Venezuela y la ruptura democrática

Venezuela y la ruptura democrática

Lo que acontece en Venezuela no puede ignorarlo la comunidad internacional ni los verdaderos defensores de los valores democráticos porque el cuadro autoritario parece pulverizar toda una tradición de pluralidad que, después de la salida de Pérez Jiménez, consiguió un ritmo institucional capaz de llenar de indecencias y corrupción un altísimo porcentaje de gobiernos electos en las urnas, mal creyendo que la llegada de Hugo Chávez cerraría el ciclo de las aberraciones del sistema político.
El modelo chavista llenó de ilusión a franjas excluidas que llevaron a insospechados niveles de popularidad a un militar de innegable conexión con sectores marginales de la población. Además, sus primeros años de gobierno tocaron las puertas de favorables precios del petróleo, expansión de la inversión china en el continente y un impulso a los procesos de éxitos electorales de toda la izquierda que, sin renunciar a su retórica redentora, tomó el camino de los comicios.
Con su muerte, Chávez dejó a todo el espectro partidario sin la figura con el talento para unificar fuerzas sociales y propuestas que desde el año 1999 encontró un guía de carisma incuestionado. Su sustituto no exhibe las credenciales indispensables para un relevo al que la crisis de los precios del barril impactó desfavorablemente en la gestión de un país con niveles de inflación y desbordamiento de la seguridad ciudadana sin precedentes. Así, el ordenamiento institucional de claro sello político pretendió blindar las reglas para que el PSUV representara una dictadura perfecta donde los excesos del poder mantuviesen la cobertura legal. ¿Legalidad, pero injusta?
Desafortunadamente, una parte de nuestros países asumen un silencio cómplice respecto del drama venezolano y la ruptura democrática. Y no es justo que haya sido una perversa disposición del Tribunal Supremo de Justicia que, revertida en menos de 24 horas, provoque alarma en toda la comunidad internacional para que volvamos a “preocuparnos” por el deterioro institucional. De paso, el maniqueísmo de los discursos propios de la guerra fría referentes al “gran imperio” y la “bota invasora” se diluyen ante un Luis Almagro que siendo jefe de la política exterior de Pepe Mujica, posee el perfil ideológico e historia de una militancia partidaria sin las horas de genuflexión propias de jefes de la OEA que en el marco de la guerra fría actuaron como mensajeros de oficios de determinados intereses políticos.
No podemos engañarnos, de la misma manera que nos indignamos con las modalidades de golpe de Estado constitucional que desplazaron del solio presidencial a gobernantes legítimos en Honduras y Brasil debemos reaccionar frente a los excesos de un Nicolás Maduro que no parece entender lo saludable para el modelo democrático que es vivir en el marco de la discrepancia respetuosa y el contrapeso opositor que limita las fuerzas partidarias desconocedoras del disenso. Coincidir con los históricos esfuerzos desplegados en el continente para liberarnos de las cadenas oprobiosas de las dictaduras que validaron violaciones de derechos humanos y desconocimiento de normas de pluralidad política, no nos puede silenciar ante nuevos exponentes dictatoriales.
Es injusto pretender estigmatizar a todos los que estamos en desacuerdo con los excesos del actual gobierno venezolano como agentes de la derecha. Por el contrario, me inscribo entre los que entendía saludable un cambio de rumbo en un país que, después del Pacto de Punto Fijo, transformó la esperanza en frustración con el advenimiento de un ejercicio de pluralidad partidaria que profundizó la desigualdad, pobreza y corrompió toda la vida institucional del pueblo del irrepetible Bolívar.

Una de las múltiples modalidades que experimentan algunos ejercitantes del poder es que terminan emulando al estereotipo de político que desplazan. Y cada día más la Venezuela solidaria, grande, promotora de la democracia imperfecta, pero siempre mejor que una dictadura se anda pareciendo a las desgracias autoritarias que tanto daño han hecho a la humanidad.
¡Gloria al bravo pueblo!

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