Una estampa familiar

Una estampa familiar

Habiendo salido temprano de una reunión pautada con la Comisión de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Academia de Ciencias, quise recrearme por un buen rato con mi viejo y admirado amigo Hamlet Hermann (HH), deteniéndome en su casa marcada con el 4% para Educación, ubicada en la Moisés García, frente al Palacio Nacional, para hacerle roncha a sus inquilinos, de cuando en vez y de vez en cuando.

Antes de entrar, me detuve al pie del balcón del segundo piso a conversar gratamente con Maite, que cargaba en sus brazos a su última nietecita de 9 meses, hija de Carolina, como tributo de afecto y agradecimiento a la memoria de Dardo, quien con su inefable gracejo permanece en la memoria de quienes disfrutamos la gracia de su amistad.

HH nos recibió al pie del cañón, las manos extendidas, su mejor sonrisa, los pies descalzos, jean viejo y camisa desteñida, el fraterno amigo de San Carlos que vivía en Gascue, de quien guardo gratos momentos compartidos y otros angustiosos, y todos sus libros apiñados en mi pequeña biblioteca, uno especialmente dedicado con estas escuetas palabras, “Habrá Patria, fraternalmente” enviado con Joselín Rodríguez que tenía un encargo de Bosch para Caamaño cuando se encontraba en Cuba, preparándose para la guerrilla de Playa Caracoles bajo el mando del Coronel de Abril.

Mi excusa esta vez fue hablar de su más reciente libro, como me corrigió, “Fidel Trujillo USA, 1958-1961”, el primero de una saga de tres sobre ese importante tema de nuestra padecida y heroica historia común. Su contenido ya lo conocía en buena parte, sobre todo por esa manía incorregible de Hamlet de comentar sus obras hasta el más mínimo detalle en cada presentación, dejándole pocos secretos al futuro lector, comentario que hiciera esa noche y que corroboró Rosario Espinal que me acompañaba.

Me lo había llevado a Jarabacoa para iniciar su lectura cuando el caro amigo Fernando Rodríguez, nuestro invitado de fin de semana me lo secuestró y embebido en su lectura se olvidó de la belleza y las maravillas de Jarabacoa, donde siempre hay primavera.

Liberado de las manos de Fernando y entrado en su lectura no dejé de entusiasmarme tanto por su elegante prosa, su estilo narrativo de los hechos, su profusa documentación producto de una investigación científica, complementada con extensos diálogos y aportaciones de sus colegas historiadores y compañeros cubanos, particularmente el Comandante Fidel Castro, actor principal, que ordenara prestarle a Hamlet toda la atención e información que necesitara, solicitud correspondida como se esperaba.

Destacamos varios capítulos, la criminalidad de Trujillo y su ajusticiamiento, las complicidades de la CIA y de los gobiernos de los Estados Unidos sus sempiternos protectores, el exilio dominicano y Venezuela, la heroicidad de los caídos en Maimón, Constanza y Estero Hondo, que nunca se rindieron ante la feroz represalia y del comandante Horacio Julio Ornes y en particular de Juancito Rodríguez, padre de los mellizos Doroteo y Porfirio, a quien me une una sólida amistad llegada desde Participación Ciudadana.

El tiempo amenazaba lluvia tormentosa. La llegada de Eddy, agregó sabor a la conversación que debía terminar. Otros compromisos me esperaban.

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