¿Violencia contra la desigualdad?

¿Violencia contra la desigualdad?

Para todo el que piensa con la lógica de sus neuronas y no con el interés irracional de sus bolsillos está muy claro que el problema de la desigualdad creciente que sufren nuestras sociedades – desarrolladas o las llamadas en desarrollo – es uno de los desafíos más urgentes y peligrosos a enfrentar. No atenderlo habrá de traer, indefectiblemente, consecuencias graves.
Líderes del mundo desarrollado, que en definitiva son a los que dejamos que sienten pautas, señalan sin ambages que tanto la cuestión de la desigualdad como la evasión fiscal, por parte fundamentalmente de las grandes empresas, constituyen temas esenciales para reactivar la economía mundial. En reciente declaración de las grandes potencias se reconocía que el “crecimiento tiene que ser incluyente para que sea fuerte, sostenible y equilibrado” e, incluso, advertía que los “beneficios de la globalización” tienen que ser “ampliamente compartidos” para poder enfrentar la desigualdad si no se quiere correr el riesgo de poner en peligro la gobernabilidad global en los términos existentes hoy. Un profesor israelí se preguntaba en un artículo si los avances en tecnología, genética e inteligencia artificial llevarían el mundo a que la desigualdad económica se convierta en desigualdad biológica. Es insostenible que el 1% de la población posea el 50% de la riqueza global. Es una bomba de tiempo. No siempre fuimos desiguales, esta es producto del desarrollo humano que se ha ido acentuando con el avance incontrolado e indiscriminado de prácticas socio-económicas que nos han conducido a la realidad en donde estamos y que reclama correcciones – descartando obviamente las pretensiones de igualitarismos y paternalismos de ideologías evaporadas -. El problema no es meramente entre quienes tienen más o los que tienen menos; es un problema de derechos e inclusión, de justicia y equidad, es de oportunidad y de que todos tengan acceso a derechos humanos plenos más allá de los políticos y disquisiciones jurídicas. Tiene que incluir los sociales y económicos.
Aun distanciados de viejas ideologías empiezan a oírse voces que aluden a la violencia como puerta de escape a la desigualdad. Algunos afirman, muy cuestionablemente, que esta región es la más desigual del mundo porque no ha sido suficientemente violenta. Un prestigioso profesor de la estadounidense universidad de Stanford, Walter Scheidel, ha publicado el libro “El Gran Nivelador: Violencia y la historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo 21” donde argumenta que a lo largo de la historia los problemas de las desigualdades se han corregido con violencias, opciones siempre traumáticas pero que pudieran resultar en puertas de escape. Es una percepción extrema que encubre un pesimismo en que los gobiernos y los sectores poderosos tengan la capacidad de visualizar la situación que se está incubando. El mundo desarrollado, unos más que en otros, centran la discusión en la estrategia fiscal pero en nuestros países la realidad económica ofrece estrechas opciones en ese sentido pero es impostergable identificar las políticas socio económicas pertinentes.

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