La cantidad de personas involucradas en el asesinato de la adolescente Emely Peguero a manos de su novio Marlon Martínez, cuatro de las cuales ya han sido sometidas a la justicia, es otro indicador de lo mal que anda la sociedad dominicana, donde no hay que buscar mucho para encontrar gente dispuesta a cualquier cosa por dinero. Como por ejemplo Bolívar Ureña, a quien la magistrada Albania Contreras Sánchez, del Tribunal de Atención Permanente de San Francisco de Macorís, impuso el pasado jueves tres meses de prisión preventiva como medida de coerción por deshacerse del cadáver de la adolescente, para lo cual recibió, según su propia confesión, cien mil pesos de Marlin Martínez, madre de Marlon. Ureña declaró a los investigadores que fue contactado por María Balbuena, la doméstica de la casa, para que ayudara a trasladar el cuerpo, para lo cual utilizaron una camioneta Toyota blanca que escondieron en una finca en San Francisco de Macorís, no sin antes cubrir el cadáver con cal para evitar que el hedor de la descomposición delatara su presencia. Pero cuando días después se enteró de que habían declarado desaparecida a Emely y que la andaban buscando sacó el cadáver y lo trasladó a una zona rural de Moca, donde lo arrojó a la orilla de la carretera donde fue encontrado. Ureña habría revelado, según el expediente acusatorio, que el dinero que le cobró a Marlín Martínez por ese “trabajo” lo recibió a través de un hermano de esta, al que la Policía persigue para someterlo también a la justicia. Como se ve, demasiadas manos se mancharon de sangre con la muerte de Emely, a quien su asesino le perforó el útero y le propinó un golpe en la cabeza que le produjo hundimiento del cráneo según la autopsia que le practicó el Instituto Nacional de Patología Forense. Y eso, mis queridos lectores, debería espantarnos tanto como el crimen que ha estremecido a una sociedad que, como la nuestra, rinde excesivo culto al poder del dinero.