Verdades demoledoras

Verdades demoledoras

La República Dominicana tiene la desdichada particularidad de que los asalariados del sistema productivo son más pobres en la medida en que más riqueza generan. Esta realidad de vieja data la confirma ahora el informe “Crisis de los trabajadores dominicanos bajo el actual modelo económico y los desafíos de una reforma al Código de Trabajo para más justicia y prosperidad”, elaborado por la Fundación Juan Bosch con apoyo de Fundación Sol, de Chile.

Entre otros datos, el informe destaca que en 2013, un año de crecimiento económico, el 63% de los trabajadores, incluyendo el sector público, devengaba salarios mensuales por debajo de RD$11,292, mientras que el costo promedio de la canasta básica para el primer quintil era de RD$11,969, lo que significa que el 63% de ellos no ganaba lo suficiente para cubrir el costo de la canasta básica.

En el mismo año, la inmensa mayoría de los trabajadores dominicanos, públicos y privados, no experimentaron movilidad positiva en sus condiciones de vida, lo que significa que aunque generaron riqueza para crear los signos positivos del crecimiento económica, realmente se convirtieron en más pobres. Un modelo económico que resulta regresivo en vez de progresivo, para la mayoría de la gente que produce la riqueza, es un modelo que no está enfocado para fomentar desarrollo humano.

JUVENTUD SIN ESPERANZAS

Los forjadores de políticas de Estado tienen que ponerle caso a la baja autoestima y la desesperanza que sobrecoge el ánimo de nuestros jóvenes y que comprobó Asisa Research Group en un estudio cualitativo que esa firma encuestadora realizó por encargo del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo. La firma detectó un alto sentimiento de frustración y pérdida de autoestima entre los encuestados.

Se recuerda que la República Dominicana tiene una alta proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan (generación Ni-Ni), que viven frustrados por la falta de oportunidades de ocupación para ellos. Ambas comprobaciones deben disparar las alarmas y conducir al diseño de políticas de oportunidades que pongan en alto la autoestima y el entusiasmo entre los jóvenes. Y cuanto antes lo hagamos, mejor.

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