Una mirada diferente a la inmigración haitiana

Una mirada diferente a la inmigración haitiana

Alfredo de la Cruz.

Desconfianza, mentira y manipulación se unen al comercio para ser la cotidianidad en las relaciones entre dominicanos y haitianos. Informes de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) indican que desde el año 2012 al 2016 el saldo comercial entre las economías de ambas naciones fue negativo para Haití presentando en el año 2016 un déficit de US$ 747,841 millones. Estadísticas del Banco Mundial para ese mismo año indican que el Producto Interno Bruto per cápita a valores de paridad de poder adquisitivo (PPA) para Haití fue de unos US$ 1,783.7 y de US$ 15,204.9 para República Dominicana. Esta comparativa explica la diferencia estructural entre ambas sociedades que acusan niveles de desarrollo muy diferentes.

Las familias haitianas hoy consumen más productos hechos en República Dominicana, lo que ha provocado un incrementado en el flujo comercial Este-Oeste. El Banco interamericano de Desarrollo (BID) ha estimado que aproximadamente el 24% de la carga de exportación de República Dominicana se moviliza rumbo a Haití contra el 1% que representan las importaciones dominicanas desde Haití. Lo que también ha sido incentivo para un flujo migratorio Oeste-Este, que amerita propiciar mejoras en la cooperación entre ambos países en temas como frontera, inmigración y otros ámbitos.

La globalización ha propiciado que se gestionen y produzcan intercambios de información en tiempo real o de recursos materiales entre puntos distintos del planeta, abriendo las fronteras para todo tipo de transacciones, pero no para las personas. En el plano local, el fenómeno migratorio que se da entre República Dominicana y Haití muestra que podrían existir beneficios tangibles, ya que los haitianos se están asimilando en la cultura y la tradición dominicana, asisten a las universidades, buscan mejores empleos y pareciera que su índice delictivo es similar a la media nacional.

Para la teoría del sistema-mundo, que tiene en Immanuel Wallerstein a uno de sus más destacados autores, las migraciones forman una especie de subsistema del mercado mundial. Entonces por la naturaleza expansiva del proceso de acumulación capitalista y el deseo de reducir costes en el factor trabajo, la evolución del sistema económico se acompaña siempre de la demanda de fuerza de trabajo. Cuando ésta no está lo suficientemente disponible o en las condiciones de flexibilidad deseadas, se le busca salida en los trabajadores captados en el exterior.

Los países que reciben emigración tienden a desarrollar políticas migratorias restrictivas, por esto un número importante de personas intentan quedarse en estos países de forma ilegal lo que los lleva a adaptarse a vivir en situaciones de vulnerabilidad, formando parte al mismo tiempo de un mercado de trabajo que les reclama. Estas políticas chocan con los derechos humanos y con un mercado de trabajo que exige una mano de obra estable. Se observa entonces que las migraciones internacionales son parte de la revolución transnacional que está reestructurando la sociedad a escala planetaria.

La condición de pobreza que se vive en Haití produce flujos migratorios significativos hacia diferentes países de la región, pero principalmente al territorio dominicano. La presión migratoria se puede contactar en el número de inmigrantes de origen haitiano que se encuentran en las principales ciudades dominicana. Sin embargo, para recibir un beneficio tangible de estos flujos, se hace necesario definir la cantidad y el tipo de inmigrantes que pueden ser asimilados.

Conviene saber que cuando un trabajador toma la decisión de emigrar, esto tiene una explicación en términos económicos, pues es lo que resulta de un proceso de maximización del valor en el presente del flujo de ingresos laborales que obtendrá a lo largo de su vida, tomando en cuenta el costo que significa abandonar su lugar de nacimiento. Es por esto, por lo que mientras mayor sea el diferencial de salarios y menor el costo de migrar, más grande será el flujo migratorio al país de mayor remuneración laboral.

Mientras más joven sea la persona, mayor es el valor presente del diferencial entre las remuneraciones a obtener entre el país de origen y el receptor, lo que estimulará aún más la emigración. Es por lo cual observamos más personas jóvenes en las migraciones. Si además la cuota de visas establecidas aumenta en el país receptor, así mismo aumentará el flujo de inmigrantes. Pero un elevado número de miembros del país de origen viviendo en el país receptor crea redes de amigos que facilitan e incrementan estos flujos migratorios.

Siendo que el traslado es fácil, en consecuencia, los flujos migratorios serán mayores y si a eso se le agrega, la existencia de una frontera de 391 kilómetros, deficientemente protegida, se simplifica todo para un mayor incremento en el flujo de personas hacia Santo Domingo.

Inicialmente muchos inmigrantes haitianos laboraban en las actividades agrícolas, sin embargo, con el paso del tiempo estos trabajadores se han ido insertando en la construcción, turismo, servicios y comercio, dado el mayor nivel de escolaridad en las personas que componen las olas migratorias de los últimos años. Los inmigrantes haitianos tienen ahora mayor movilidad laboral por lo cual han incrementado su presencia en los centros urbanos, principalmente en las ciudades de Santo Domingo, Santiago y La Altagracia.

En lo que respecta a cifras, existe cierta especulación en los números de la emigración haitiana, y es que, para República Dominicana o países como Cuba y Estados Unidos, estas siempre han jugado un rol político e ideológico. En lo que respecta a República Dominicana, por lo general el número de inmigrantes haitianos se ha presentado por encima o por debajo de las cifras reales como en la presente década.

Diversos autores han manejado números globales de la emigración haitiana en República Dominicana, así en el 1994 Corten y Duarte hablan de cerca de 500 mil haitianos. En 2006 la Organización Internacional para las Migraciones hablaba de 800 mil. La Dirección General de Migración de República Dominicana informaba en octubre del 2010, que unos 200 mil haitianos se habían quedado de manera ilegal en el país tras el paso del terremoto que el 12 de enero de 2010 devastó gran parte de Puerto Príncipe y otras ciudades de Haití.

Empero la Primera Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI-2012), realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) en el año 2012 habla de 458,233 haitianos. No obstante, como puede observarse hay notables variaciones estadísticas y la cantidad de haitianos en el territorio dominicano continúa siendo un tema de discusión por la deficiencia en el levantamiento de estos números.

Pese a los notables avances que ha experimentados República Dominicana en los últimos 20 años, sectores como salud, educación y seguridad, presentan deficiencias históricas y estructurales, lo que, sumado a los bajos niveles impositivos, la ineficiencia, la corrupción e impunidad con que a veces funciona el sistema judicial, de alguna manera incrementan la desigualdad, impiden el crecimiento, limitan la productividad y la innovación en el país.

Si a estos males estructurales se le suman flujos descontrolados desde el oeste, cuanto menos se triplicarían las carencias del Estado dominicano. Es por asuntos como estos que, políticos, académicos, intelectuales y en general la opinión publica a ambos lados de la frontera deben entender que la relación entre estos dos Estados debe desarrollarse en un nuevo período, posterior al de la antigua creencia de que hay una solución exclusivamente dominicana a los problemas haitianos.

Sin embargo, el prejuicio y la discriminación no constituyen un freno a la inmigración, estos unidos a la condición de indocumentados son recursos que condicionan la oferta para mejores precios por la mano de obra, por eso no se debe producir rechazo en bloque a los haitianos, sino más bien crear estrategias que contribuyan a establecer reglamentaciones para la migración, sin fomentar el racismo y hasta la xenofobia.

Si persistimos en el actual esquema reeditando el pensamiento tradicional, continuaremos en un círculo vicioso el cual seguirá produciendo y ahondando las diferencias entre estos Estados, lo que al final dificultará aún más sus relaciones. El avance que se ha dado en el comercio implica la liberalización, ya que el proteccionismo de las industrias locales puede generar atracción de mano de obra mucho más barata, lo que se traduce en un incremento de más inmigrantes haitianos.

Sin embargo, junto con estas acciones mencionadas es necesario el desarrollo de una campaña de concientización sobre el respeto a los derechos humanos de los inmigrantes y refugiados, para reducir los efectos de los prejuicios sobre estos, con el fin de favorecer la condición humana. Las anteriores son acciones que muestran un compromiso coherente con las normas internacionales y que se convierten en factores importantes para el inicio de negociaciones con el Estado haitiano y los organismos internacionales para la posible contribución con recursos a la puesta en práctica de estas estrategias y desterrar los continuos ataques a que se ve sometido periódicamente el Estado dominicano por parte de la comunidad internacional.

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