Un oficio para tontos

Un oficio para tontos

Cuenta el poeta Pietro  Aretino que en una cálida y amistosa conversación con Tiziano, éste le confesaba: “Aparte del don nativo que indudablemente hay que tener, porque sin ese soplo divino no se produce nada que valga la pena, se necesita de por lo menos treinta años de intenso trabajo y aprendizaje del oficio de pintor para que dicho don se pueda revelar con maestría, tal como las aves vuelan con gracia y libertad a través del viento. Eso querido Aretino, es lo que yo he hecho sin cesar desde mi juventud…”

Y si esto lo decía una de las cumbres de todo el arte occidental, el contemporáneo exacto de Miguel Ángel, cómo es posible que hoy día, con todo y los extraordinarios avances en múltiples campos del saber se haya llegado a la entronización en los principales circuitos culturales del mundo de tantos creadores de inocultable mediocridad, estulticia y, sobre todo, vulgaridad, un verdadero circo de la charlatanería, los cuales, exhibiendo insuficiente o nula formación en el oficio, son aupados a niveles groseros de superestrellas, cuando lo que deberían muchos de ellos es formarse en instituciones de bellas artes para aprender de veras los rudimentos de su profesión.

Cuando vemos por televisión algunos de los programas que existen en ese tenor (“Art in progress, “Art 21” o “Art star”), o visitamos cualquiera de las diversas bienales nacionales e internacionales o las ferias, y sólo se reconoce méritos a lo evidentemente mamarracho, vulgar y ofensivo como la única meta digna a seguir,  uno recuerda las palabras de Tiziano. Uno aún no llega a explicarse, por mucho que se empeñe, el porqué se considera de valor estético a un animal disecado y lonjeado dentro de una urna acrílica, o la proyección en pantalla gigante de las deyecciones corporales, o la valla fotográfica de un “artista” (¿?) manteniendo relaciones íntimas con una conocida meretriz.

Y yo me pregunto con sinceridad: ¿Acaso estoy equivocado y mi nivel perceptivo y juicio intelectual el cual se abre con delectación a todas esas manifestaciones y artistas que acabo de mencionar haciéndome sentir con la capacidad suficiente para apreciar y discutir acerca de estos tópicos, son las cortapisas que me impiden ver con mis propios ojos las bondades de un arte -el actual- que las diversas “capillas intelectuales” que los centros de poder blanden a capa y espada, y los cuales sólo buscan el dominio en base a la destrucción de los valores culturales autóctonos, como es el caso de  nuestro país, realmente tienen la razón?

A lo que tajantemente digo: “¡NO!”, porque así como se nos impuso a fuerza de sofismas (y por supuesto, a sangre y fuego también) un modelo socio-económico que ha sido absolutamente fallido desde esas mismas latitudes de poder, lo mismo viene ocurriendo en el campo del arte, en donde algunos sesudos con multitud de Ph.Ds que hinchan sus ya hipertrofiados egos provenientes de instituciones educativas casi míticas, han arengado y aún arengan la muerte de la pintura y la muerte del arte en general.

Y con esto de los nombres sonoros y extranjeros, conjuntamente con nuestra sempiterna genuflexión heredada de aquel inefable cacique, relataré un hecho ocurrido hace breve tiempo el cual viene a enriquecer mis argumentos, y fue cuando desde un concurso de arte nacional patrocinado por una prestigiosa institución, se organizó un cónclave al cual sólo invitaron a los artistas seleccionados y al jurado de premiación de dicho concurso.

Después de mucho perorar irreverentes sofismas que zaherían a los artistas allí presentes, el presidente de dicho jurado profirió de manera condenatoria, a excepción, claro está, de los miembros de la claque ganadora, que todos los que no estaban en la línea estilística “contemporánea” eran unos “mediocres”, queriendo confundir con su muy rebuscada y bien aceitada retórica falaz, al enunciar axiomáticamente que un trabajo bien hecho, sólidamente realizado y con todos los atributos técnicos y pericia que debe tener una obra de arte, es simplemente artesanía, y por esa razón, según él, muchos se quedaron fuera de concurso con declaraciones desiertas, porque para ese señor de reverberante apellido y presuntuoso talante: “rigor técnico  es sinónimo de artesanía, y artesanía es sinónimo de mediocridad”, aseveración que contradice lo que relata Aretino de su buen amigo Tiziano, esto es, que la maestría de los medios técnicos más el trabajo concienzudo y constante es la receta para la consecución del ideal estético.

¿Qué hay en el fondo en todo este asunto?  Muchas cosas y sólo enumeraré tres: 1)- La descomposición social y el envilecimiento moral que ha permeado a la humanidad de estos tiempos, manifestándose, claro está, en el proceso creativo: el hombre de esta época es light y el arte debe ser  light.  

2)-  Los mecanismos del mercado y la publicidad deben crear al vapor por mediación a los concursos y las ferias de arte los llamados valores emergentes, y como todo el mundo tiene ojos para ver y cabeza para pensar, lo que vemos que se está produciendo en el mejor de los casos es totalmente insatisfactorio, y en el peor, algo inconfesable.

3)-  Los grupos o clanes son los que logran penetrar ya sea a base de relaciones de amiguismo o de dinero, y también, porqué no, intereses muy turbios y oscuros (se llega a decir que hasta de favores carnales), para influenciar a la crítica.

Aunque todo esto se ha dicho hasta el hartazgo, en una sociedad como la nuestra, la cual vive inmersa en la  cómoda opacidad de las medias tintas es bueno refrescárselo, para que podamos por lo menos “remenear la mata” de vez en cuando de tantos antivalores que han pervertido al arte y la cultura nacional y la gente tenga con qué avizorar el pestilente camino que ha conducido a la mediocridad que hoy nos desborda, la cual, no sólo superaremos con férrea voluntad, sino con los ojos desmesuradamente abiertos, para así cambiar el amargo destino al que nos aventuramos, enrumbándonos por la senda trascendente que se remonta desde Altamira a todas las grandes tradiciones creativas que  siempre han existido y aún existen sobre la faz de Tierra. 

En síntesis

Sobre otros genios

Las palabras de Tiziano sobre el arte bien pudieron ser pronunciadas también por Velázquez, Brughel, Bosco, Durero,   Caravagio, Rembrand, el Greco, Delacroix, Chasseriau, Van Gogh, Picasso, Pollock o Jaime Colson, cuyo principio se manifiesta también en el arte africano, de Oceanía o  precolombino. En fin los grandes referentes de la cultura.

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