¿Tú sabes quién soy yo?

¿Tú sabes quién soy yo?

Es la expresión de los prepotentes, arrogantes, nuevos ricos, cobardes, anónimos, gobiernistas embullados u oficiales encubiertos que pretenden meter miedo, sugestionar a falta de valor o desarmados de argumentos cuando no tienen más razón que la que les proporciona un pariente general o un puesto público elevado.

¿Usted sabe con quién está hablando? Es el chantaje en que se apoyan los desobedientes de la ley, irrespetuosos de las normas de convivencia, inmorales sin ética cuya única virtud es haber alcanzado una posición tumbando polvo, rompiendo brazos, serruchando palos, y quieren imponerse en la sociedad sin méritos ni clase, sin estudios ni justos alegatos.

Violan reglas y cuando se les llama la atención se envalentonan. Hace poco, una dama se resistía a salir de la Catedral en pantaloncitos cortos, invitando amenazante al policía: “¡Sácame! ¡Sácame!, que tú v’a saber quién soy yo. ¡Sácame!”. Seguramente era la querida o la esposa de un encumbrado militar que daría de baja deshonrosamente al celoso soldado del templo.

Otros conminan a los agentes de tránsito a que les pongan multa: “¡Ponla, que te v’a a encontrar con el diablo!”, aducen haciéndoles saber que son los hijitos o parientes de un ministro enyipetado que pondrá en juego sus diarias habichuelas.

Exhiben hasta la nombradía de sus apellidos para no acatar reglamentos ni someterse a los cánones. En uno de los más acreditaos colegios de Santo Domingo, una encopetada dama de sociedad procedió de manera insolente al protestar por la decisión de la institución que, debido a la crisis financiera, solicitaba a los padres suplir a sus niños materiales como plastilina, papel, pega…

La madre se comió a la profesora y quiso servirse de postre a la directora, una reconocida profesional educada en Londres, que ejerció el magisterio en Puerto Rico.

Después de un prolongado tililí de la señora oponiéndose groseramente a la medida, la directora le dijo que estaba a tiempo de no inscribir a su criatura en el colegio, porque dudaba de la integridad del personal educativo.

-Ah ¿pero es botándome que tú estás?- se indignó la madrecita, que no dejó de agregar a su ofendida reacción la ya clásica frasecita de “Tú no tienes idea de quien es mi familia”.

Desarmada por la indiferencia de su interlocutora, recurrió al agravio: “total, a mí hijo ustedes sólo lo están enseñando a hacer garabatos y a jugar” y, dolida por el absoluto silencio de la que pretendía incomodar, se despidió enfurecida con un intimidante: “tú v’a saber quien soy yo”.

La expresión es el cuco de los desclasados o de los con clase a los que le sale el cobre, de los abusadores del poder o de los traficantes de influencia a los que sólo acompaña el valor de esos recursos.

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