Al conocer las denuncias de corrupción vinculadas a la construcción de escuelas, es probable que más de un dominicano se haya preguntado si la lucha que libró la sociedad para que se asignara el 4% del PIB a la Educación valió la pena.
La revelación de una red de extorsión y soborno en la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) demuestra que hay funcionarios que están aprovechando esta victoria ciudadana para beneficio personal, por ejemplo, mediante la sobrevaluación en las construcciones de las escuelas y la compra de solares.
Mientras esto pasa queda pendiente una real revolución educativa que trascienda la construcción de aulas y la extensión del horario de clases. Que incluya aspectos como mejora de la calidad en el proceso enseñanza – aprendizaje y la dignificación de la vida de los maestros.
Mas, no se trata de hacer mea culpas y mucho menos de renegar de una de las conquistas dominicanas más importantes en los últimos tiempos. Es reflexionar, evaluar la experiencia, buscar enseñanzas y aplicarlas en luchas similares venideras como la de mayor presupuesto para Salud y para Justicia.
Y una enseñanza es que en la administración del Estado dominicano el problema no es sólo la falta de recursos, sino que la misión y la gestión inciden.
Para muestra un botón: el Gobierno tomó un préstamo de 50 millones de dólares al Banco Mundial para financiar procesos de Educación. Esto cuando en el presupuesto del 2016 este sector recibirá 129 mil millones de pesos, que contempla 10 mil 500 millones de pesos más que el año pasado.
Entonces, uno se pregunta: ¿Para qué tomar dinero prestado? y ¿Para qué incrementar más el ya altísimo endeudamiento externo?
Esto confirma que además de la disposición de más recursos, hacer los cambios estructurales necesarios en la República Dominicana requiere tener autoridades y administradores con voluntad política, compromiso real con los cambios y que respeten el erario público.
De ahí la necesidad de no conformarnos con los cambios sociales. Urgen además los cambios políticos y electorales.
Es preciso insistir en no votar por corruptos, ni por quienes sean permisivos con ellos y sí elegir funcionarios honestos.
De lo contrario, de conformarnos sólo con exigir mejores presupuestos para áreas vitales como Salud, Justicia, Vivienda y seguridad ciudadana, sería poner los lobos a cuidar la carne, tal cual como ha pasado hasta ahora.
La lucha por el 4% para Educación valió la pena. Pero si no llevamos al Palacio, a los ministerios, al Congreso, a los ayuntamientos y a las salas de justicia funcionarios honestos, victorias como la del color amarillo se quedan cojas.