Una flor del cuento dominicano, problemas para una Antología esencial

Una flor del cuento dominicano, problemas para una Antología esencial

 Realizar una selección  de los mejores cuentos dominicanos pone en función la solución de un problema teórico.

El texto artístico es un producto de nuestra inteligencia y de nuestra cultura. Es, en fin, un resultado de la lectura, como si dijéramos de la manera en que leemos el mundo. De lo que se desprende un deseo de pensar con los otros y de compartir nuestro ‘estar en el mundo’ a partir de lo que Paul Ricoeur llamó normatividad. La práctica común en nuestra cultura literaria es realizar un panorama de la narrativa breve, incluir a todos. Pues en “Antología esencial de cuento dominicano” [Santuario, 2016] hacemos lo inverso. Comenzamos por excluir la idea de totalidad. Sin el ánimo de hacer una panorámica del cuento dominicano desde los días en que Virginia Elena Ortea diera a la estampa “Risas y lágrimas” hasta la fecha, pensemos una selección antológica meramente construida a partir de criterios estéticos donde únicamente la calidad de los textos sea la que determine su presencia. Una antología que no busca canonizar, sino poner en manos de los lectores más exigentes una selección de lo mejor que se ha publicado de la cuentística dominicana.
Los cuentos de Juan Bosch seleccionados aquí pertenecen en su mayoría a su última etapa como cuentista, y versan sobre asuntos latinoamericanos. Por la hondura en la cultura que trata, por el ritmo, la acción y un constante peligro, además, del dominio técnico que poseen, estos forman parte del canon de la mejor escritura de Juan Bosch. Sabemos el riesgo que entraña semejante selección, pero, para el propósito de esta antología, se cumple con ello dar una mirada al entorno latinoamericano que nuestra literatura breve dio con Bosch y José Mariano Sanz Lajara, de cuya obra hemos seleccionado “El candado” y “Curiosidad”.
Virgilio Díaz Grullón, figura importantísima en la literatura dominicana y de una primera participación en el Boom latinoamericano, con textos que abrevan en el realismo y lo absurdo, participa en esta flor con los textos “El pequeño culpable”, “Edipo” y “Círculo”. Díaz Grullón es uno de los autores que con mayores aciertos ha cultivado el género breve en nuestras letras.
De Marcio Veloz Maggiolo seleccionamos dos de sus cuentos más emblemáticos: “La fértil agonía del amor”, un texto extraordinario por el lenguaje, la relación de parejas, por lo maravilloso del amor como fuerza transformadora, y por la presencia de una situación que ella misma desborda el sentido poético; va seguido de “Odiseánica”, una especie de bolero latinoamericano en el que el amor, una vez más, sigue ganando. Veloz Maggiolo, mejor conocido por sus novelas, es un narrador extraordinario y un autor que trasciende la literatura dominicana para encontrarse con la hispanoamericana por sus temas y logros estéticos.
De René del Risco Bermúdez, el clásico moderno “Ahora que vuelvo, Ton”, tan conocido por su publicación en la Edición Latinoamericana, aunque pudimos también seleccionar “Se me fue poniendo triste, Andrés”; lo mismo decimos de Miguel Alfonseca, quien participa aquí con “Delicatessen” y pudimos haber seleccionado “Los trajes blancos han vuelto”. Estos dos escritores, a pesar de su corta participación en la escritura del cuento, muestran los retos de la narrativa breve en Santo Domingo por beber agua en las nuevas corrientes estéticas a partir de la década del sesenta. Algo parecido debemos decir de Armando Almánzar Rodríguez y su cuento primerizo “El gato”, un texto que trabaja los distintos planos de la narración, como lo hicieran Sanz Lajara en “Curiosidad” y Alcántara Almánzar en “Lulú o la metamorfosis”.
Los cuentos de José Alcántara Almánzar que pudieran entrar en esta selección son muchos y esto muestra la calidad de las obras de este autor y el trabajo que ha realizado. La singularidad de sus cuentos se encuentra en todos los órdenes el interés temático, la técnica narrativa, el lenguaje y la expresión poética… Su obra está enclavada en la mejor tradición del escribir en nuestra lengua. “El laberinto recién visitado” y “Ruidos” son cuentos que presentan una escritura minimalista, proustiana, de una realidad vista desde la perspectiva de narradores muy atentos al acaecer y a fundar lo nuevo en el lenguaje. “Lulú o la metamorfosis” es un texto que el lector disfrutará por la sencillez de la narración y por la manera en que el autor nos implica en el desenlace de dos planos narrativos.
Se imponen en esta selección dos autores muy cercanos al Juan Bosch de “Camino real” (1933), los cuentistas Hilma Contreras y Néstor Caro. Ambos desde una estética del realismo social realizan importantes cambios dentro de la modernidad iniciada por Bosch. Hay que destacar la temática y los espacios innovadores de Contreras y el lenguaje poético y la economía de medios en la prosa del autor de “Un hombre llamado Sándalo”; una narrativa que preludia a Pedro Peix y a René Rodríguez Soriano.

Es Pedro Peix uno de los cuentistas de mayores logros formales y expresivos. Su poética ha dominado por varias décadas el escenario del cuento. Ha trabajado temas sociales y políticos de gran importancia para la cultura dominicana. El tema del poder presente en la obra de Sanz Lajara y en Marcio Veloz Maggiolo, aparece magistralmente tratado en “Pormenores de una servidumbre”, pero, de haber contado con los derechos de publicación, habríamos preferido “Los muchachos del Memphis”, por la atmósfera y la crónica del mundo de la infancia capitalina, que juega con los textos de Del Risco y Alfonseca.

La inclusión del cuento de Ángel Rafael Lamarche, “El día que Dy pensó en el tren”, es novedosa porque no había sido antologado anteriormente; y es signo de una literatura que ha buscado romper los moldes nacionales que la aprisionan. Por eso, el lector se dará cuenta que nuestra literatura no necesita de los referentes constantes de la cultura como las guerras nacionales, la situación de los campesinos o subalternos o las atrocidades de déspotas como Ulises Heureaux (Lilís) o Rafael Leónidas Trujillo para hablar el lenguaje del verdadero arte.

Finalmente, el cuento “Masticar una rosa”, de Ángela Hernández, aparece aquí por la historia familiar, el uso acertado del lenguaje y la técnica narrativa. Entendemos que también podíamos seleccionar “Dálmata”. Hernández es de las pocas mujeres que ha trabajado con conciencia y logros significativos el cuento en Santo Domingo. Y llegamos a final con los cuentos de René Rodríguez Soriano, de quien hemos seleccionado “La radio”, “Laura baila sólo para mí” y “Manías de Piro”. Podríamos haber incluido otros como “Una muchacha llamada Josefina”, por su ritmo, su lenguaje poético y sus elementos maravillosos. Es la cuentística de Rodríguez Soriano una de las más sobresalientes y la que mejor encuadra en una antología que tiene como figura importante a Juan Bosch, Alcántara Almánzar y Marcio Veloz Maggiolo.

Al leer esta selección, el lector aguzado y de formación literaria y estética no nos desmentirá en que los textos aquí seleccionados conforman un corpus de superior calidad literaria. Otros cuentos y cuentistas deben ser estudiados y seleccionados desde distintas perspectivas, pero con la Antología esencial del cuento dominicano presentamos al amable lector una propuesta que permitirá otras miradas críticas que, no huelga repetirlo, siempre ensancharán los horizontes de lectura.

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