Es difícil comprender la controvertida relación de Pablo Picasso con cada una de las mujeres de su vida. Con todo, cabe hacer un boceto de quiénes fueron y cómo llegaron hasta él aquellas que marcaron su pintura. No se puede pensar, a este respecto, que el malagueño pintara rostros femeninos por casualidad o por puro placer estético ya que había algo significativo y crucial en cada uno de sus dibujos respecto de su experiencia. Pinto igual que otros escriben su biografía. Los cuadros terminados son las páginas de mi diario, explicaría el pintor.
Paula Izquierdo ha seguido la huella de todas las mujeres que dejaron algún rastro en su vida. Las que siguen, son breves pinceladas de algunos nombres cruciales.
Pablito, nació el 25 de octubre de 1881, y cuenta la leyenda que no lloró hasta que su tío le echó una bocanada de humo de puro. Creció rodeado de mujeres, entre sus hermanas y su madre, sin primos o hermanos con los que jugar. Su padre, profesor y pintor sin excesivo talento, marcó con su barba y sin saberlo todos los hombres que Pablito dibujaría después: Cada vez que dibujo un hombre pienso sin querer en mi padre.
Cuando enfermó gravemente su hermana Conchita, Picasso juró que dejaría de pintar si ella moría. Su más importante biógrafo, Richardson, escribe que Pablo juró justamente lo contrario: Si ella se curaba, dejaría de pintar. Sea cual fuere la versión más acertada, la niña frágil y rubia muere, y Picasso rompe su juramento. ¿Consecuencia? La imagen de una mujer moribunda le persigue en sus cuadros por más de dos años. Se dice que este sentimiento de culpa hacia la hermana muerta, marcó su relación posterior con las mujeres y, sobre todo, la unión visceral entre mujeres y obra.
Fernande y Picasso, hacia 1906.
Picasso se traslada a la Bohemia parisina. El día que conoció a esta bella mujer de rostro ovalado y ojos verdes, llovía torrencialmente. Este, su primer gran amor, irrumpe con fuerza en su paleta de tonos azules y verdes (inaugurado cuatro años atrás por el suicidio de su mejor amigo)y lo tiñe todo de rosa. De nuevo mujer y obra indisolubles.
Fernande, escritora aguda, era una mujer refinada, a quien le gustaban los perfumes y las joyas. En un principio, incluso disfrutó de aquel papel de mujer objeto que Picasso la otorgó, encerrándola en casa cuando él se ausentaba y despojándola incluso de los zapatos, con el fin de que no pudiera escapar. Con los años, comenzó a cansarse de los celos obsesivos del pintor.
Ya a finales de 1906, Picasso emborrona cualquier rastro de belleza de Fernande: La retrata como un personaje telúrico, de pies planos, agigantado y sin rastro de feminidad.
Gertrude Stein. La emperadora
Por aquel entonces, Picasso descubrió el valor totémico de la mujer como queda de manifiesto en el famoso retrato que hizo a Gertrude en 1906: Gorda, baja, masiva, de cabeza hermosa, con ojos inteligentes, clarividentes, espirituales. Posó para Picasso en más de noventa ocasiones y también para el tímido Matisse.
Gertrude, amiga y amante, fue la confidente de muchas de las mujeres que cayeron rendidas en brazos del pintor y también el refugio donde Picasso podía guarecerse de las tempestades amorosas que se desataban en su interior. Pero desde el primer paseo que Gertrude dio con Alice B. Toklas, el amor entre las dos mujeres pasó a ocupar el espacio antes destinado al malagueño.
Eva Gouel. Ma jolie
El pintor se enamoró perdidamente de esta delicada, fina y menuda joven con quien parece que disfrutó de una gran compenetración sexual. Así, nueva vez, nuevo pincel, nada más separarse de su anterior esposa Fernande, abandonó el cubismo analítico y comenzó la etapa del cubismo sintético, por lo que apenas hay retratos de Eva.
Sí que hay que destacar, en este sentido, el enorme dominio sexual que estableció sobre él. Picasso ensalza la sexualidad de Eva, retratándola con orgullo y ternura, pero también con una innegable monstruosidad. Sin embargo, ella probablemente advirtió que tarde o temprano sería devorada por la psique de su amante.
Irène Lagut. La liberada
Irène era una mujer muy provocativa, divertida y con una gran capacidad para fantasear. Ante varios intentos fallidos de conquistarla, Picasso planeó con un amigo emborracharla y raptarla, fórmula que ya había utilizado con Fernande.
Irène sólo se reconoce en el cuadro Amantes, seguramente debido a que sus idas y venidas, caprichos y desplantes, no permitieron al pintor entregarse a ella en cuerpo y alma, requisito indispensable para interiorizar su imagen y luego plasmarla.
Marie Thérèse Walter. La dulce
Esta jovencita hermosa y rubia se convertiría enseguida en la mayor pasión sexual de la vida de Picasso. Marie Thérèse reconocería más adelante que entre sus recuerdos más vívidos se encontraban las preferencias sadomasoquistas del pintor. El cuadro titulado Guitarra de 1927 ya nos habla de la existencia de la joven, pero de un modo codificado, ya que las relaciones con menores estaban gravemente castigadas.
Se convierte así en la nueva fuente de inspiración del artista, que se vuelca de nuevo en un proceso creativo con esculturas, grabados y pinturas. Incluso pasó de puntillas por la poesía :Picasso romántico, poesía semiautomática y de una gran liberación. De mejor o peor calidad, lo cierto es que esta nueva forma de expresión fue una tabla de salvación a la que se agarró durante los años 36 y 37, en los que sufrió una depresión.