Una emergencia transfronteriza

Una emergencia transfronteriza

Decir que el resurgimiento de la epidemia de cólera en Haití ocurre ante nuestras propias narices se queda corto. Ante la realidad de que la frontera surte poco efecto como tal, habría que reconocer que la fuente de contagios y propagación está a cero kilómetros de esta nación. Dos alas del mismo pájaro, para bien y para mal, como se ha dicho antes. Quienes observan el comportamiento de la bacteria de potencial mortalidad en el vecino Estado expresan alarma porque ha vuelto a ganar terreno volviendo a su impacto inicial cuando años atrás brotó cerca del territorio nacional matando con rapidez a miles de haitianos y arrojando algunas víctimas de este lado de la frontera.

En Haití no hay recursos para hacer retroceder la infección. Es un Estado cuya autoridad solo vale para unas cuantas cosas, no siendo el control sanitario una de ellas. Por este motivo el país está adicionalmente expuesto a las precariedades de una República con una población en alto grado de pobreza y vocación migratoria. La porosidad de la frontera con efectos negativos durante decenios para República Dominicana, y que ahora tratamos de eliminar con reglas y recursos, tendría además la posibilidad de generar una emergencia sanitaria. Ya no solo debe impedirse que los haitianos ingresen sin restricción. El país tiene que asegurarse también con estrictos requisitos de que no sean portadores de enfermedades de fácil transmisión.

 EMPEQUEÑECER LAS GRAVEDADES

Semana tras semana, los fuegos forestales han brotado por decenas y decenas en áreas montañosas y hasta en algunos llanos boscosos del país. Pero la magnitud de los daños pocas veces consta en acta como debe ser. Es desdibujada continuamente por autoridades empeñadas en apagar las preocupaciones de la gente sin antes haber apagado las llamas por completo.
No ha habido día en que no surja algún fuego en zonas de vegetación como tampoco ha habido día en que no se diga con demasiada prontitud que “todo está controlado” en tal o cual lugar. Luego, por medios idóneos aunque oficiosos, se conoce de hechos que indican lo contrario. Esa forma de contradecir lo que parece más palpable puede llevar a la gente a desconfiar de la forma en que está siendo enfrentada la racha de llamaradas.

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