POR MANUEL EDUARDO SOTO
José Luis Rodríguez, “El Puma”, ha combinado desde que alcanzó la fama internacional el arte con la política, llegando incluso a especularse sobre sus aspiraciones presidenciales en su nativa Venezuela.

Era infaltable alguna referencia política en las entrevistas que acostumbraba ofrecer en sus años de gloria, ocasiones que aprovechaba para expresar su filosofía para mejorar la situación tanto de sus compatriotas como del resto de América Latina. Muchos incluso llegaron a compararlo con El Libertador, Simón Bolívar, por sus deseos de tener un continente unido para resolver en bloque los problemas regionales.

Pero en enero de 1990, el apuesto galán de telenovelas e intérprete de éxitos como “Pavo real” y “Silencio” tuvo una singular oportunidad de demostrar el poder de que gozaba en Venezuela. Había ido a Madrid a participar en una fiesta que organizó la línea aérea Viasa para el sector turístico español.

Tuve la suerte de formar parte del grupo de invitados especiales que llevó el cantante caraqueño a esa bella ciudad, donde siempre hay muchas cosas que hacer, paralelamente al punto central de la visita, como comprar libros y discos, ver las películas de moda, y, cómo no, disfrutar a los sabrosos platos que ofrece su amplia gama de restaurantes.

Sin embargo, el día del regreso a Caracas –donde Viasa tenía su base– ocurrió un percance que por poco nos deja varados en la capital española. El encargado de los detalles del viaje, el peruano Héctor Gordillo (actualmente mánager del imitador Julio Sabala), guardó en su maletín los pasaportes de todo el grupo, junto con 3.000 dólares en efectivo que le entregó El Puma “para lo que se presentara en el trayecto”. Gordillo dejó el maletín en medio de los bultos de los músicos e invitados que descansaban en el vestíbulo del hotel a la espera de ser cargados en el autobús que nos llevaría al aeropuerto de Barajas.

Pero alguien vio cuando Gordillo guardaba el dinero en el maletín y ni corto ni perezoso lo sacó de entre el resto del equipaje sin que nadie se percatara de su presencia. Yo vi cuando el hombre se agachó para recogerlo, y pensé que era el chófer del autobús y que estaba comenzando a cargar las maletas para iniciar nuestra partida.

A los pocos minutos reapareció Gordillo y al no ver el maletín en el lugar donde lo había dejado, dio el grito en el cielo. El aviso al personal de seguridad del hotel fue en vano porque el desconocido ya había salido del hotel.

Y todos nos quedamos de una pieza. No teníamos nuestros pasaportes y sin ese documento básico ninguna línea aérea nos embarcaría. Esto significaba que nos esperaban incómodos trámites ante los consulados respectivos para poder salir de Madrid. Para los músicos –en su mayoría cubanos refugiados– el panorama se vislumbraba peor aún, ya que conseguir un documento de regreso a Estados Unidos iba a ser doblemente difícil.

Una hora más tarde, se recibió en el hotel una llamada de una dama que dijo que había hallado el maletín, pero sin los pasaportes ni el dinero, por supuesto. Sí estaban los documentos temporales de los cubanos, los que no tenían el mismo valor comercial que un pasaporte.

Ahí entró a actuar El Puma-político. Le pidió a sus anfitriones de Viasa que nos embarcaran sin documentación rumbo a Caracas, donde gracias a sus estrechos vínculos con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez iba a ser más fácil resolver la situación. Efectivamente, fue así. El personal de Inmigración del aeropuerto Simón Bolívar de la capital venezolana –que estaba informado del caso– nos permitió entrar al país sin problemas. Luego de gestionar los documentos en los consulados correspondientes, los amigos del artista pudimos regresar a Miami, donde un par de días después pudimos respirar tranquilos finalmente.

Claro que si el incidente se hubiese registrado ahora, José Luis posiblemente no habría podido hacer la gestión, ya que es enemigo declarado del presidente Hugo Chávez.

*El autor es periodista chileno.