Violación sexual, el incesto y la pobreza, rutas de la prostitución

Violación sexual, el incesto y la pobreza, rutas de la prostitución

Doctor, lo que le voy a decir fue muy traumático para mí. ¿Cree usted que mi padre me violó a la edad de 9 años cuando aún yo no tenía ninguna idea de lo que era el sexo? Frecuentemente yo lo evitaba pero no tenía las fuerzas suficientes para impedir lo que él me hacía”.
“Por la intimidad que existía entre ambas familias nosotras visitábamos diariamente la casa del señor; él me ayudaba a hacer la tarea porque yo era torpe para las matemáticas. Sin embargo, cuando crecí notaba que él me pasaba mucho las manos por los “botones” como llamaba él a mis pequeños senos”.
Esos relatos son parte de los testimonios que aparecen en el libro “La prostitución dominicana”, del psiquiatra Lino A. Romero, quien presenta las diversas situaciones que empujan a la prostitución y que se resumen en violaciones sexuales, incesto y pobreza.
El autor también hace un recorrido histórico para establecer los orígenes de la prostitución, y añade enfoques socioculturales y psicoanáliticos de una práctica que genera en todo el mundo billones de dólares.
En el contexto de la sociedad dominicana deja entrever cierta tolerancia en las familias con relación al tema, sobre todo cuando se trata de muchachas de escasos recursos que tienen pretendientes que las pueden “ayudar” a salir de las precariedades económicas.
Sin embargo, este proceder también se acepta en segmentos de la clase media: jóvenes universitarias o que son profesionales, pero que requieren más dinero del que perciben para satisfacer sus necesidades.
Pero los confusos caminos que llevan a la prostitución muchas veces se salen de los parámetros generales, pues aparecen casos de jóvenes de clase alta que tienen todo resuelto para vivir cómodamente, y sin embargo caen presas de las redes.
La investigación. Para conocer la realidad de la prostitución en el país el doctor Romero entrevistó a trabajadoras sexuales que ofrecen servicios en la calle El Conde, en la Ciudad Colonial, en el barrio Villa Juana, en el Malecón, en el polo turístico de Boca Chica, y en un sector de Santiago.
Sobre las características de esas mujeres, las de El Conde tienen entre 18 y 22 años, y sus servicios los ofrecen principalmente a hombres mayores procedentes de Europa.
Muy pocas utilizan proxenetas para conseguir clientes.
De acuerdo con las informaciones que estas ofrecieron a Romero, la mayoría de sus clientes utilizan estimulantes sexuales, y sus encuentros se realizan en pequeños hoteles de la referida zona.
Sobre las de Villa Juana tienen entre 12 y 17, y algunas se iniciaron en la prostitución desde los 9 o 10 años. La mayoría fueron violadas por familiares, sobre todo padres.
Sus encuentros los tienen en callejones, lugares oscuros, almacenes, talleres de reparación de vehículos, a veces entre carros estacionados, en bares baratos, y hasta en el suelo, de acuerdo con sus relatos.
Las prostitutas del Malecón tienen dos categorías: las que se ubican en la denominada “Bolita del Mundo”, cuyos clientes son de escasos recursos, y las que ofrecen servicios en clubs nocturnos situados en la referida zona.
Esos establecimientos reciben clientes de alto poder adquisitivo, y las prostitutas son extranjeras, principalmente de Venezuela y Colombia.
Las de Boca Chica, según el autor, son jovencitas de 14 a 18 años que en ocasiones trabajan con proxenetas, sus clientes son extranjeros de avanzada edad que viven en los hoteles de la playa.
“En este sector la prostitución es relativamente conflictiva, porque supuestamente está controlada por agentes del orden público, quienes en ocasiones apresan a los clientes porque tienen relaciones sexuales con menores.
También es parte del conflicto el hecho de que, frecuentemente, estos agentes se aprovechan de las menores para su satisfacción sexual, y en ocasiones las violan, las maltratan y nunca les compensan por sus servicios sexuales”.
Sobre las prostitutas de Santiago generalmente tienen una maipiola y un proxeneta.
Agresiones. Otro de los relatos que incluye el autor es el de una adolescente de 13 años que tuvo una iniciación sexual temprana y terminó siendo explotada por su pareja, que se convirtió en su proxeneta. En un incidente fue agredida por él pero no lo denunció a las autoridades.
“Las menores, al igual que las prostitutas adultas tratan de encubrir a sus agresores. Este es un asunto muy común en nuestro medio, porque muchas mujeres son agredidas por compañeros o excompañeros sexuales, y después de poner la querella con las autoridades de lugar la retiran”, afirmó Romero.
Al buscarle una explicación a esa actitud el especialista explica que “en la relación con el agresor, aunque sea patológica, la víctima considera que ese hombre es suyo porque le satisface su enorme carencia emocional, o más bien su vacío existencial”.
La prostitución infantil. En este caso el doctor Romero refiere que muchas veces el factor económico es el que induce a los menores de edad a prostituirse, y que esa práctica también está asociada al turismo sexual y a la pornografía.
“En ambos casos, muchos individuos se trasladan a países como el nuestro, donde las leyes contra la prostitución y la pornografía no son severas, por lo que esas actividades perniciosas son muy lucrativas y fáciles de realizar.
El componente familiar juega un rol importante en la prostitución infantil, porque es recurrente que hayan sido abusados sexualmente en el hogar.
Sin embargo afirmó que las familias estables, aunque sean pobres, se convierten en un valladar contra la explotación sexual, debido a las positivas influencias que se generan y multiplican en el seno de esos hogares.
Una lucha difícil. El doctor Romero entiende que la prostitución se podría evitar si se identifica y disminuyen las causas que llevan a las mujeres a comerciar con su cuerpo.
Para lograrlo hay que “tratar de eliminar las condiciones socio-patológicas e infrahumanas que vive nuestro país, y que afectan esencialmente a las clases más necesitadas”.
“Al mismo tiempo, deben crearse los programas imprescindibles para el sano funcionamiento de la familia”, lo cual corresponde a políticas públicas.
De igual modo propone que se elimine la vulnerabilidad extrema a que son sometidas las mujeres por las redes de prostitución locales e internacionales.
En ese contexto planteó que la lucha contra la prostitución no debe relegarse a las restricciones legales y policiales, dejando de lado las causas reales.
“De no ser así, todos los programas estructurados para tales fines significarían únicamente una pérdida de tiempo, al tratar simplemente el síntoma y no la grave y perniciosa enfermedad”.
Aunque Romero expone propuestas que podrían ayudar a enfrentar el flagelo de la prostitución, sin embargo teme que este se mantendrá por la persistencia de la pobreza y la desigualdad, y por las debilidades institucionales del país.

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