Tránsito y caos: estrategia o solución

Tránsito y caos: estrategia o solución

La teoría del caos puede ser útil para quien vive en este país y tiene que sufrir las abundantes situaciones caóticas en el tránsito, y en otras áreas de la administración pública. Estamos obligados a familiarizarnos con este enfoque teórico-práctico.

Desde el punto de vista estratégico, el caos suele ser de utilidad para cualquier grupo de poder capaz de aprovechar las situaciones de anomia, de falta de normatividad y de estructuración de las conductas y reglas de comportamiento. El caos, definido como ausencia de orden, dificulta a los ciudadanos comunes y corrientes sobrevivir, y los hace presas de pánico y de angustias, al no poder entender ni controlar los procesos económicos y socio-culturales en que diariamente están envueltos. Porque no pueden predecir lo que les viene encima a continuación, ni de parte del gobierno y autoridades, ni de sus conciudadanos.

Todo orden social, supone la capacidad de predecirse mutuamente unos a otros. Que es lo que establece cualquier contrato, en cuanto las reglas a seguir cuando se cumple o cuando se falla.

Cuando en la esquina hay un semáforo bien programado (con electricidad), y un AMET inteligente (instruido), el ordenamiento funciona bien para todo el mundo. En una esquina con un semáforo bruto, es decir, mal programado, y un AMET inteligente, hay conflicto entre ambos, y se producen situaciones caóticas. Si el AMET es no-inteligente, mucho peor.

Sorprendentemente, suele suceder que donde ni el uno ni el otro son inteligentes, o no coinciden, el caos relativo que se produce resuelve mejor la situación. Dicho desde la Sociología de la Circulación Vial, para que haya orden, tienen que coincidir el diseño vial (adecuado), las reglas y señalizaciones (pertinentes) y agentes (inteligentes, entrenados) (bien comidos). Lo menos que tiene que hacer la AMET es coordinar con el ADN y Obras Públicas, la programación de los semáforos.

Son entendibles las dificultades de los agentes y oficiales, individualmente. Pero a menudo pareciera que ese lati desorden es, en buena medida, adrede, “programado”, para que la gente se entretenga en ello, y no se ocupe de los problemas insolutos y la corrupción que hay en este país.

Una especie de estrategia de amadrinamiento” (no necesariamente consciente), de sometimiento a un orden caótico, que opera en beneficio de unos pocos, y donde las autoridades no muestran, en diversos aspectos, ni capacidad para entender los problemas, ni para resolverlos en un nivel razonable.

La vida, quiérase o no, tiene desde siempre, los conflictos y las guerras, y también el caos, para resolver situaciones tensas o antagónicas, in-iquidades e in-equidades, y disparidades producto del azar y de las injusticias sociales.

El Estado tiene su razón de ser en el ordenamiento de las tensiones y los conflictos, en evitar el caos y la guerra de todos contra todos, como dijo Hobbes. A lo menos que el Estado capitalista moderno está obligado es a regular el egoísmo de sus ciudadanos (Marx) y darles seguridad a los mismos, lo cual incluye la posibilidad de desplazarse y transitar con libertad y seguridad (a costo-tiempo razonable).

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