En 1998, Francia celebró su Mundial y lo ganó. Se considera ese título como fue el triunfo de la “multiculturalidad”. Todos los franceses celebraron, pero algunos lo rechazaron, como el político derechista Jean Marie Le Pen que se atrevió a afirmar no sentirse representado por esa selección. Y en respuesta, el presidente Jacques Chirac expresó que era el triunfo de una Francia “tricolor y multicolor”. Recordamos los migrantes de ese equipo: Bernard Lama, guyanés; Vincent Candela, español; Bixente Lizarazu, vasco; Patrick Vieira, Senegal; Youri Djorkaeff y Alain Boghossian, armenios; Marcel Desailly, Ghana; Zinedine Zidane, argelino; Robert Pirès, portugués y español; Thierry Henry, antillano; Bernard Diomède y Lilian Thuram, Guadalupe; Christian Karambeu, Nueva Caledonia y David Trezeguet, argentino. Sólo 8 de los 22 eran francés puro, entre ellos, el actual DT, Didier Deschamps. En este Mundial no es la excepción con la participación de migrantes, principalmente en los equipos europeos. Si repasamos diez países europeos de los que están o estuvieron en Rusia 2018, entre sus 230 jugadores cuentan con 83 de origen extranjero, 36.01%. Francia vuelve a sobresalir, ya que 18 de los 23 jugadores son migrantes, 78.3%. Sigue Suiza con un 65.2, Bélgica e Inglaterra con 47.8, Alemania 39.1, Portugal 30.4, España y Suecia 17.4, Dinamarca 13.0, e Islandia 4.3. Las otras cuatro selecciones europeas (Serbia, Croacia, Polonia y Rusia) también tienen, pero en porcentaje bajo, su cuota de migrantes. La migración, un nuevo mundo globalizado, y la lucha contra el racismo ha tenido como resultado que los seleccionados mundialistas sean cada vez más multirraciales. Y se verifica que son los europeos que más jugadores integran en sus equipos producto de las migraciones. Sí, en el continente europeo, donde más controversias está causando el tema de las migraciones.
Hace apenas unos días, un barco humanitario, Aquarius, surcó las aguas del Mideterráneo con 630 migrantes rescatados.