Voto electrónico: controversial e innecesario

Voto electrónico: controversial e innecesario

ROSARIO ESPINAL
Diversos países utilizan o pretenden introducir el voto electrónico para hacer más atractivas las elecciones y lograr un conteo más rápido y preciso de los votos.

Tres países de gran dimensión geográfica y poblacional han impulsado el voto electrónico: Estados Unidos, la India y Brasil. Europa también lo ha incorporado. Holanda y Bélgica lo utilizan desde los años 90 y Francia evalúa un sistema innovador de tarjeta electoral electrónica similar a la tarjeta bancaria.

En Estados Unidos en el 2004 un tercio del electorado tuvo acceso al voto electrónico. En Brasil en el 2002 se utilizó en todo el país al concluir un programa de universalización iniciado en los años 90. Venezuela lo usó en el referendo revocatorio del 2004 y otros países latinoamericanos como Paraguay, Argentina y República Dominicana han experimentado con el sistema brasileño.

El término voto electrónico se aplica de manera genérica a distintas modalidades de votación. Una distinción importante es entre el voto electrónico presencial en un centro de votación y el voto electrónico remoto por Internet.

Para el voto electrónico presencial se utilizan diferentes tecnologías, pero la que se ha popularizado consiste en máquinas que registran el voto directamente al presionarse un teclado o una pantalla táctil.

Las ventajas principales del voto electrónico son: el conteo más rápido y seguro, mayor precisión en la emisión del voto cuando las máquinas indican errores de selección, ahorro en impresión y transporte de boletas de papel, opciones de idiomas para leer las instrucciones y la sensación de modernidad que produce.

Se espera además que el voto remoto por Internet motive la participación electoral de segmentos sociales renuentes a asistir a un centro de votación.

Las críticas al voto electrónico son muchas y diversas. Es un negocio globalizado de beneficios económicos para sus promotores que no afianza la democracia. La tecnología la controlan las corporaciones, los expertos y las autoridades electorales, reduciéndose sustancialmente la posibilidad de fiscalización por la ciudadanía.

Las máquinas son susceptibles de errores o manipulaciones de programación difíciles de detectar por ciudadanos comunes. Pueden fallar inadvertidamente y perder información irrecuperable si no hay constancia impresa de los votos emitidos. Con boletas de papel ocurren pequeños fraudes, con el voto electrónico podrían ser de gran magnitud.

Se cuestiona también la viabilidad del voto electrónico en países con deficiencias eléctricas o con muchos electores de baja escolaridad que no utilizan computadoras en su vida cotidiana. Estos se sentirán intimidados por el sistema o tendrán que ser asistidos en el acto de votar, vulnerándose el principio del voto secreto, como lo planteó recientemente Participación Ciudadana para el caso dominicano.

Pero la crítica fundamental al voto electrónico proviene del argumento de que el voto debe ser anónimo y verificable. Cuando el elector emite un voto electrónico se expone a que su selección no sea adecuadamente procesada por la máquina, pero nunca lo sabrá, a menos que reciba un comprobante impreso de verificación. Las autoridades electorales, por su parte, deberían retener un comprobante de cada voto para verificar los resultados en caso de recuento por disputas.

A pesar de las ventajas de los comprobantes impresos, las autoridades electorales de varios países han optado por no imprimirlos porque generan otros problemas.

Si las máquinas imprimen comprobantes secretos sólo para fines de recuento, los electores se quedan sin verificación. Pero si cada elector recibe su comprobante: ¿Debe marcharse con el papel? ¿Qué sucederá si un elector expresa que la máquina no registró correctamente su selección? ¿Votaría nuevamente?

El voto secreto y anónimo hace muy difícil en el sistema electrónico detectar y enmendar problemas de procesamiento y conteo de votos porque no puede quedar constancia vinculada a electores específicos. Los votantes tienen que confiar ciegamente en la perfección del sistema, excepto en casos de desperfectos obvios de las máquinas.

La gran diferencia entre el voto y las transacciones comerciales electrónicas es que en el comercio los clientes reciben comprobantes para verificar que sus transacciones fueron realizadas correctamente y dilucidar problemas si se detectan errores o fraudes. Eso no es posible con el voto anónimo y secreto.

Ante las controversias e interrogantes que persisten con el voto electrónico, la República Dominicana debería esperar que se perfeccione la tecnología y se resuelvan problemas conexos antes de introducirlo. Las boletas de papel funcionan bien para el tamaño del país y las características sociales de la población.

Históricamente, las principales dificultades electorales dominicanas no han surgido por la forma manual de votar y contar, sino por la desconfianza en las autoridades electorales y las deficiencias del registro civil y electoral.

Cuando la Junta Central Electoral es confiable, las elecciones dominicanas marchan bien y los resultados se conocen rápido. El trabajo tecnológico debería enfocarse ahora no en la emisión del voto, sino en automatizar y actualizar el registro civil y electoral.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas