UN NUEVO ALEX hoy hasta agradece su suspensión

UN NUEVO ALEX hoy hasta agradece su suspensión

Bob Nightengale
USA TODAY Sports
MIAMI
Alex Rodríguez, usando una camisa azul marino y pantalones negros, se recuesta, cruza sus brazos encima de su cabeza y las piernas, disfrutando de la vista desde las gradas.
Está en su cielo – el terreno de béisbol de la Universidad de Miami. El estadio fue rebautizado en su honor. Está hasta en la directiva, donando unos US$4 millones a la escuela.
Más allá de la pared de los jardines, está el infierno – el hoy vacío edificio de la clínica Biogénesis. Es el lugar que destrozó su reputación y casi arruina su carrera.
Rodríguez, de 40 años, sus ojos cubiertos con unos lentes de sol oscuros, está en un modo de reflexión esta tarde, pensando que si no fuera por este horrible período de su vida, nunca habría descubierto la angustia y tormento que llevaba dentro.
Se dio cuenta, desde que era un adolescente prodigio, que se preocupaba tanto por ser famoso y perseguir el estrellato que no tenía idea lo bajo que había caído.
Le tomó una suspensión de un año, la más larga en la historia del béisbol por el caso Biogénesis, para que la luz comenzara a brillar.
“Hubo muchas dudas, muchas noches sin sueño”, dijo Rodríguez al USA Today. “Pero creo que en muchas formas, la suspensión fue un catalizador para mí. Realmente me ayudó.
“Para poder seguir adelante y realmente entenderme yo mismo, tenía que tener un cambio de paradigma. Eso me llevó a un mejor lugar”.
Finalmente, después de todos estos años tratando de cumplir con expectativas irreales, Rodríguez ha encontrado la paz.
Cuando llegue al complejo de los Yanquis de Nueva York esta semana para la apertura de los entrenamientos de primavera, el hombre que salga de su carro es uno con una imagen recuperada, cambiando de paria a estrella adorada.
No es el tipo de estrella que ganó tres premios al JMV, pegó al menos 50 jonrones tres veces y fue 14 veces al Juego de Estrellas al llegar a los 35 años.

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