Viaje por la historia: En Londres, Francis solo pensaba en Cuba

Viaje por la historia: En Londres, Francis solo pensaba en Cuba

Para cualquiera que no fuera del círculo íntimo de Francis Caamaño, el líder de abril llevaba una vida feliz y normal como agregado militar en Londres, pero esto era solo apariencia. Internamente se sentía amargado. Reaccionó con furia un día que pensando que se alegraría su prima Fellita lo esperó con el Himno de la Revolución. Mandó a quitarlo bastante exasperado, quizá por la emoción o la nostalgia que le producían sus notas.

En otra ocasión consumió casi de un sorbo una botella de alcohol probablemente para ahogar la desventura que aguijoneaba sus sentimientos, y en un momento diferente ordenó insultar a un posible espía que se anunció en el consulado con un “hablamos desde Cuba”. “¡Dígale que no, que no tienen ningún derecho a llamarme, que son unos atrevidos!”. Cuando Fellita, quien le había anunciado la llamada, llegó a la casa la tildó de ingenua. “Eso no es de Cuba, son los norteamericanos para investigar”, advirtió.

En las dos residencias que habitó en aquella nación estaba prohibido hablar de política pues agentes de la CIA lo vigilaban. Cuando debía tratar asuntos de esa índole invitaba a un restaurante. El hogar estaba reservado para correr carritos con los niños, hacerles bromas con los alimentos y romper el protocolo en la mesa donde el almuerzo era un ritual. A veces echaban carreras en el parque aunque un día castigó con una correa a los varones, boca abajo y los glúteos al descubierto, porque molestaron a los participantes en una recepción vecina, que se quejaron a la policía.

La mente de Francisco Alberto Caamaño Deñó estaba en Cuba. Por eso se molestó cuando su padre, convaleciente de un infarto le visitó dos veces a solicitud de Juan Bosch para convencerlo de que aceptara la candidatura a la presidencia de República Dominicana, como lo proclamaba el pueblo.

No hablaba inglés pese a que lo dominaba a la perfección por sus estudios en Estados Unidos. “Sentía dolor, rabia, pensando que a él lo formaron los americanos y luego invadieron su país”, asevera María Paula Acevedo viuda Caamaño (Chichita). “¡Yo quiero morir pisando playas norteamericanas, con mi R-15 y un contingente de latinoamericanos para que los yanquis se den cuenta de lo que es una bota invasora humillando a un país!”, repetía.

Quizá sus ratos de mayor alegría en Londres eran cuando escribía a los líderes constitucionalistas, hablaba por teléfono con Jottin Cury, Hugo Tolentino, el presidente García Godoy o consumía páginas de libros, sobre todo de política. “Allá sufrió alguna transformación intelectual, leía mucho y se reunía en París con gente muy progresista”, atestiguan su prima y su viuda.

Le animaron bastante las visitas que recibió de Antonio Guzmán, doña Reneé su esposa, y su hija Sonia, Héctor Aristy, Jorge Gerardo Marte Hernández, Frank Salcedo, Fernando Pimentel, César Olmos, Marianela Báez Benzo, José Francisco Peña Gómez, Cristian Martínez, Euclides Gutiérrez y estudiantes dominicanos residentes en Londres. El periodista Tad Szulc sostuvo con él prolongadas entrevistas. Un evento memorable en su vida en Londres fue el triunfo obtenido en una competencia de tiro en la que se enfrentó a un sargento de la guardia inglesa que era el mejor de su país en esa disciplina. “Pasó unos días tenso, preparándose, pero cuando ganó vino como un niño”, cuentan.

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La foto que Francis Caamaño dedicó a su madre.

También le fue grato ofrecer una conferencia sobre los sucesos de 1965 en República Dominicana a estudiantes de la Universidad de Oxford, quienes le agradecieron entregándole una placa; así como las semanas que pasó en Roma junto a Chichita, adonde viajaron para entrevistarse con el Papa Paulo VI junto a Emilio Ludovino Fernández y Yege Arismendi. Le aconsejaron que el encuentro le ayudaría a despejar “el olor a comunista que le había dejado la guerra”. El Sumo Pontífice se encerró a solas con él más de 20 minutos y luego Caamaño contaría que el Santo Padre no permitió que se inclinara a besar su anillo. “¡No, coronel, si hubiesen 100 hombres como usted en América, qué diferente fuera todo!”. Le obsequió una moneda, que él envió luego a su padre, y a la esposa un rosario. En las afueras de la sede papal el coronel compró rosarios que regaló a amigas y familiares, entre ellas Fellita, Galolo de Cabral y Chechelo Pérez Bernal de Rodríguez Mansfield. La viuda aún conserva el presente y la mantilla negra que usó en la ocasión.

Cuba. Es probable que aparte de María Paula Acevedo solo Rosita Segovia García, su secretaria mexicana, supiera de los contactos de Caamaño con cubanos o quizá la asistente los ignoraba porque este escribía y preparaba sus mensajes secretos en la casa. “Sabía que sostenía conversaciones con el embajador de Cuba en Londres, apellido López. Tenían una contraseña”, refiere María Paula.

Francis guardaba en su habitación montañas de cajetillas de cigarrillos a las que sacaba la pajilla, introducía notas y volvía a poner el tabaco, entonces utilizaba emisarios para entregarlas. Hablaba en claves con algunas personas, entre ellas una empleada de la embajada cubana, y en una ocasión mandó a Chichita a dejar en un lugar cuatro paquetes. Una persona que la observaba desde lejos los recogió cuando ella se alejó. Fellita decidió regresar a Santo Domingo el seis de noviembre de 1966. “Prima, yo nunca te hubiera pedido que te fueras pero me estás quitando una gran responsabilidad”, le dijo.

Francis y su esposa habían acordado que ella iría a residir a España y él la visitaría quincenalmente pero llegó un día en que se despidieron en Madrid. “Él se fue con Lara Matos que lo llevó al aeropuerto. Me abrazó, me juró amor eterno y salió para Londres a preparar viaje para visitar a Lachapelle en Holanda. El día que mataron al Che Guevara lo llamé y no estaba. Pasaron unos días hasta que me llamaron una noche para decirme que había desaparecido”. Ella quedó consternada. “¿Cómo? ¡No puede ser!”.

Supo después que de la casa de Lachapelle su amado Francis se dirigió a un restaurante del que salió disfrazado de cura en octubre de 1967. Se fue a La Habana y allí se llamó “Román”. Chichita fue bautizada “Ángela Soto” y a los niños se les protegió la identidad en la Escuela Vocacional Los Camilitos. La vida de los Caamaño Acevedo continuaría en Cuba.

 

 

 

 

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