Un mundo adulterado

Un mundo adulterado

Hemos leído las noticias sobre la importación de azúcar crema de caña mezclada con arena.  Los comerciantes que trajeron el azúcar “enarenado”, los representantes de los exportadores extranjeros que la embarcaron, han hecho diversas aclaraciones en los periódicos. También oí a un ama de casa contar que preparó un bizcocho de guineos y zanahorias; al probarlo creyó que “se le habían ido cascarones de huevo en la mezcla”.  La masa crujía por efecto de la arena.  No sabemos  los daños que la arena puede producir en la salud de las personas.  Desdichadamente, el azúcar no es el único producto comestible que se adultera.

 Algunos vendedores de miel de abejas agregan melaza a los recipientes de miel antes de envasarla.  En realidad, venden miel de abejas y de caña de azúcar, un producto del reino animal y vegetal.  Los exportadores de azúcar con arena optaron por fusionar minería con agropecuaria.  Los medicamentos falsificados que se vendían en Moca, y otras ciudades del país, fueron transgresiones mucho peores que las del azúcar y la miel. Últimamente se ha hablado mucho del disminuido poder calorífico del gas licuado de petróleo; lo mismo que de irregularidades en la medición del contenido de los cilindros.  Azúcar, miel, gas, no son las únicas mercancías adulteradas.

 Nada de esto es nuevo, ni exclusivo de la República Dominicana.  Las adulteraciones abarcan cada día más productos y son más frecuentes en todo el mundo.  Vivimos una época de adulteraciones masivas.  Se falsifica el caviar, el jabón de cuaba, el vino y el aceite.  En todas partes, al menor descuido, te dan gato por liebre.  A la “inseguridad ciudadana ordinaria, debemos añadir la “inseguridad alimenticia” y la “inseguridad farmacéutica”.

 Un sentimiento de desconfianza general recorre las sociedades de hoy.  Cada cierto tiempo sale a relucir que la harina de trigo con que se fabrica “el pan nuestro de cada día” contiene bromato de potasio, substancia peligrosa para la salud.  Antiguamente, cuando se adulteraba la leche en los establos, se decía esta leche “llegó bautizada”.  Ponían agua en los bidones “para rendirla”. Beber leche aguada no es tan nocivo como tragar arena con  azúcar.  La fundada desconfianza del ciudadano entorpece la convivencia entre consumidores y productores.

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