“440 y la Fundación Mauricio Báez”

“440 y la Fundación Mauricio Báez”

Píndaro:  “Alóóó… ¿Quién tá al otro lado del bejuco?”.

Doñé:   ¡Soy yo… Nelly Manuel… de la Fundación Mauricio Báez!”.

Píndaro:  “¡Diantre, Doñé… cuántos siglos!”.

Doñé:  “¡Los muchachos de la fundación se alegrarán muchísimo si uno de estos días te dejas caer por aqu텔.

Píndaro: “ “¡Con mucho gusto!”.

Así se inicia una nueva aventura de Píndaro…

Doñé: “Ahhh… Píndaro… Trae contigo a Tomasito y a Doña Marola… Ellos tiene que ver hasta dónde hemos llegado en el Mauricio Báez…”.

Píndaro:  “Okayy… mañana mismo vamos pa’llá”.

Muy temprano al día siguiente, luego de un mangusito de guineítos verdes, con un par de huevos fritos y una tajadita de aguacate, los tres invitados abordan el Batipíndaro con Simón detrás del guía… Suben la Máximo Gómez y doblan a la derecha en la esquina de la Calle Mauricio Báez… Unas dos cuadras… y están frente a un complejo de edificios que los tres –y, de plano, ustedes lectores invitados- jamás hubiesen imaginado existiese en Villa Juana.

Doñé:  ¡Buenos días… esta es su casa!… Este es César… ella es Carolina… Son algunos de los que mueven este Centro Cultural”.

Con la boca abierta de par en par… a Tomasito por poco se le entra una mosca si no la cierra a tiempo…”.

Marola: “¿Y esta chulería?… Tres pisos… tantos libros y computadoras… ¿Y esta biblioteca en el primer piso con tantos niños?”.

César:  “¡Este es nuestro principal orgullo!… Es nuestra Biblioteca Infantil… Aquí se empieza a sembrar el intelecto en todos estos niños y en los que vengan de cualquier lado…”.

Tomasito: ¡Diantre!… ¡Me voy pa’l segundo piso!…¡Esto es imponente!

Cuando va a subir los escalones, ve a la derecha un elevador…

Tomasito: “¡Ahhh… Pero con ascensor y todo!… ¡Que bacano!

Al salir de él no puede creer lo que tiene ante sí… A ambos lados, un salón repleto de computadoras… Niños en un taller de pintura… Estantes con libros utilizados por jóvenes y adultos… ¡Un mundo lleno de emociones frente a él!… Así descubre también un muy organizado tercer nivel en la biblioteca.

En eso, a Marola se le acerca Doña Celia y la invita a visitar los centros de enseñanza de la Fundación… Allí la recibe una representación de los 882 estudiantes del liceo y de los 726 estudiantes de la Escuela Mauricio Báez… que, debidamente uniformados, inician el canto nacional… ¡Casi lloran de emoción!

Mientras, Píndaro es invitado avisitar las instalaciones del Club al cual ayudó en el 1976 como parte de “COMITECHO” al techado de la cancha de baloncesto.

Ya en medio de la acera, miró a su izquierda un vistoso letrero que dice “Dispensario Médico Fundación Mauricio Báez” …

César:  “Son 48 empleados que se entregan con el alma para preservar la salud en la zona… Ofrecen consultas y servicios de Geriatría, Medicina General, Pediatría, Dermatología, Cardiología, Sonografía y Odontología…”

En eso, Marola les pasa por el lado y entra al Club…

Marola: “¡Qué gimnasio más chulámbrico!… ¡Estas máquinas son modernísimas!

Asombrados, los demás admiran 1,250 cómodas butacas en el área general y unas 175 en el VIP… En eso, Tomasito entra al tabloncillo…

Tomasito: “¡Vengan a ver lo que he encontrado!… ¡440 está junto a la Fundación Mauricio Báez!…

Entre todos, todavía atónitos, se agarran de manos y vuelven a cruzar la calle, esta vez para espantarse más al verse frente a un moderno auditorio, cuyo número mágico de butacas es, precisamente… ¡440!

Todos:  “¡Esto es maravilloso!… ¡Tiene un escenario y equipos de sonido de última generación!… ¡Es un lujo que pocos clubes se pueden dar!… ¡Y 440 cómodas butacas –en honor a ese exitoso grupo musical- para dar vida a un auditorio excepcional y a una Fundación Mauricio Báez ejemplar!

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