“Aguas vivas”danza,
música y canciones

“Aguas vivas”danza, <BR>música y canciones

El ballet “Aguas Vivas” da nombre al espectáculo presentado en el fin de semana por el Ballet Nacional Dominicano en Bellas Artes, en el que  participa como invitado especial el Ballet Hispánico de Nueva York.

 El programa inicia con el ballet “Nube, Blanco”  de la coreógrafa Annabelle López Ochoa, interpretado por el Ballet Hispánico.  La pieza inspirada según la propia coreógrafa  en recuerdos de  infancia  es una verdadera sinfonía de movimientos expresados en diferentes lenguajes danzarios, donde la expresión corporal y hasta la palabra adquieren relevancia y se adhieren a un todo coherente en su diversidad.  La música utilizada, hermosas canciones del ayer en la emotiva  voz de María Dolores Pradera, motivan los diferentes momentos, algunos de evocación y añoranza, otros de  alegría o tristeza.  Pero  el énfasis, la impronta en “Nube, Blanco” es el ritmo que marca la creatividad desbordante de Annabelle López, y se decanta en los  sugerentes y continuos desplazamientos y formaciones de gran belleza.

Hay segmentos estupendos, sobresale por su novedad, aquel en que los bailarines con solo un pié calzado marcan el ritmo de la emotiva canción “Y ya”.

Este despliegue de inventiva,  la idea, solo puede ser expuesta por los bailarines, únicos capaces de proyectar en el espacio la creación danzaria, y cuando éstos poseen   nivel  técnico  y capacidad artística, la composición coreográfica se convierte en obra de arte, esto se ha producido gracias a los excelentes bailarines que  integran el Ballet Hispánico de Nueva York.

“A Deux” es un paso a dos impregnado de lirismo, en el que Annabelle López hace uso de hermosas y novedosas elevaciones que proyectan a la bailarina en un plano espacial. El excelente bailarín Luis Torres supedita su participación al lucimiento de la bailarina, ofreciendo un magnífico trabajo de “partenaire”.

Michelle Jiménez muestra sus magníficas condiciones, la belleza de sus extensiones coronadas por un magnífico empeine producen una  sensación  de vuelo. Como acotación, señalamos lo poco que le favorecía el traje utilizado por  Jiménez. El ballet “Aguas Vivas”, cierra la primera parte. En  esta pieza creada por Annabelle López  para el Ballet Nacional, la coreógrafa utiliza el mar como metáfora del movimiento y el agua como fuente de vida. El “collage” musical es propicio, cada fragmento se aviene a los diferentes motivos;  aquí como en sus anteriores ballets, su  capacidad para crear danza se manifiesta.  El mar en su constante vaivén no podía ser mejor fuente de inspiración, pero no sólo ese aspecto exterior, hay  en  las profundidades marinas una alegoría que utiliza para expresar las recónditas emociones del alma.

Los bailarines del  Ballet Nacional con  profesionalidad supieron expresar cada momento, cada individualidad brilla y con  plasticidad elocuente transmiten los elaborados  diseños coreográficos.

 El vestuario original de  Aviad Hermann es un punto a resaltar así como las luces que por momentos nos introducen en las ignotas regiones de la mar.

En la segunda parte el Ballet Hispánico recrea el “Club Havana”. Los diferentes ritmos antillanos, son, mambo, cha cha cha, bolero, rumba y conga, son reproducidos finamente con un estilismo a ultranza, por Pedro Ruiz para un gran  final.

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El espectáculo

Contó  con los auspicios de la Embajada de Estados Unidos, el Ministerio de Cultura y el Patronato Dominicano por la Danza. Tuvo tres funciones el pasado fin de semana en la sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes.

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