¡…Y con ustedes…¡Los poderosos!

¡…Y con ustedes…¡Los poderosos!

Muchas veces gentes con poder político o económico han sido mal clasificados como “poderosos”. Los poderosos no son los que tienen mucho dinero, ni son los generales, ni los ministros. No se trata  de tener recursos, o el derecho de usarlos. Los poderosos son aquellos que usan perversamente recursos de poder tengan o no derecho o propiedad sobre estos. Se trata, no de una clase social en sentido marxista, propietarios o no de medios de producción. No son ni burgueses ni proletarios. Ni siquiera pequeños burgueses. Contrariamente, pueden ser miembros de cualquiera de esos estamentos, mesócratas, burócratas, plutócratas  o turpenes. Son tan solo una “categoría  social”, cuya unidad es solamente conceptual, en la mente del analista. Se trata de individuos que usan recursos de poder en provecho propio, o de una camarilla o clientela, a favor de socios, parientes, seguidores o acólitos. Puede tratarse de un sacerdote, un ministro, un locutor o periodista, un sargento o un narcotraficante, un guagüero o sindicalista, un síndico o legislador, un jefe de aduana o inspector del DNI, sargento o dirigente de una inocente liga de béisbol. Los poderosos, aunque no tengan la apariencia física de tales, normalmente tienen acceso  o control directo de armas, un cargo, un medio de comunicación, una pandilla, un bufete  de abogados, o un grupo de traficantes. Su poder no depende de tener el cargo, o  ser oficial ni públicamente el jefe de algo. Incluso puede ser un subalterno de bajo nivel, con un salario nominal bajo, pues sus ingresos poco tienen que ver con su puesto en la estructura formal de la entidad. Su poder depende de su capacidad de controlar una red social de acólitos y relacionados, utilizando los recursos que él acopia y distribuye, incluyendo su accionar, y el de sus cómplices, con los que él puede dañar o favorecer a otros,

Puede tener autoridad o propiedad de los recursos pero eso no es lo que caracteriza los poderosos: es el hecho y la forma de ejercer poder con determinados recursos, para influir y persuadir, o con extorción, seducción, soborno o compra de voluntades para lograr que sus órdenes y disposiciones se cumplan. En la definición de Weber: controlar la probabilidad de que sus órdenes (o deseos) se lleven a cabo.

Los hay en muchos lugares: personas que descubrieron los mecanismos de poder en las relaciones formales e informales, mayormente (pero no necesariamente) contrarios o fuera de la ley. O utilizan las leyes con habilidad para engañar y salirse con la suya, sobre la base de que la ley es más valedera que la justicia, la ética y la verdad. Son esos, no necesariamente los ricos ni las autoridades, quienes ejercen el control del destino del país. Son como los demonios, seres que no actúan a la luz pública. O lo hacen teatralmente, farsantes ocultando su verdadera personalidad, identidad, asociados e  intereses. Por causa de nuestra ignorancia, indiferencia y pasividad, ellos son los verdaderos dueños y actores del acontecer nacional. Señoras y señores: Con ustedes… ¡Los poderosos!

(Aplausos, por favor).

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