República Dominicana no anda mereciendo un lugar importante en el ranking de los Estados que con sentido previsor y humanitario se preparan para las emergencias comunes o extraordinarias que colocan personas en la urgencia de recibir transfusiones. Casi con júbilo se suele hablar de que las reservas de divisas serían suficientes para las necesidades de dos o más meses que confronte la economía si mermara el flujo normal. La temporadas de lluvias rebosan presas y las autoridades duermen tranquilas por ver asegurado el abasto para la sequía. Previsores son también aquellos que (a veces en exceso y en perjuicio de productores locales) llenan el país de ajos y habichuelas para hacer buenos negocios “garantizando la disponibilidad”.
Sin embargo somos un país expuesto a desangramientos mortales por accidentes varios y rutinarios y por desgracias mayores de orden natural, por ciclones o terremotos, o fatalidades viales de alto número de víctimas que tienden a ser habituales. Para estos riesgos en invaluables vidas humanas no se está al día. Un déficit de 200 mil unidades en el Banco Nacional de Sangre así lo indica. No se trata de una mera mercancía para reposiciones secundarias. Urge fomentar una cultura de donación de sangre que es la forma más legítima y sana de generarla de manera continua para reservarla. A usar todos los medios de difusión posible para impulsar esa causa.
“Furgonización” de la Justicia
Al recurrirse a tal opción años atrás, se creía que alojar a miembros de la judicatura y la abogacía en enormes y calurosas cajas metálicas llamadas furgones (más apropiados para plátanos, ñames y otros objetos burdos), era una medida provisional, indigna de ver, a decir verdad. Si quedara sin vendas por un momento, la diosa Themis se horrorizaría ante un hábitat indigno para la majestad de la Justicia. El Estado ensanchó el sistema judicial con más jurisdicciones sin crear antes los espacios que procedían. Ha pasado el tiempo y un personal de tribunales sigue sin locales que correspondan a la importancia de sus funciones. Ahora lejos de proveerles buenos techos, siquiera de alquiler, algunos magistrados de toga, birrete y corbata continuarán ocupando sitios que son más bien para víveres y otras mercancías por más que se mejoren sus apariencias.