Violencia desatada, familia desbaratada

Violencia desatada, familia desbaratada

Preocupa a muchos dominicanos el elevado clima de violencia que nos arropa, estimulando que se cometan los hechos más bochornosos en contra de la vida. Es una espiral que va envolviendo y amarrando a todos con unas sólidas ataduras para involucrarnos y perjudicarnos de manera que se ha transformado el carácter del dominicano.
El crimen que se cometió en contra de un exrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo con toda la alevosía, rabia desenfrenada y pasiones políticas desatadas, alarmó a toda la población. Esta, en un sólido repudio, maniató a los hacedores de protestas sindicales en el transporte de carga para que no demostraran su apoyo a quien era un reincidente en ese tipo de hecho. Además frenó la escalada de violencia política que parecía estaba en gestación, calmando desde entonces y hasta hoy los ímpetus criollos de dirimir las pasiones políticas con los insultos o con la agresión.
Tan solo la Policía Nacional se ha mantenido en el sendero acostumbrado de reducir el número de antisociales de forma expedita. Ahora está en boga la estimulada por las pasiones familiares en el ambiente desordenado de la campaña electoral en sus finales. Para ser candidatos fueron muchas las ambiciones mutiladas y otras premiadas, de forma que los ánimos entre los mismos compañeros de partido, se convierten en agresiones, insultos y apoyos curiosos en los medios de comunicación.
La convulsa situación social, para muchos comentaristas televisivos, se inició a partir de 1996 con el arribo al poder de una sangre nueva, sectaria y de mente muy lineal y disciplinada.
Esta cambió todos los patrones de conducta política y social a que el país había estado acostumbrado desde la muerte de Trujillo en mayo de 1961.
Sin embargo, esa metamorfosis hacia la maldad, disolución familiar y política, dejando atrás la ingenuidad social y política, comenzó a conformarse en la década del 80. Fue el inicio del negocio de la droga en gran escala y el país se convirtió en un seguro trampolín para trasegarlas hacia los Estados Unidos.
Aquí hubo un núcleo de las autoridades que vieron la oportunidad de su vida para enriquecerse, arrasando con los pocos vestigios de honorabilidad que pudieran tener después de una vida de aprovechamiento de los recursos del Estado.
El lavado impune hasta fue elogiado por convertirse rápidamente en un crecimiento urbano con el surgimiento de centenares de torres para viviendas. Se modificó desde la década del 80 el perfil capitaleño y santiaguero. Dejaron de ser ciudades con un perfil horizontal para elevarse hacia el cielo ante una prosperidad sostenida por la avalancha de dinero. El principal ingrediente llegaba en la forma del polvo blanco demandado por la sociedad norteamericana.
La sociedad y familia dominicana se veía presionada por las urgencias de que todos debían trabajar para forjarse un nicho en el competitivo mundo social de las imitaciones y del arribismo. No habían frenos. Tan solo había espacio para buscársela como fuera y lograr mayores ingresos.
En la familia casi todos sus integrantes trabajaban, esposos e hijos mayores, dejando a los niños e infantes en manos de mujeres iletradas, inexpertas y corruptas. Se infiltraban en esas mentes infantiles con desviaciones en el comportamiento con el resultado de que la formación de esos seres nuevos sufrían un severo descalabro. Hoy lo vemos con la violencia desatada en todos los sectores de la comunidad, desde los pobres a los ricos. El resultado son millares de seres desviados, agresivos e ignorantes de los valores que debieran conformar una sociedad donde la convivencia pacífica fuera la meta de la vida humana. Ya se perdieron los valores que atesoraban sus padres y trataron de inculcárselos a sus hijos.
La forma de concebir la política como un medio para enriquecerse sin importar las formas y las maniobras contribuyó de manera violenta en el desbarajuste de la familia con las pérdidas de sus valores.
Esto se debe a la atracción que produce ver tantos ricos al vapor por la actividad política que llevan a cabo, ya que no es para servir a sus semejantes. Es para servirse y permite el ascenso de una clase social sin ningún tipo de freno, sin pudor y sin criterios sociales de la responsabilidad con los demás.

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