Yanquis vigilaban de cerca a los patriotas

Yanquis vigilaban de cerca a los patriotas

Entre los múltiples patriotas perseguidos y humillados por los norteamericanos durante la ocupación de 1916 estuvieron Rafael César Tolentino, director de La Información, y Manuel Flores Cabrera, reconocido intelectual venezolano que hizo causa común con los nacionalistas dominicanos.

Al reputado periodista de Santiago le llamaron agitador, cobarde, marrullero, mentiroso persistente, la mano derecha de Eugenio Kunhardt, “líder laboral y principal antinorteamericano del nordeste”.

En un reporte titulado “Caso de Rafael Tolentino, de Santiago, editor de La Información”, se destaca que el escritor era violentamente antiamericano y que su periódico también lo había sido siempre y por tanto lo perseguían en la capital y el Cibao. R. P. Williams, “Jefe del Personal”, recomendó que fuera vigilado estrechamente por la Oficina de Inteligencia.

De Flores Cabrera investigaron sus antecedentes más lejanos. Exiliado venezolano, 46 años, vino al país en 1911 forzado después de un tiempo en prisión por haber publicado artículos contra Juan V. Gómez, en su periódico “Sancho Panza”. Agrega que después de su arribo a Santo Domingo era editorialista del Listín Diario, donde comenzó a publicar opiniones contra el Gobierno Militar desde que se produjo la intervención y que tras tres años en ese periódico comenzó por su propia cuenta en Renacimiento, revista de su propiedad.

Le critican disertaciones antiyanquis en el Casino de la Juventud, “uno de los más selectos centros sociales de la República”, a sugerencia de Haim López Penha, “cuñado de Arturo Pellerano Alfau, quien es presidente del Casino”. En 1918, agrega, llegó a ser el “manager” de Las Noticias y en 1919 estuvo en diferentes comités contra los intrusos. Flores Cabrera fue sometido a la corte prebostal por delito de prensa después de que se le exigiera una fianza.

Otros patriotas a los que acechan y detractan con ataques fuera de control, casi infamantes, son Luis Cintrón, José Ramón López, Luis Felipe Vidal, en amplios informes con sus datos personales.

Persecuciones tenaces, espionaje, seguimiento, era lo que tenían montado a Francisco Peynado. Un reporte detalla: “Una reunión política se celebró en la casa de Francisco Peynado en la carretera del Oeste. La vivienda estaba llena de los principales políticos del pueblo: Ramón O. Lovatón, Moisés García Mella, Jacinto de Castro, Luis M. Hernández, Félix M. Mejía, Américo Lugo, Armando Pérez Perdomo, Ricardo Pérez Alfonseca, Luis C. del Castillo, Alberto Font Bernard, Luis E. Billini, Andrés Pérez, Agustín Aristy, Dr. Fiallo Cabral y el expresidente José Bordas Valdez”, al que en estos expedientes citan en decenas de situaciones.

Señala que eran alrededor de 40 los participantes y que el objetivo era tomar acción sobre una correspondencia enviada por Francisco Henríquez y Carvajal. El documento está firmado por H. M. Butler, de la Oficina de Inteligencia.

Ofrecen pormenores, además, de otro encuentro en casa de Rafael Amiama, en la calle Cambronal. “Este es el hombre, dicen, que sirvió de intérprete a los comisionados de la Cámara del Trabajo McAndrew y Brady”. Se trataba de dejar formada, informaban, la Asociación de Trabajadores Patrióticos y de esta entidad narran más de una junta. José Casado, Tadeo Martínez, propietario del hotel Cibao; Arístides Rojas, fueron electos en la directiva de esta agrupación que asesoraba el que los yanquis denominaban “Boxer Group”, “liderado por Enrique Aguiar y Luis C. del Castillo”.

Al igual que los de los directivos de esta institución aparecen nombres tan poco reconocidos como el de José Pérez Rodríguez, exgobernador de San Pedro de Macorís y ex comandante de armas de esta capital quien, para los interventores, quería “restaurar la República por la fuerza de las armas”.

Anotaban: “Goza de un gran prestigio y simpatía. Es considerado valiente y decidido, un líder de masas. La gente lo escucha con atención y aplaude sus pronunciamientos antinorteamericanos”. Y añaden: “Lleva un tiempo diciendo que la independencia de la República puede ser obtenida a través de la Revolución proporcionando para ello 20 o 30 mil machetes”.

La crueldad. Aunque estos informes son del espionaje más increíble, no escapan las críticas a las torturas que los arbitrarios marines aplicaban a pobre gente de barrios y campos y a opositores urbanos. Cayo Báez, cuya foto con el torso desnudo, quemado, tuvo gran difusión, no fue el único ejemplo de crueldad, pese a ser el más publicitado.

En mesas de bares infiltradas por espías de los oficiales se denunciaban los terribles suplicios a que sometieron a dos prisioneros del poblado de La Victoria por violar una orden ejecutiva, alegaban. Otros se referían al encarcelamiento de Julio Arzeno, director del vocero local “Procivilismo”, arrestado por disposición prebostal por atacar la intromisión impuesta. Liberado después de ser condenado a trabajos duros y de pagar 400 pesos, se destacaban sus manos callosas por el esfuerzo. Compañeros de lucha saludaban su libertad: “¡Mucho tacto, don Julio, aunque manténgase aferrado al ideal!”. La salutación está integrada a los reportes secretos.

Pero el más conmovedor, por horrendo, era el que impresionaba a los activos comensales de algún restaurante que con una pieza en la mano declaraban: “En San Francisco de Macorís hay un americano que es un terror. Aquí hay una foto de un dominicano que fue marcado en la barriga con hierro candente por los americanos, como si hubiese sido una vaca”. La foto, explica el informe de seguridad, es de un hombre de color, como de 30 años, con el pecho desnudo y en el abdomen se ven las diversas cicatrices”. Está en “Lo que escucho en los cafés”.

El dolor, sin embargo, no amedrentó a los patriotas como tampoco el sentirse perseguidos. José Ramón López, otro al que dedican varios reportes, seguía su labor contra el invasor publicando artículos como “El dedo en la llaga”, “En defensa de un derecho”, “Explicable insistencia”, que ellos recibían traducidos.

Y seguían luchando, aunque enemigos de la patria como Julián Valdeperes atacara a la Unión Nacionalista y defendiera a los marines y pese a que Juan Tomás Mejía, como si hubiese sido un yanqui, enfrentara despectivamente a Rafael Damirón o quisiera convertir en hazmerreír a don Emiliano Tejera y a Fabio Fiallo, esgrimiendo contra ellos pasados comportamientos. A Estos dos los norteamericanos los llamaban “amigos nuestros”.

Mientras tanto los interventores conocían hasta los montos de las colectas para la causa, las firmas contra ellos recabadas, los sueldos que percibían los patriotas y en qué los gastaban, al tiempo que continuaban su cadena de torturas y encarcelamientos.

El pueblo quería verlos salir. Por eso se escribió en uno de los reportes que como consecuencia de un telegrama recibido por don Emiliano Tejera, presidente de la Unión Nacional, y firmado por Francisco Henríquez y Carvajal, reinaba gran regocijo en toda la ciudad, adjuntando dicha comunicación.

“El entusiasmo fue más grande”, indica el expediente, cuando al enterarse del telegrama el gentío ansioso de libertad gritó: “¡Concho Primo está a las puertas de San Carlos!”.

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