Un país agobiado por la violencia

Un país agobiado por la violencia

Las autoridades dominicanas han dicho continuamente que comparten la sentida preocupación y alarma que expresa la ciudadanía por diversos medios a causa de la violencia que acecha  y golpea con frecuencia  en un país de insuficiente prevención y   bajos índices de educación, con un persistente desempleo  que afecta  mayormente a una juventud (25%)  desorientada, que es blanco  de muchos  estímulos para el vicio y pocos para la vida sana.  Además, está  la violencia muy propia de una extendida  criminalidad  dirigida incluso contra muchos de los  propios agentes del orden y miembros de las Fuerzas Armadas.

Es lógico que este panorama motive   informes de organismos  internacionales preocupados por el respeto a los derechos humanos y  en particular por los  homicidios a manos de agentes del orden que en muchas ocasiones no  son objeto de investigación y castigo. Las respuestas oficiales  a tales clamores no suele ir  más allá de  declaraciones de intención o justificación,   pocas veces seguidas por contundentes medidas para reforzar las condiciones de seguridad ciudadana y de contención del delito. Pendiente sigue aún la aplicación de una genuina  reforma que mejore profesionalmente  a la Policía  como auxiliar de la justicia, que destierre el sentido cuartelario que Trujillo le imprimió al fundarla, que mejore sustancialmente los  ingresos de sus  miembros y ponga  fin a la corrupción que exista en sus filas.

La generosidad puede mucho

La nación se merece un sistema de seguridad que iguale a pobres y a ricos en el respeto al derecho   a la asistencia médica, que aun fuere en centros asistenciales   modestos incluya  el uso de tecnologías avanzadas. Falta un largo camino para llegar a ese estado ideal. La seguridad social se expande lentamente; se ha avanzado. Hay más ciudadanos asegurados que en otros tiempos  pero son numerosos   también los asalariados y desempleados  que quedan  fuera.

 En lo que la Seguridad Social  alcanza  plenitud, muchos dominicanos pobres  necesitarán  para el auxilio médico de programas desinteresados de entidades como el Centro de Medicina Avanzada y Telemedicina  (Cedimat) y  de Heart Care Dominicana que en diez años  devolvieron generosamente  la salud a 2,500 niños que sufrían cardiopatías. Esta altruista labor  merece el respaldo económico de los sectores de esta sociedad que estén en condiciones de hacerlo.

 

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