Versus Pinochet, el futuro infinito

<p>Versus Pinochet, el futuro infinito</p>

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
Augusto Pinochet antes que tirano fue traidor. El presidente de facto falleció el domingo. Tenía 91 años de edad. En su gobierno, entre 1973 y 1990, eliminó y reprimió a miles de opositores, incluyendo cientos de extranjeros, incluido un dominicano, Juan Andrés Blanco Castillo, quien murió luego de ser torturado, a los 23 años. Era hijo del ex catorcista, doctor Ramón A. Blanco Fernández.

La historia de Pinochet es en parte la de Marco Junio Bruto, quien probablemente tuvo razones políticas para esgrimir el puñal contra César; pero la historia no lo reconocerá, no puede, como un salvador contra la tiranía.

La traición personal borró para la eternidad cualquier gesto que mereciera algún reconocimiento. Pinochet, como Bruto, será irremediablemente recordado como un traidor.

Conservador por naturaleza, Bruto nunca trató de esconder sus convicciones políticas. Casado con la hija de Catón, Porcia, escribió un texto alabando las cualidades de su suegro, enemigo de César, ya fallecido. César estaba muy encariñado con él y respetaba mucho sus opiniones. Sin embargo Bruto, como muchos otros senadores, no estaba satisfecho con el estado de la República. César había sido nombrado dictador perpetuo y había aprobado varias leyes que concentraban el poder en sus manos. Bruto comenzó una conspiración. En la memoria de la humanidad resuenan las palabras escritas por Suetonio y luego inmortalizadas por Shakespeare: “¿y tu también, Bruto, hijo mío?” que quedaron grabadas en piedra, dejando claro que la última no fue la más cobarde pero sí la más alevosa de todas las estocadas que recibió. Tras el asesinato se demostró que la ciudad de Roma estaba contra los conspiradores, ya que la mayor parte de la población amaba a César.

El paralelismo no es sencillo. La historia -ese extraño género literario- es más cruel de lo que uno imagina, pues convierte en meros personajes a los antagonistas, por grande que hayan resultado las diferencias en su tiempo.

La historia de César no es la historia de un dictador, sino la de un asesino. La historia de Bruto no es la historia de un ciudadano amante del ideal republicano, sino la historia del ingrato. La historia de Pinochet no podrá ser la historia del nacionalista conservador, ni la del benefactor, ni la del héroe. La historia de Pinochet nunca podrá ser contada sin mencionar a Allende y el 11 de septiembre y la extensa violación a los derechos humanos.

Al momento de su muerte la Justicia chilena estaba en proceso de encauzar al general por algunos de los crímenes cometidos por el Gobierno militar que dirigió. Antes, el juez español Baltasar Garzón, buscando justicia para los españoles muertos en su dictadura lo intentó en Europa, sin éxito. Augusto Pinochet vio en sus últimos años cómo todo el polvo que había guardado debajo de la alfombra no pudo ocultarse más. Incluso el manejo ilícito del erario fue debatido públicamente, evidenciando que sus “servicios” prestados a Chile habían sido más que ilegalmente compensados.

En Chile, a pocas horas de su muerte, algunos se refirieron al dictador Pinochet como el padre de la patria, estaban a las afueras del hospital militar. Mientras, otros celebraban la noticia, estaban en la plaza Italia. La plaza popularmente es considerada como el punto que divide a la ciudad de Santiago entre ricos y pobres.

Fueron ambas posiciones tristes, desde cualquier óptica que se mire. Triste para los chilenos, porque sus seguidores no podrán convencer de las valoraciones positivas sobre Pinochet, sin mentir o deshumanizarse. Triste para los chilenos porque los otros cargarán con un profundo dolor, a su deseo de justicia les ganó la muerte. A la muerte no le cabe la justicia (o la injusticia) pues todos somos iguales ante su poder. Benedetti dijo en España, la muerte le ganó a la justicia.

A la muerte natural de un tirano no le caben ni elegías ni celebraciones. Queda sólo la amargura de momentos dolorosos, permitiendo apenas una reflexión: los pueblos tienen que superar su propia historia. El pasado es relativamente corto, el futuro es infinito.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas