JOSÉ LUÍS ALEMÁN SJ
Quien estudia las relaciones existentes entre educación y economía suele hacerlo explorando el impacto de la primera sobre la economía. Aunque sea para variar el menú troquemos el esquema a favor de las exigencias que la economía, o mejor las diferentes etapas del desarrollo económico, imponen al sistema educativo.
Simplificando al extremo los economistas han tratado este vastísimo tema desde cuatro perspectivas distintas pero complementarias. Llamémoslas por sus por mí más conocidos abogados: enfoque Adam Smith, enfoque Friedrich List, enfoque Amartya Sen y enfoque López-Claros. Los cuatro conceden una importancia capital a la educación pero sin duda alguna arrancan de visiones distintas sobre ella. Los cuatro, sin embargo y por supuesto, coinciden en la importancia humanista: hacer a la persona humana más conocedora, más crítica, mejor.
Para Adam Smith que escribía en tiempos de gran infecundidad intelectual en las universidades inglesas, el conocimiento cumulativo de importancia decisiva para el desarrollo económico fue el alcanzado en los talleres manufactureros por sus maestros y oficiales: el learning by doing o aprender haciendo que los llevó a una división del trabajo muy profunda y muy rentable y a la adaptación a telares y ferrocarriles de descubrimientos empíricos y no frutos de laboratorios universitarios tales como el motor de explosión.
En oposición a este relativamente espontáneo conocimiento basado en la mejora técnica por observación y por prueba y error, List conciente del atraso tecnológico de Alemania y de la fecundidad de una industria naciente norteamericana protegida y no sometida a la libre competencia internacional, abogó por un sistema de educación industrial en escuelas vocacionales y universidades orientadas a la investigación sistemática entendida como logro de nuevos conocimientos aplicados dentro del marco de una política comercial nacionalista pero de protección decreciente. El sistema ofreció lo que prometía: nuevos productos y nuevas técnicas generados en la combinación universidad orientada al cómo hacer y empresas.
En el último cuarto del siglo XX Sen escribiendo en un mundo de extraordinaria riqueza tecnológica y limitada difusión visualizada en los pobres del tercer mundo reafirmó la clásica importancia de la educación básica universal como camino necesario para permitir que cada quien pueda optar por sus preferencias personales y para reorientar la economía a lo que debe ser su meta: el desarrollo humano de la persona. En buena parte las Naciones Unidas apoyan hoy en día, técnica y financieramente, políticas educativas básicas en los países en desarrollo.
El enfoque que he bautizado López-Claros, economista jefe del Forum Mundial de Davos, se comprende mejor en una situación de creciente o al menos persistente brecha tecnológica entre países desarrollados y países en desarrollo en una economía global. El desarrollo económico de éstos pasa por tres etapas: una inicial, basada en recursos naturales, bajos precios y educación básica, otra caracterizada por la producción creciente de bienes y servicios de alta calidad pero de tecnología madura y universalmente conocida, y la tercera, terminal, de producción innovadora que reclama una educación superior creativa. La educación en consecuencia debe dar respuesta a las necesidades del proceso económico social y según ellas priorizar la vocacional, la técnica, la básica o la innovadora. Por casi todas esas etapas, a nuestro ritmo, ha pasado nuestro desarrollo económico. En el actual momento la economía pide una educación que priorice la tecnología y la innovación.
1. Visión del sector educativo dominicano.
Parto del supuesto, creo que muy real, del conocimiento general de las estadísticas del sector algo que me permite ser parco en su uso. En todo caso prefiero compartir algunos juicios de valor referentes a la oportunidad de nuestro sector educativo medida por su adecuación a las necesidades que parece exigirle la economía. Paso a enunciarlas y a indicar su fundamento.
1. Contra opiniones más negativas la República Dominicana ha podido montar en poco tiempo (menos de 50 años) un sistema educativo universal.
En todas las áreas la cobertura escolar se ha incrementado de manera sorprendente. El Foro Económico coloca a la República Dominicana en cobertura de educación primaria (2003) en el sexto puesto entre 117 países. La matrícula en secundaria es sensiblemente menor: posición 94 mientras que la universitaria nos deja en la posición 53.
La matrícula universitaria ha pasado de menos de 5,000 a inicios de los 1980 a 300,000 en el año 2004 (República Dominicana en Cifras, 2005).
Curiosamente la matrícula en secundaria 453,000 ha crecido a un ritmo muy inferior a la universitaria.
La educación en manejo de computadoras ha sido facilitada por su inclusión en los programas de educación básica y por laboratorios de informática en escuelas y algunos centros barriales urbanos.
Pobre en cambio es la cobertura en educación postsecundaria no universitaria, generalmente de tipo técnico. En este renglón figuramos según Urquiola-Calderón (BID, 2005) en el último puesto entre 21 países en América Latina y el Caribe. Escasa también es la cobertura en educación inicial (190,000) y en educación especial (2,000).
El sistema ha logrado también mantener al estudiante promedio durante más de 11 años en la escuela (BID, 2005) aunque debido a inscripción tardía y repitencia de los alumnos y de deficiencias de los maestros solo haya aprobado 8.3 cursos.
Sorprende que esta expansión del sector educativo haya sido posible con el tercer menor gasto público en educación entre 125: un magro 1.1% del PIB. 82 de esos 125 países gastan más del 4% del PIB en educación, 51 países incluso más del 5%.
2. Consecuentemente la calidad del sistema educativo es baja
Según el estudio para el BID de Urquiola-Calderón República Dominicana aparece con Brasil, Belice y Nicaragua en el grupo de peor desempeño escolar en lo referente a efectividad del sistema: a los 8 años de edad el retraso de los niños medido como diferencia entre años pasados en la escuela y número de cursos aprobados es de medio año (lugar undécimo de 21 países de América Latina y El Caribe), a los 13 de 2 años (posición última) y a los 18 de 3 años (puesto 17).
El juicio sobre nuestra educación secundaria y superior formulado por el Foro Económico mundial es aún más devastador: la calidad del sistema es la quinta peor de 117 países estudiados, la tercera peor en educación en matemáticas y ciencias y la 27 peor en escuelas de administración.
Secuela lógica de las deficiencias de esa educación es nuestra baja calificación en potencial innovativo (103 lugar de 117 países), calidad de las instituciones de investigación científica (posición 114), y disponibilidad de científicos e ingenieros (103).
Otro modo de medir la calidad de la educación dominicana consiste en constatar el ingreso adicional que obtiene en el mercado un estudiante al terminar primaria, secundaria y terciaria sobre su situación. El Informe del Banco Mundial sobre la Pobreza Dominicana, 2006, ha mostrado que la educación completa primaria y secundaria reportaba al empleado sólo un ingreso 20% mayor que a un trabajador sin escolaridad con igual experiencia laboral, sector, actividad y región del país mientras que la diferencia era del 220% (2 y media veces) para quien ha concluido la educación universitaria y del 50% para los que han aprobado la secundaria. En general el diferencial de ingresos por educación es significativamente más bajo que en otros países de la región (Informe sobre la pobreza Dominicana, pp. 94-96).
La educación, sin embargo, no es sólo un bien de inversión (capital humano), sino de consumo que genera mayor autoestima y mayor reconocimiento social.
Al evaluar estos índices tenemos que recordar que un juicio global negativo de nuestras instituciones educativas no niega que puedan existir centros excelentes. Por ley estadística los grandes números se comen los casos individuales.
3. En líneas generales me parece que el sistema educativo ha tenido un éxito mejor que regular en satisfacer las necesidades del sector productivo dominicano
El informe sobre competitividad de FUNGLODE y la Universidad de Harvard indica que en opinión de los empresarios la aptitud de la mano de obra profesional y laboral dominicana es suficiente y que no se ven obligados a montar costosos centros propios de entrenamiento.
Esta opinión puede ser combatida con dos tipos de argumentos: la existencia en la población de actitudes favorables al trabajo no necesariamente ligadas a la escolaridad (asistencia los lunes, responsabilidad en la ejecución del trabajo, poca rotación ) y las bajas exigencias técnicas de las inversiones existentes.
Las actitudes laborales son consideradas como favorables por el Foro Económico de Davos (lugar 30. en cooperación en las relaciones obrero-patronales, lugar 75 en la relación pago-productividad entre 117 países). Hay que reconocer, sin embargo, que la falta de oportunidades de empleo -no la escolaridad ni las competencias- puede ser el determinante más importante de esas actitudes
Al enjuiciar la relación naturaleza técnica de las inversiones-aptitud de la mano de obra puede argüirse que las inversiones son poco sofisticadas porque la preparación del personal es baja y que si ésta fuese muy alta las inversiones hubieran sido distintas, como pasa por ejemplo en Costa Rica. Esta tesis, que supone que puesta la calificación vienen inversiones de mayor calidad contraría la experiencia de que los eslabonamientos hacia delante (la oferta promueve la demanda) son más importantes que hacia atrás (la demanda promueve la oferta) y tampoco tiene en cuenta la probabilidad de que los recursos naturales del país y el tamaño de su mercado favorezcan inversiones de baja tecnología.
FUNGLODE-Harvard resume atinadamente nuestra situación educativa contemplada desde el punto de vista de las exigencias económicas: La República Dominicana se encuentra atrapada en una encrucijada, con una fuerza laboral preparada con destrezas básicas pero no con salarios suficientemente bajos para competir con otras economías de destrezas básicas, y sin la fuerza laboral altamente capacitada para competir por las inversiones en servicios y manufacturas de de mayor valor agregado e industrias de tecnología de la información. Mientras que una nación puede caminar en uno u otro lado de la calle y competir con éxito esta posición en medio de la calle no funciona (p. 143).
Aunque sea de pasada conviene indicar que la discrepancia entre salarios relativamente altos a nivel centroamericano y bajo nivel de destrezas técnicas nace, además de las deficiencias del sector educativo, de políticas económicas proteccionistas, altos subsidios y volatilidad cambiaria.
4. Principales debilidades. A modo de resumen
Obviamente el país ha sido en palabras del Banco Mundial: muy exitoso matriculando estudiantes No se observan casi diferencias en la matriculación estudiantil entre mujeres y varones, entre zonas rurales y urbanas; y la diferencia entre ricos y pobres es pequeña comparada con los otros países de la región. La gran falla del país es al transformar esta elevada asistencia escolar en años de escolaridad (cursos completados), una medida de las habilidades laborales (p.134).
Debilidades, aun de cobertura, hay en la educación inicial, la secundaria, la técnica y la especial. La pobre calidad de la educación es patente aunque comprensible por dos hechos: falta de profesores capacitados para formar maestros (el aumento de la matrícula universitaria en pocos años, de 4,000 en 1960 a 300,000 actualmente explica la dificultad), mezquindad de recursos públicos destinados a la educación y, mucho peor aún, baja apreciación de los Gobiernos de la importancia de la educación para el desarrollo económico y para la movilidad social y económica de la población.
La gran debilidad económica del sistema radica en su incapacidad para prever que la economía de países de ingresos medios como República Dominicana no puede, en una economía global, aumentar el valor agregado del Producto, y por lo tanto las remuneraciones salariales sin una profunda revolución de todo el sistema educativo. Este tiene que orientarse en una dirección distinta a la existente: en vez de tratar de preparar a los educandos para hacer con calidad tareas universalmente estandardizada, debe pasar a fomentar continuos cambios técnicos y administrativos. No se trata ya de aprender lo establecido sino de cuestionarlo implícitamente para modificarlo e innovarlo.
2. El desafío fundamental
Percibo el nacimiento de un movimiento renovador del sistema educativo dominicano que como hace 15 años en el Plan Decenal cuenta con fuerte apoyo de jóvenes empresarios. Me pregunto si el nuevo movimiento busca meramente perfeccionar el sistema en lo que toca a asignación presupuestal, administración escolar y formación de maestros, o si junto con ese esfuerzo apunta a una reorientación radical del sistema que lo haga más cónsono con la realidad ya presente de una revolucionaria economía global.
Como aporte al desafío expondré mi opinión la próxima semana.