Desde tiempos remotos, el mejor amigo del hombre estuvo presente por todo el continente americano, del extremo norte a Tierra de Fuego. México no fue una excepción, y de todas las culturas presentes en ese territorio destacan la maya, la azteca y la tolteca. Pero es en esta última donde hubo un perro, al que llamaban techichi, que se supone fue el ancestro del chihuahua. (O sea, Nico tiene familia en México). Este perrito era destinado a la compañía en el hogar, tenía una carga simbólica, ya que se creía que atraía la felicidad. No obstante, también debido a este simbolismo, los techichis formaban parte de los ritos religiosos, en los que eran sacrificados.
En sus orígenes, el techichi era tamaño mayor que el chihuahua actual, así que se dedujo que la reducción de tamaño se consiguió cruzándolo con razas pequeñas de origen europeo, lo que finalmente se confirmó mediante pruebas genéticas; sin embargo, en el ADN mitocondrial del chihuahua existen genes exclusivos de los perros precolombinos de México.
Los verdaderos artífices del chihuahua contemporáneo son los estadounidenses, quienes lo han ido seleccionando desde principios del siglo XX hasta conseguir la mascota que conocemos hoy. Es posible que a Europa llegara con la conquista de América, pero no se han encontrado evidencias al respecto. ¿La versión oficial? Llegó bastante más tarde al Viejo Continente, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. Su nombre oficial era chihuahueño, pero gracias a los países anglosajones lo conocemos como chihuahua, a secas.