Inspirado en el libro Mis 500 locos del doctor Antonio Zaglul, Claudio Rivera escribe su obra teatral El 28, número significativo, sinónimo de manicomio.
El perturbado mental y la locura han figurado como personaje y temática desde los inicios del teatro. Desde Ayax enloquecido por Atenea, en la mitología griega, Hamlet y sus delirios, protagonista de la célebre obra de William Shakespeare, y más concretamente el hospital siquiátrico como lugar para la acción dramática, lo encontramos en el Siglo de Oro con Lope de Vega en su obra Los locos de Valencia, que habla de locura de amor, encontrando a su Arcadia en un manicomio, y en la escena contemporánea, el clásico Marat-Sade de Peter Weiss, donde los enfermos recluidos representan una obra, dirigida por el propio Sade.
Claudio Rivera
Construye su fábula con cuatro personajes, tres enfermos y una doctora, solo cuerda en apariencia. Cada uno con sus propios demonios, nos introducen en sus mundos, conocemos, sus paranoias, sus neurosis y obsesiones, dentro del lúgubre lugar en que se encuentran recluidos: el 28. Hay en esta pieza de Rivera, en las acciones y los caracteres, en los comportamientos abordados en la representación misma, una ostensible verosimilitud, que produce la ilusión de verdad en el espectador, creando ese eslabón vital entre actor y receptor.
Los pacientes encarnados por tres excelentes actores, construyen sus monólogos más allá de la palabra. José Ramón Thomas, a través de sus delirios, nos deja entrever lo que fue, el atleta, el corredor, pero el lenguaje corporal intenso, expresivo de este actor es más elocuente que sus palabras. Viena González usa a cabalidad su gesto facial. Nos conmueve María Cinthia Almonte, soy un monstruo de soledad, tristeza y sensibilidad es toda teatralidad, y Claudio, actor, el profesor, desde su alienación nos enfrenta, nada resulta más real que su discurso, hay crítica social, denuncia, y es que como él dice para vivir en este país hay que estar loco, medio loco o hacerse el loco.
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Propuesta
La obra es
Los enfermos de El 28 proponen un lenguaje escénico rico y sugerente; convierten la escena en una vorágine del movimiento donde caben todas las formas expresivas humanas del cuerpo y del espíritu. Los elementos para-teatrales, música, canciones que nos remiten a Brito, el ilustre huésped de Nigua, luces, la escueta escenografía, y el humor patético, evocarán el caos conducido por Rivera. Excelente obra de teatro dominicano.