Un problema inocultable

Un problema inocultable

Uno de los aspectos más ricos de la democracia es la manera en que ella se robustece en la medida en que se ejerce a plenitud el debate de las ideas y se da cabida al consenso y el disenso entre las fuerzas sociales. Por eso resulta cuesta arriba asimilar como válido que desde el poder se ejerza la comunicación unidireccional y se evita por todos los medios el escrutinio público. Ese proceder no es solamente un socavamiento del derecho que tiene la sociedad a conocer cómo piensan quienes han recibido mandato y poder, sino una manera de desdibujar verdades que pudieran brotar de un debate como el que suele darse entre funcionarios y periodistas cuando se nivela el flujo de preguntas y respuestas sobre cuestiones de Estado.
La Sociedad Dominicana de Diarios, Inc. (SDD) ha expresado una preocupación válida y oportuna, a propósito de la inquietante tendencia de distanciamiento de los periodistas que muestran los más altos funcionarios del Gobierno y el maltrato que a veces se da a los comunicadores cuando intentan acercarse al Presidente de la República con el propósito de entrevistarle. Los periodistas son interlocutores idóneos entre gobernantes y gobernados para canalizar inquietudes y respuestas de unos y otros. Es realmente perturbador que a través de este método de manejar la información desde el poder, se esté tratando de acostumbrar al país a ver solo la cara de la moneda preferida por el poder.

Condiciones degradantes

Son muchas las cosas que desacreditan la calidad de nuestro sistema de Justicia. Las condiciones de encierro preventivo son solo una entre las más decepcionantes. Encerrar a una persona en la cárcel de San Luis es el castigo más degradante que se pueda imponer a un imputado no juzgado y mucho menos condenado. El vespertino El Nacional desnuda en una serie de fotografías las pésimas condiciones físicas y de higiene que caracterizan ese centro para el encierro de prevenidos. Es lo que se llama un auténtico modelo de chiquero de la peor especie. Empezar a conocer la justicia por esa puerta de entrada es de por sí una condena.
La cárcel, aunque sea preventiva, debe aportar a la regeneración de la conducta desviada del buen camino. Dudamos que la de San Luis pueda aspirar a ese objetivo.

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