“Al principio, nos hacemos hábitos;
al final, nuestros hábitos nos hacen a nosostros”

“Al principio, nos hacemos hábitos;<BR>al final, nuestros hábitos nos hacen a nosostros”

Cuántas veces nos negamos la posibilidad de crecimiento, simplemente porque entendemos que no se ajusta a nuestro estilo de vida? A priori, respondemos que no tendremos tiempo, nos agobiamos de sólo pensar en aceptar una responsabilidad y nos quedamos en el mismo barco de rutinas y viejos hábitos, que probablemente no nos llevan a ninguna parte.

Si nos detuviéramos a analizar esas excusas que, auténticamente convencidos, decimos a los demás y a nosotros mismos, para no asumir un reto o involucrarnos en un nuevo proyecto, nos daremos cuenta que nuestros hábitos cotidianos han tomado control de nuestro tiempo y, en consecuencia, de nuestra vida. Ellos han marcado la pauta de lo que hacemos, muchas de las veces, de forma automática, posesionándose de la capacidad que tenemos de hacer ajustes, modificar, sustituir o sencillamente eliminar ciertas acciones cotidianas que si las evaluamos detenidamente, nada nos aportan y mucho nos restan. 

Pero también, esta reflexión nos encamina hacia el otro lado de la moneda, como para darnos cuenta del gran poder de los hábitos. Y, ¿qué es un hábito? Es aquella acción que tomamos como  necesaria en un momento y que repetimos de forma inconsciente por el resto de nuestras vidas. De esta forma se vuelve una costumbre, algo que  hacemos casi automáticamente, y si bien muchos de estos hábitos son buenos, saludables y necesarios, otros  no lo son en lo absoluto. Muchos de ellos pueden estar afectando nuestra salud fisica o emocional, otros nos restan tiempo sin aportar nada, y otros menos lesivos podrían ser sustituídos por otro mejor. Es clara la máxima que inicia esta reflexión y que afirma que “al final, los hábitos nos hacen a nosotros”, lo que quiere decir que conforman lo que somos frente a los demás. Y, ¿cómo somos? ¿Estamos contentos con nuestra vida? Muchas veces la respuesta es no, y en muchos casos, sabemos por qué. Conocemos de esos hábitos que nos hacen daño y sabemos que debemos desecharlos, pero nos quedamos estáticos porque nos domina la comodidad de lo conocido.

Incorporar nuevos hábitos a nuestra vida se hace necesario, porque la vida es como un rio que fluye sin cesar y aprende del camino y cuando encuentra un obstáculo, sabe sortearlo, pero nunca se detiene. Nosotros, por el contrario, nos detenemos y no se nos ocurre pensar en una salida, porque para ello se necesita valentía, iniciativa, decisión y constancia.  Lograr que una determinada acción se convierta en un hábito fructífero para nuestra vida, nos cuesta tiempo y esfuerzo y sobre todo, una gran dósis de disciplina.

Yo los convoco a incorporar nuevos hábitos, a desechar aquellos que claramente le perjudican y a iniciar el desarrollo de una disciplina espiritual que logre transformar sus rutinas en hábitos de gracia.

Hábitos como la lectura de la Palabra, el servicio a los demás, la meditación profunda, el espacio de silencio, la lectura de un buen libro, la convivencia familiar, la misericordia, el perdón constante, la sonrisa perenne, el saber escuchar, decir “te amo” sin porques, rechazar los chismes y juicios infundados, y muchos otros que se ajusten a sus rutinas individuales y que le aportarán, sin duda alguna, una vivencia más plena, más auténtica, más trascendente y más feliz.

En nuestra portada y entrevista central hacemos un justo reconocimiento a siete damas dedicadas al arte de la repostería: Miriam de Gautreaux, Benni Sued, Santia Arias, Hegla de Cheaz, Miriam de Caro, Rita Fermín y doña Minerva de Bonelli, verdaderas Artistas del Azúcar. Pero además, nuestras interesantes secciones y las actividades sociales más importantes de la quincena, completan el contenido de esta edición que sabemos será de su entera satisfacción.

Hasta la próxima y que Dios les bendiga.

Publicaciones Relacionadas