Durante la dictadura de Rafael Trujillo, un individuo inscribió en el parachoques de su camión la frase: El Espíritu de Lilís. Un oficial del régimen lo conminó a que lo borrara inmediatamente. El camionero, a regañadientes, lo borró y entonces puso: El Mismo Espíritu.
Si el espíritu del trujillismo pervive se debe, sobre todo, a la generalizada creencia de que un régimen de ley y mano dura, generará progreso, trabajo, seguridad y bienestar para todos. Una solución simplona y fácil pero falsa, porque carece de fundamento histórico y científico, que no refiere a las causas estructurales de nuestros problemas. Que propone erróneamente y perversamente a individuos providenciales, a perínclitos» e iluminados que tan solo nos darían más de lo mismo.
Lo que es de temer, no es tanto al trujillismo de los secuaces y supervivientes del trujillato (sin olvidar los muchos daños que han seguido haciendo); sino, al trujillismo latente en las condiciones y en los actores del presente, dispuestos a promover y a encarnar aquellos roles y fenómenos sociales, que estuvieron antes y estarán después de Trujillo y de esta generación, si no hacemos los cambios estructurales y culturales que con urgencia y prioridad se requieren para superarlos.
Trujillo sintetizó buena parte de un ser nacional que ha emergido y habitado en un conglomerado humano que aún dista de ser una sociedad o asociación voluntaria con propósitos comunes; El Jefe lo personificó, sintetizando a los Báez, Lilís, Cáceres y al caudillo-tigueraje que actualmente abunda en elites y clases políticas; entre los cuales, cientos y, acaso miles, estarían dispuestos a repetir el personaje, excepto, quizás, porque toma muchos nervios, riegos y esfuerzo, y se prefieren los mangos bajitos del consumismo, el figureo y el estrellato internacional, bajo las alas protectoras del régimen neoliberal transnacional y globalizador; alternando al intelectual y al tozudo, jugando la farsa del bien y el mal, de quítate tú . en la lucha por el poder.
Se requiere de mucha más serenidad, independencia de criterio y de integridad para examinar y superar estos fenómenos socioculturales y políticos: Definirlos, determinar sus componentes y sus causas. El trujillismo es un rasgo cultural no sólo en nuestro país, pero muy arraigado en nuestras estructuras actuales y en nuestra cultura, heredado y reproducido cada día en sectores, hogares, empresas, y grupos políticos, y en nuestra clase media blanca, pretendidamente católica, pseudo cristiana, que ha desarrollado y ejercido su vocación elitista y caudillista, con y sin la ocupación y la intervención de los poderes extranjeros que los patrocinan y los usufructúan. Se contaba que en una ocasión le pidieron al célebre Vargas Vila que visitara el país. Lo cual él rechazó diciendo: Jamás visitaré una nación en la cual, desde el gorila enchamarrado de Lilís hasta el más corriente ciudadano, son todos unos tiranos.