Sorprendida y anonadada, la sociedad dominicana permaneció en un curioso letargo sin definiciones al ajusticiamiento de Trujillo que bien pudo torear el doctor Balaguer como presidente desde agosto de 1960, y pese a la presencia completa de los familiares del dictador, controló las fuerzas y pasiones desatadas para evitar un despelote cívico.
El país se abrió a la democracia, y ya para julio de 1961 llegaba la avanzada del PRD para iniciar sus actividades, surgió la Unión Cívica mientras el 14 de Junio poco a poco se recuperaba del martirio de sus miembros para darle inicio a la oposición que estalló espontáneamente en la calle Espaillat en octubre con su secuela de heridos y muertos, mientras el presidente Balaguer elogiaba a la policía por su actuación y acudía a las Naciones Unidas para denunciar el puño de hierro que había aprisionado al país por 30 años.
Las presiones iban aumentando, y en noviembre, ya el gobierno norteamericano intervino directamente para sacar a los remanentes de los Trujillo no sin antes estos asesinar a los sobrevivientes del ajusticiamiento del dictador. Luego vino la huelga general para sacar a Balaguer del poder hasta que se transijo en la formación de un Consejo de Estado para arrancar en sus funciones el primero de enero de 1962 con el acuerdo que Balaguer renunciaría el 27 de febrero. La presión crecía y para el 16 de enero se produjo un levantamiento para sacar a Balaguer del poder, no sin antes formarse un conato de gobierno que duró apenas horas y un ametrallamiento feroz en el parque Independencia.
El Consejo de Estado, con Rafael Bonnelly a la cabeza, pudo sortear las huelgas que eran inevitables en un pueblo que vivió encadenado, y el 20 de diciembre de 1962 pudo celebrar elecciones libres, para que el profesor Juan Bosch resultara electo y asumió su presidencia en febrero de 1963 hasta el 25 de septiembre cuando fue derrocado después de siete meses de incidentes cívicos, desbocados por una oposición conservadora.
El país cayó en manos de un Triunvirato, que en lugar de propiciar una salida constitucional, quiso aferrarse al poder y formar su grupo de acción electoral con el recrudecimiento de la corrupción con las cantinas militares y el desorden entronizado, no sin antes conmoverse el país con el alzamiento guerrillero de decenas de jóvenes que en las montañas fueron sacrificados innecesariamente hasta llegar al 24 de abril de 1965 con el estallido de las iras acumuladas, pero no se contaba con el celo de Estados Unidos, que temerosos de un desvío hacia la izquierda, intervino poderosamente con más de 40 mil soldados el 28 de abril. Después de dialogar por varios meses en junio de 1966 se celebraron elecciones, resultando electo Joaquín Balaguer para darle inicio a un período de 12 años, ensangrentado y progresista, con una foja de las leyes agrarias y con dos sucesivas reelecciones y una derrota inevitable en 1978.
Desde julio de 1966, el país se vio sometido a una severa austeridad, pero con una avalancha de un vasto plan de obras, en que las primeras grandes presas se construyeron junto con numerosas carreteras, caminos vecinales, multifamiliares, escuelas, hospitales y clínicas rurales; desde entonces el país experimentó continuados crecimientos anuales con índices superiores al 7%, pero al mismo tiempo se enraizaba la corrupción para ser un huésped en las actividades cotidianas de los gobiernos.
El turismo inició su andar con el plan del gobierno de desarrollar a Puerto Plata y la minería industrial se abría al mundo en 1972 con la entrada oficial de la planta de ferroníquel en Bonao y el oro de la Rosario arrancó pocos años después.
Las persecuciones políticas estaban a la orden del día y fueron numerosos los jóvenes políticos de izquierda que cayeron fulminados por las fuerzas incontrolables que en cierta forma estimularon la lamentable y equivocada acción de Francis Caamaño de venir en febrero de 1973 con un pequeño grupo de insurgentes, e inmolarse la mayoría, en las montañas de San José de Ocoa.
El país prosperaba bajo la administración de Balaguer con el cambio de cara de las ciudades y el tímido surgimiento de las primeras grandes torres, pero el descontento político iba creciendo hacia un presidente casi ciego y empecinado en no verse desplazado del poder, pero tal cosa ocurrió en las elecciones de mayo de 1978 con el triunfo de Antonio Guzmán que en agosto de ese año asumió el poder.