiere no más de 15%. El servicio de la deuda como porcentaje de los ingresos corrientes, representaba 44.1%, muy por encima del 30% recomendado como límite. Y la estabilidad del flujo neto de capitales del exterior, me refiero al ingreso neto de divisas por exportaciones de bienes, remesas, turismo, inversión extranjera directa y otros capitales.
Considerando escenarios extremos, debemos proyectar los indicadores por lo menos para 2017. Y analizarlos sin concesiones. Tenemos una realidad, de manera consistente violamos la teoría de que la deuda no debe crecer más que la economía. En 2016 la del sector público no financiero aumentó alrededor de US$2,500 millones, un 10%, y la economía creció 7%. De los ingresos corrientes, los intereses representan 22.5% y 38.6% el servicio de la deuda.