Triste panorama

<p>Triste panorama</p>

SAMUEL SANTANA
HARLINGEN, Texas.-
Hace poco estuve participando en una conferencia en la que se planteaba el reto que tienen las iglesias cristianas dentro del contexto político, social y económico de los países de América Latina.

Se ha hablado ampliamente sobre la necesidad de que la fe sea más participativa y más palpable en lo que tiene que ver con colaborar y participar para que las condiciones de pobreza de muchas de estas naciones pueda tener un rumbo distinto.

En todo lo planteado se aprecia que en todos estos países hay un común denominador. Son todas naciones donde existe una clase trabajadora desprovista de garantía, un sistema de salud infuncional, bajas inversiones en la educación, propagación de las drogas y el narcotráfico,  desempleo, corrupción y una violencia que se acrecienta con gran preocupación.

Claramente se ha visto que estas condiciones ponen de manifiesto un alto nivel de injusticia. Se trata de países con grandes potenciales y con muchas riquezas, pero con unas administraciones que no se empeñan en hacer distribuciones que alcancen a los necesitados. El Estado ha dejado de cumplir su función de distribuir de bienes para los pobres. En muchos casos sólo se pone al servicio de los grandes intereses capitalistas.

Lo que se está visualizando es que si se continúa con estas condiciones deplorables, llegará el momento en que los ciudadanos buscarán la forma de canalizar sus necesidades a través de decisiones que podrían afectar el sistema democrático y la gobernabilidad de en estos países. La violencia ha sido citada como una válvula de escape, especialmente en la generación joven. Esa es la razón por la cual este fenómeno social se hace cada vez más agresivo y difícil de controlar a pesar de las medidas y de los esfuerzos de los organismos represivos y de seguridad dentro de la estructura policial y militar.

Lo otro que se ha señalado es que la gente está cada día perdiendo más y más la fe en los políticos y en los partidos. Es que los ven llegar al poder y dejar las estructuras en condiciones no sólo iguales, sino peores.

La muestra presentada es que hay naciones donde la gente está optando por sistemas que chocan con los valores democráticos. Y esta es una manifestación clara de disgusto y una indicación de que lo aparentemente malo puede ser mejor que lo tenido por bueno.

Es una lástima que nuestros gobernantes sigan por el sendero de vivir a espaldas de las verdaderas necesidades de sus pueblos y que se empeñen sólo en satisfacer sus apetencias políticos-partidarias sin luchar por hacer aportes que cambien la condición de pobreza y de atraso en que estamos metidos.

Imploremos porque llegue el momento en que los responsables de administrar las estructuras publicas de nuestros pueblos, lo hagan con una visión de desarrollo y con un interés enmarcado de producir un verdadero desarrollo, que sería lo único que podría evitar las tendencias amenazantes de sistemas peligrosos y, sobre todo, de gente disgustada por no apreciar un cambio en la condición de vida.

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