Virgilio Perdomo Pérez trató de crear las condiciones para un desembarco de Caamaño por Azua

Virgilio Perdomo Pérez trató de crear las condiciones para un desembarco de Caamaño por Azua

POR ÁNGELA PEÑA
En 1970, Virgilio Perdomo Pérez localizó a su amigo de adolescencia Héctor Miguel Genao, en Azua, para proponerle la organización del desembarco del coronel Caamaño. No le veía desde que terminó la revolución de abril de 1965 porque ambos tomaron rumbos diferentes. Pero entonces ya se encontraban los dos en el país y Genao, ahora director de uno de los proyectos de producción de plátanos en Ansonia, era la persona indicada para preparar la resistencia urbana de la guerrilla porque esa zona, consideraba Perdomo, era perfecta para el arribo y la movilización de los viajeros procedentes de Cuba.

“Me propuse rentar una parcela de la costa, cerca de Monte Río, donde se pudiera desarrollar un proyecto agrícola, pero con la intención de que las personas que trabajaran en él, sirvieran como cabeza de playa, como soporte al movimiento que iba a llegar”, explica Genao, quien compartió con Perdomo la fundación de la Asociación Nacional  de Estudiantes Secundarios y de la Unión de Estudiantes Revolucionarios, en Santiago, tres bachilleratos para incorporar jóvenes a actividades políticas y la participación en el 14 de Junio. Vinieron juntos a estudiar a la Universidad y retornaron a la “Ciudad Corazón” cuando la casa de estudios fue cerrada para expulsar del Alma Mater a académicos tenidos por trujillistas.

Héctor Miguel Genao, que nació en Monción el 23 de agosto de 1946, se trasladó a “La Hidalga” en edad de cursar los estudios intermedios y secundarios en los liceos “México” y “Ulises Francisco Espaillat”, respectivamente, donde también estuvo Virgilio. Por las tardes se reunían en la casa de éste último, en la General Cabrera, y fabricaban bombas caseras, acompañaban a los adultos del 1J4 que se alzarían junto a Manolo Tavárez Justo y respaldaban en el pueblo la acción de las montañas. Genao era conocido principalmente como locutor de “Radio Libertad” y “Radio Norte”, donde su voz se hizo familiar en las arengas constitucionalistas de la guerra. Virgilio, refiere el compañero inseparable, vivía más clandestino pues su familia estuvo marcada por su oposición al régimen de Trujillo, en el que desaparecieron a su padre después de torturarlo y ahorcarlo.

Mientras Virgilio se entrenaba militar y políticamente en Cuba y Asia, Genao, que es también piloto comercial, estudiaba ciencias agronómicas en la “Escuela Agrícola Panamericana Zamorano”, de Honduras. “A todos los agrónomos que estudiaban allí le ofrecían trabajo desde antes de llegar al país. Es uno de los institutos más prestigiosos, acuden estudiantes de 21 países de América”. El joven egresado era un ejecutivo de la secretaría de Estado de Agricultura, el proyecto a su cargo dependía de la Presidencia de la República y lo dirigía personalmente Fernando Álvarez Bogaert.

“Más que un amigo, Virgilio era como mi hermano y su mamá, doña Quisqueya, como mi segunda madre. Tenía una confianza en él como en nadie. Cuando regresó de Cuba me informó que se había formado un movimiento  diferente que se llamaba “Comando de la Resistencia”,  y me explicó la razón de ser del movimiento, en interés de que yo participara. Le manifesté que cómo no, pero que estaba enterado de que en ese tiempo había muchas delaciones, deserciones de la izquierda, muchos traidores y que en la única persona que confiaba, de manera absoluta, era en él, que participaban pero con ninguna otra. Al recibir esta respuesta me dijo que yo estaba colocado justamente en el sitio apropiado para sus planes”.

De Estebanía a Las Charcas

Varias veces visitó Virgilio Perdomo a Héctor Miguel Genao, armado, camuflado con gorra. Se reunían tanto en Ansonia como en restaurantes del pueblo de Azua. “En ese tiempo ya él era perseguido, mi vehículo era privado y a veces también nos movíamos en la camioneta oficial, yo también portaba arma por trabajar en un proyecto del Estado. Virgilio tenía una sangre fría extraordinaria, me planteaba de manera clara lo que teníamos que hacer si la policía nos detenía de manera casual: no dejarnos sorprender”.

Héctor Miguel Genao no sabía que el comandante de la expedición sería Francisco Alberto Caamaño. “Virgilio tenía todos esos detalles,  yo no tenía acceso, pero, como era lógico, él, conjuntamente con Amaury Germán, eran quienes dirigían la parte militar. Yo no le preguntaba pormenores ni él me los daba, recuerde que yo no era un militante, sino un colaborador”.

En una “cincha” de terreno entre los poblados de Las Charcas y Estebanía, se habilitaría la finca que serviría de punto de apoyo a los revolucionarios, agrega. “Se utilizarían fertilizantes como componentes para la fabricación de bombas, en el aspecto agrícola, que él conocía más que yo pues tenía un entrenamiento, una base militar y una conciencia política desarrollada, sobre todo al regresar de Cuba”.

“Yo tenía también como tarea cuantificar las fuerzas militares que había en la provincia de Azua, por ejemplo, los puestos de policía, la fortaleza, el tipo y la cantidad de armas con que contaban porque la idea, me manifestaba él, era, cuando se presentara el momento, aislar el Sur, tomar de manera sorpresiva a esta zona, que nada más quedaría bajo el control de la fuerza guerrillera”.

Comenzó las investigaciones, los diseños de área, la localización de un lugar “que podía ser un terreno baldío que no llamara la atención porque no se puede, por ejemplo, sembrar en una playa, no todo sitio podía ser el indicado, no podía tener vecinos que fueran a delatar que ahí había gente sin fachada de agricultores, esa era la parte que estábamos planificando inicialmente”, narra.

-¿Si el plan se hubiese materializado, el desembarco de Caamaño hubiese sido por Monte Río en vez de por Caracoles?- se le pregunta.  “No, es que Monte Río y Caracoles están pegadas, Caracoles es una continuación de Monte Río, que es la playa que usa el pueblo de Azua porque tiene más condiciones para baño. Caracoles es sólo para pescadores. No era Monte Río, estamos hablando entre las cercanías de esas dos playas, eso es lo que queda frente a un poblado que se llama Estebanía, un poquito después de Las Charcas, todo eso ahí, esas costas. No se puede pretender que se hiciera un desembarco por Monte Río, ya ahí había casas de turistas, de gente que veraneaba. Monte Río es el sitio más conocido. Caracoles se vino a conocer después del desembarco”, responde.

Héctor Miguel relata que ya tenía cuantificadas muchas informaciones, sobre todo de las fuerzas militares. “Entablé amistad con gente que tenía conocimiento  dentro de los cuarteles, esa era la labor: inventariar ese sector para saber lo que podía ser oposición en el momento del desembarco”. Afirma que su posición oficial le permitía esas relaciones.

Un cambio en Virgilio

Héctor Miguel, hijo de Juan Genao y Celia Peralta de Genao, conserva cartas y fotos de Virgilio. En una misiva, el integrante del grupo “Los Palmeros” le describía lo que debía ser un revolucionario consagrado. “hablaba de política, de economía, de su formación militar, hubo una gran transformación en él, así como en el aspecto personal. Recuerdo que era apuesto, atlético, y siempre tenía muchas novias, pero ya hasta en ese sentido era más recatado y me hacía críticas en ese orden. Ya estaba casado y hablaba como lo que debía ser un revolucionario, no sólo en su vida pública sino en lo personal”.

Ahí, concluye, se produce el desenlace del 12 de enero de 1972. “Oí por radio, estando en la Finca 6, todo el desenvolvimiento de ese hecho y lamentaba estar tan ausente y no poder tender la mano a quien era mi hermano, mi mejor amigo. Fui inmediatamente a Santo Domingo y acompañé a doña Quisqueya en la funeraria. Recuerdo que cuando llegué, algunos decían que ese no era su cadáver, dije que podía identificarlo, busqué sus pies, que tenían algunos detalles notorios, como las uñas encarnadas, y recuerdo que doña Quisqueya dijo: “¡Ese es mi hijo!”. Virgilio cayó en combate junto a Amaury Germán Aristy, Ulises Arquímedes Cerón Polanco y Bienvenido Leal Prandy.

“Punto de peregrinación”

Héctor Miguel fue quien propuso los nombres de las calles de los cuatro integrantes de los “Comandos de la Resistencia” ubicadas en el barrio Los Pinos, del kilómetro 11 de la carretera Duarte, y las del Residencial Ureña.

“Este sector lo construyó justamente una persona que estuvo en el 14 de Junio de 1960, José Ramón Ureña, los nombres que tenían las calles eran apodos de sus hijos, vi que era un sitio apropiado, ideal, para rendirles un homenaje merecido a esos compañeros. Lo propuse a la Junta de Vecinos, aceptaron, enviamos comunicación al Ayuntamiento de Santo Domingo Oeste y lo aprobaron hace cinco años”, revela.

Envió a cada casa del sector una biografía de los revolucionarios “diciendo quienes eran: un ejemplo a seguir por la juventud de éste y todos los barrios donde haya jóvenes. Este residencial debería ser punto de peregrinación cada 12 de enero, un sitio de homenaje al igual que los alrededores donde cayeron, para que se mantenga siempre viva su memoria”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas