VIOLETA PARRA Almas en vuelo, cuando la autencidad es la eternidad

VIOLETA PARRA  Almas en vuelo, cuando la autencidad es la eternidad

1 / El recuerdo de Angel Parra, en el Madrid de la transición. Atraído por lo frescos vientos de la transición política española, finales de los años 70, Angel Parra (1943 – 2017), sorprendido dialogaba con unos amigos en Madrid, explicaba que en Suiza habían aparecido unas acuarelas de su madre Violeta Parra (1917-1967). Esto acontecía en la calle Narcisos 12, situada cerca de León XIII, ruta del rojo autobús 45. Allí vivían entonces Ana Belén y Víctor Manuel…
Al margen de la información, que a nadie en el grupo sorprendía, lo que sí se notaba en el rostro de Angel Parra era la admiración por su madre, la que aún desaparecida de modo violento, no dejaba de darle sorpresas que rememoraban su disposición autodidacta, brillante, rebozante de talento y aciertos artísticos, la ruta incansable de su biografía surrealista.

Apenas fue un comentario leve. Sin embargo, su madre se hizo presente en el grupo, fue una presencia súbita, como los espíritus sin convocar que llegan montados en escalofríos de ternura y ausencia.
2 / Violeta Parra: Mujer, destino y obra. Creo que a pesar de las celebraciones en los 100 años e Violeta Parra Sandoval, porque en Chile el desborde festivo por Violeta ha sido significativo, siempre habrá algo que redescubrir en una mujer que asumió su tiempo con la rebeldía inusual en una sociedad, entonces y ahora, conservadora, discreta, de no muchos ruidos y donde las pertenencias sociales aún cuentan.

El conocimiento de la pobreza (“vivir roto nomás”) en sus aspectos más duros, le obligaron a ayudar a su madre, costurera popular y bordadora, oficio que Violeta aprendería con excelentes resultados artísticos, muy alabados y conocidos en Francia y Suiza, especialmente. En esos países, entre los años 50 y 60 del siglo XX, tuvieron el honor de conocer y disfrutar la Violeta Parra que Chile conocería post mortem.

Ella vivió su tiempo y sus canciones, llenas de sentimientos, sabiduría popular y filosofía existencial, reflejaron con digna dedicación su visión del Chile que recorrió entre 1950 y 1954, justo en este año instala su programa de radio Violeta Parra Canta.

Fuera de toda duda, Violeta Parra entendía que en la expresión popular nacida en el mundo rural del Chile de entonces, estaba la esencia de un rostro cultural sonoro escondido y que su misión era difundir, dar a conocer la expresión de aquel mundo no urbano, la radio en varias ocasiones fue su instrumento ideal.

Esas raíces tenían en su madre Clarisa Sandoval Navarrete un referente claro de algunas tradiciones mapuches, aquel grupo amerindio que habitaba la Araucanía, ubicada en el sur de Chile, inclinándose hacia la Argentina.

Los tapices y bordados, pinturas y acuarelas, se unen al carácter multifacético de una Violeta Parra inspirada, trabajadora, cuya visión de lo nacional llegaba al extremo de advertir a sus hijos: “Lo que hago es para el pueblo de Chile, no para mí ni para ustedes”… (Citado por Víctor Herrero, autor del libro “Después de Vivir un Siglo”, dedicado a Violeta Parra. Editora Lumen).

Violeta Parra no pierde su noción de mujer ante la historia, no le teme al lenguaje, desafía convenciones, el propio Partido Socialista de Chile llega a calificar sus canciones de “Puntudas”, que debiese interpretarse como osadas o transgresoras.
3 / Violeta Parra, mitos urbanos, leyendas deformadoras: Su retorno en el tiempo. En el Chile que Violeta Parra no vivió, su nombre y obra toma otro decurso, se tornan nebulosos. En los 15 años de dictadura militar, 1973 -1990, la figura de Violeta Parra se torna trágica, se hace la construcción de un personaje banal, desposeído en los reportajes de periódicos de su valor político, de su inteligencia y la trascendencia de su obra. En 1977, en el décimo aniversario de su muerte , existe la Violeta Parra a imagen y semejanza de la ideología reduccionista de la dictadura: ahí surge la leyenda trágica de aquella mujer “fatalista”, debilitada por el amor fallido. Su canción Gracias a la vida, su clásico universal, se convierte en una autoelegía, himno de “despedida”, entre otras deformaciones.

La dictadura sabía que la verdadera Violeta Parra, como cientos de chilenos, estaba en el exilio, alentados por el espíritu de sus canciones y el valor de una chilenidad inquebrantable. No era posible esconderla aún bajo la dictadura, en cambio sí era conveniente y de rigor deformar su biografía y desacreditar su obra, objetivo vano e inalcanzable: Violeta Parra era un fantasma que habitaba entre las cárceles, los muros y los corazones, aguardando la libertad, esperando en el tiempo, como un tornado gigante, su inmenso retorno.
y 4 / Violeta Parra, renacer y florecer: la obra reconquistada. Con inusitado entusiasmo se celebran los 100 años de Violeta Parra en Chile y en el mundo, hasta en La Moneda hubo un espectáculo extraordinario el 13 de octubre y en los significativos balcones de aquel palacio impregnado de larga memoria allendista, aparecían Isabel Parra y Tita Parra, hija y nieta respectivamente, la tradición continúa…

Que pena siente el alma. Volver a los 17. Maldigo del alto cielo. La Jardinera. Arauco tiene una pena. Arriba quemando el sol. Casamiento de negros. Run Run se fue pal’ Norte. Casamiento de negros. Gracias a la vida.

El sonido de todas estas canciones, refulgentes de poesía y tierna sensibilidad, sacuden el Urbi et Orbi radial, a los pies de la insigne memoria de Violeta Parra.
Su obra ha sido reconquistada, para quedar viva, debe esquivar a la sepultura de la institucionalización. Que así sea. (CFE)

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