Un adiós que no llega al olvido, Comandante

Un adiós que no llega al olvido, Comandante

No tuve la dicha de conocerle personalmente. Las veces que visité Cuba, no era ese el propósito. Lo más cercano fue cuando Bosch invitó a Rafael Kasse Acta y a mí, estando en Bulgaria, para que viajáramos con él a Cuba donde fue recibido y tratado como merece un estadista.
Los videos que la televisión cubana reproduce en ocasión del fallecimiento del ideólogo, gestor y líder indiscutible de la epopéyica Revolución Cubana, recrean parte de sus enjundiosos discursos, sus caminatas, confundido con su pueblo, las multitudinarias manifestaciones políticas y las expresiones de gratitud, cariño y solidaridad de gente común agradecida, de todas las edades, y de la intelectualidad de tantas naciones identificados todos con el carismático Comandante Fidel Castro Ruz, que revela la grandeza del hombre y la grandiosidad de su obra, como habrá de registrar la historia con justeza que no puede ignorar la importancia y trascendencia de ese hecho histórico grandioso y de su conductor ante el cual el mundo, sin prejuicio, se inclina reverente.
Es comprensible que un hecho de esa naturaleza y magnitud, y el papel protagónico desempeñado por su gran líder, abriera muchas heridas, temores y resentimientos. Y en el duro trajinar soliviantara la actitud de del “buen vecino”, el imperialismo norteamericano y aliados al capitalismo neoliberal, brutal y deshumanizante, emprendiendo una batida descomunal mediante métodos encarnizados y violentos contra el “comunismo ateo y disociador” y aberrantes como el embargo contra Cuba, para socavar su economía, incluyendo actos terroristas e intentos de eliminación física del líder revolucionario, llegando al desafuero de distorsionar su figura y su régimen, el de “Los Hermanos Castro”, identificándolo con dictaduras de derecha, sangrientas y criminal, bien conocida por los dominicanos y por pueblos hermanos de América y del Caribe sostenidas con el apoyo y beneplácito del Coloso del Norte.
No todos los opositores actuaron con igual saña. Con razones discutibles, algunos opositores del “régimen castrista” enarbolaban la bandera de Martí, “no aceptando la postergación de la libertad a la espada.” Pero el propio Martí tuvo que acudir y darle la razón al General Máximo Gómez para alcanzar la victoria contra el enemigo común y desengañado Martí conoció después al monstruo cuando vivió en sus entrañas.
Ningún sistema ciertamente es perfecto, y más de una circunstancia y elementos del gobierno revolucionario dieron ocasión para disentir y merecer duras críticas en el campo económico y político, pero no en lo patriótico, lo social ni cultural. Detenerse solo en las manchas del sol sin admitir su luminosidad no es lo propio del hombre justo. Fidel fue fundamentalmente ferviente admirador y seguidor del pensamiento de Martí. Su conceptualización del marxismo y adopción del comunismo aplicado a su Revolución no mermó su admiración por el Maestro, ni su integridad como ser humano, asimilando sus enseñanzas dadas con su ejemplo de vida y sacrificio. Solidario con la lucha y los sufrimientos los pueblos que hoy le despiden sin adioses, con gratitud y respeto, y sin olvidos.

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