Ya si llegamos

Ya si llegamos

La noticia se ha regado como pólvora. La Corte Suprema de los Estados Unidos de América en un fallo histórico ha legalizado el matrimonio de personas de un mismo sexo en todos los estados de la Unión. Esto también ha ocurrido en numerosos países europeos, donde hasta dignatarios se han casado en vistosas ceremonias públicas. Para la comunidad de lesbianas, gay, bisexuales y transexuales (LGBT), ha sido la culminación de haber ganado esta batalla que venían luchando por muchos años. Con respecto a los EE.UU. debería aclararse que esta decisión no incluye a territorios insulares del Pacífico o el Estado Libre Asociado de Puerto Rico.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos establecidos por las Naciones Unidas en París el 10 de diciembre de 1948, se fundamenta esta victoria, ya que en aquella ocasión 48 países votaron a favor y solo hubo ocho abstenciones, lo cual implica que algunos Estados como los árabes, por cuestiones religiosas no dieron su total aprobación, ya que su carácter económico, social y cultural, contravenía principios religiosos muy arraigados en la población, lo que llevó a un grupo de autores a considerarla inviable para quienes sufren el subdesarrollo y la miseria.

De su parte, la iglesia católica y otras órdenes religiosas menores se pronuncian en contra, ya que según su criterio, en su libro sagrado La Biblia hay pasajes que condenan esta práctica. Hay que recordar, cuando las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron eliminadas de la faz de la tierra y Edith, la esposa de Lot, por no obedecer a los ángeles del Señor y miró hacia atrás, fue convertida en estatua de sal. Ahora bien, se conoció la práctica que llevaban a cabo los Sodomitas, pero debemos inferir, que los de Gomorra se referían a las mujeres del mismo sexo.

Los religiosos basan su negación, ya que cuando Dios creó el mundo, expresó su deseo cuando estableció: “Creced y multiplicaos” de lo cual se deduce que para continuar la especie humana debía ser la unión entre un hombre y una mujer, ya que si los dos poseen el mismo sexo, la humanidad corre el riesgo de extinguirse.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos enfatiza que todos los seres humanos son iguales y nosotros agregamos: “más o menos”. Afirmamos esto, ya que estuvimos en una ocasión visitando una ahijada que se casó con un súbdito de los Emiratos Árabes y no obstante ella ser doctora en pediatría, debía ir a su trabajo vestida con una burka en la cual solo se veían sus ojos. Además, debía caminar detrás de su marido y, lo peor del caso, viniendo de América y con un permiso de conducir, no podía manejar el vehículo de motor familiar. De esa visita, tenemos una experiencia que corrobora la interpretación antojadiza por algunos países árabes de los derechos humanos. El día de nuestra llegada, me invitó el esposo de mi ahijada y un amigo que había conocido en Londres, para almorzar en una famosa terraza al aire libre de Abu Dhabi. Cuando el mozo me preguntó: ¿Qué usted va a tomar?, Con naturalidad le respondí “una cerveza”, si no me retracto rápidamente, por poco me lapidan. Por supuesto, tuve que pedir un refresco.

En derecho una decisión posterior anula una anterior, tal y como ocurre en los códigos, leyes, reglamentos, etc. Por lo tanto, creemos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos está por encima de cualquier criterio religioso de cualquier orden. Esto es comprensible porque los que redactaron La Biblia nunca pensaron que sus decisiones iban a ser cuestionadas y revisadas. Sin embargo, el mundo de la postmodernidad ha tomado un giro inusitado en donde valores que antes estaban bien arraigados, hoy se les consideran anticuados. Por eso, no dudamos que en un futuro no muy lejano, un humano desee casarse legalmente con un animal, como ya se ha dado el caso, apareándose un pastor alemán con una mujer en Canadá y un hombre con una oveja en los EE.UU. El problema que se plantearía sería saber si dentro de las leyes de protección a los animales se contempla que estos deban dar su aquiescencia para tal acción.

Y se preguntarán: ¿Porqué el título de esta entrega? Esta resulta de un cuento archi conocido en el cual un ciego y un tuerto se dispusieron a cruzar un ancho río. El tuerto remaba y el ciego no sabía nadar. En ocasión de estar remando el ciego, éste le asestó un golpe con los remos al tuerto en el ojo bueno y este exclamó “ya si llegamos”, lanzándose de inmediato el ciego de la barca creyendo haber llegado a tierra firme y por supuesto se ahogó.

La decisión adoptada por la Corte Suprema de los Estados Unidos de América a la luz del derecho es comprensible, ya que a los seres humanos no se les pueden conculcar sus libertades, dentro de las cuales está el principio de la equidad de los sexos. Como nuestro país es proclive a copiar el modus vivendi de los estadounidenses, no se puede dudar que nuestras autoridades legislativas –dentro de los cuales hay algunos con inclinaciones en ese sentido– voten un estatuto similar. Y ahí, ¡si llegamos de verdad!

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