¡Una noche excelsa!

¡Una noche excelsa!

El disfrute de una noche especial es para el cerebro un regalo para su crecimiento y gratificación. Ya lo dijo Einstein: “Una mente que se abre a una nueva idea jamás volverá a su tamaño normal”. Eso lo hemos experimentado todos, cuando gratos estímulos nos colman de regocijo espiritual, nos elevan hacia embriagantes cumbres, estimulando la ‘epigénesis cerebral’. Estas fruiciones deseo compartirlas con mis amables lectores.

Hace dos semanas en una noche de intelecto, en la Biblioteca Nacional, el poeta amigo Tony Raful puso en circulación su reciente producción poética “La loca del café Sublime”. En una hermosa noche de lluvia, nos dimos cita para acompañar al bardo en su último parto.

A nuestra llegada nos excusamos con el amigo desde la juventud, y le explicamos que nos iríamos “a la francesa”, lo que él fraternamente entendió. Una vez iniciado el acto nos escurrimos, no sin antes recibir gentilmente la obra de parte del autor.

Nos dirigimos raudos al Teatro Nacional, en el trayecto empecé a leer la obra del café Sublime, pues para mi generación este desaparecido restaurante de la calle El Conde tiene nostalgias de recuerdos románticos de la temprana juventud.

Al leerla me quedé entusiasmado con el poema: “-Oye, amor- Lo que más amo son tus ojos/súbita libertad de las esferas, no envejecen con los años/claridad de una magia de náufragos/ inasible oficio de una primavera privada/ en tus ojos ronda mi fantasía/ en cuclillas entro en ellos/ sin timo ni agonía/ sesgo y florilegio/silabario de alegorías/ tus ojos como dos almendras de luz castaña/ la vida que me queda/cobijada entre tus pestañas”.

Al llegar al teatro, invitados muy amablemente por doña Margarita Copelo de Rodríguez, a un recital de violín y piano con dos portentos, muy honrosamente estoy entre sus médicos, tardé un momento en integrarme, pues debo reconocer que estaba transitando en una aurora boreal o tal vez sobre un arcoíris encantado, leyendo la poética del hombre del lapislázuli.

En verdad, todas las creaciones artísticas son muy necesarias para el alma, nos espiritualizan, “complejizan” el cotidiano vivir. Aceptamos, que ha costado más de 15,000 millones de años de evolución de la materia y la energía para estar donde estamos y más de 4,000 años de evolución de vida sobre el planeta tierra para lograr que nuestro principal órgano, el cerebro, tenga esas capacidades creativas superiores.

El concierto con el violinista Philippe Quint y el pianista Jhon Novacek fue una noche divina para nuestros sentidos. Cuando escuchaba los arpegios del violín, no les niego lo comparé con el genovés Paganini, el violinista hizo transportarme al enero del 1980 en Londres, donde disfrutamos de un concierto con el extraordinario violinista Stephane Grappelli junto a la Sinfónica de Londres, en el Royal Albert Hall. Quint, virtuoso, hizo viajar mi cerebro plácidamente a encumbradas regiones del deleite.

En el intermedio del concierto, con un riojano, compartimos el prestigioso escritor León David y su gentil esposa, conversamos sobre nuestros artículos semanales, para completar los estímulos cerebrales. Esa noche de copiosa lluvia, sensuales poemas, exquisita música, un primoroso vino, terminando con un “conversatorio” con personajes muy inteligentes, la existencia de mi inconsciente se sublimizó, transitó mi motivado raciocinio las vecindades del hechizo.

Ahora ustedes sabiamente me entenderán, por qué fue ¡una fruición, verdaderamente excelsa!

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