“¿Y quién es Danilo Medina?”

“¿Y quién es Danilo Medina?”

Este artículo no es sobre describir a Danilo Medina, por ello entrecomillo el título, sino sobre la legitimidad de preguntar quién es un candidato, y sobre el no tan legítimo esfuerzo que un seguidor o un opositor pudieran hacer de convencernos que un candidato es de una determinada manera. Hago referencia al artículo publicado en este mismo periódico el 28 enero, 2016.
Es legítimo para el votante preguntarse quién es un candidato. Ese es un esfuerzo que tiende a situarnos. Diría que no es sólo legítimo, sino necesario. El votante tiene que animarse activa y responsablemente a relacionarse en sus propios términos con aquel que le pide su voto; cuestionar en el mejor sentido de la palabra antes que aceptar pasivamente el discurso a favor o en contra que recibe de los medios. Esos términos son muy personales; cada votante es un mundo.
A una figura pública nunca la podremos ver en toda su humanidad, ni con todas sus virtudes, ni con todos sus defectos; en un sentido, porque no se conocen todas las facetas. Ni los padres de sus hijos, ni los matrimonios de sus parejas, ni nosotros al vernos ante el espejo. El ser humano no se reduce a etiquetas. Somos nosotros y nuestra circunstancia; no hay una esencia, lo que hay es una interrelación con los demás. En otro sentido, porque saber quién es el candidato se desdibuja en la intencionalidad de la propaganda que deliberadamente quiere destacar o disminuir los rasgos convenientes para modificar el ánimo del potencial votante.
Todo discurso público sobre un candidato es un acto de propaganda, pues tiene el potencial de afectar la intención del voto. Es legítimo hacerlo. No tanto lo es usar argumentos “ad homini”, las descalificaciones morales o la mentira. El votante debe, sin embargo, estar advertido que todas esas herramientas son más comunes que raras en las contiendas electorales y que, lamentablemente, por ilegítimas que sean, suelen ser efectivas, aunque fraudulentas. Esas herramientas son fraudulentas en tanto que reflejan más la calaña de los que las esgrimen, antes que ser una ayuda para responder razonablemente la pregunta de quién es ese que se me presenta como candidato.
Estoy convencido de que no es la calidad de la oferta electoral lo que se hace imperioso cambiar en RD, es la calidad del razonamiento a la hora de votar lo que estamos imperiosamente necesitando. No ayuda que la “inteligentzia” dominicana, sea partidista o no, se sume a las herramientas propias del politicastro, renunciando a aportar esas más necesarias y urgentes herramientas que brindan la razón, el análisis, el contexto y la crítica.
Así, a la pregunta de quién es un candidato, y ante la ausencia del esfuerzo crítico de nuestros intelectuales, le queda la tarea al votante de responderla. Lo que dice o hace debe verse bajo la luz de su contexto político, social, histórico. La valoración que cada quién haga de eso que dicen o hacen los candidatos es lo que nos hace libres, si se establece quitando el ruido que en los textos suelen tener la forma de adjetivos.

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