“Alrededor de la Línea”, dentro de la excelencia del Museo Bellapart

“Alrededor de la Línea”, dentro de la excelencia del Museo Bellapart

POR MARIANNE DE TOLENTINO
Del mismo modo que hay exposiciones de visita obligada, las hay -a menudo son las mismas- que, antes de ser analizadas, ameritan un comentario acerca de la institución que las presenta y/o del curador de la muestra. “Alrededor de la Línea” reúne esas tres condiciones.

El Museo Bellapart no solamente posee una colección permanente cuyo actual circuito museográfico nos parece inobjetable, sino un fondo de cuadros no exhibidos, que testimonian la calidad y la diversidad de las obras atesoradas. Si pudimos pensar que Jaime Colsón constituía la parte sobresaliente y cuantitativamente dominante, los últimos dos eventos presentados y anteriormente aquel sobre Eligio Pichardo, revelan que la colección se ha hecho con una mirada aguda y plural, que reserva otros deleites desconocidos.

En ese tenor, pasa con el Museo Bellapart lo que sucede con museos, públicos y privados de las grandes metrópolis, susceptibles de alimentar exposiciones temporales con sus propias reservas artísticas. Ahora bien, se trata también de una concepción altruista, que hace disfrutar a los demás lo paciente y apasionadamente reunido al filo de los años. En este caso, desde la década del 70.

Sin duda alguna, la extensión del local ha contribuido a ese avance. El Museo Bellapart dispone hoy de una superficie duplicada, que le permite montar exposiciones temporales, dejando la colección permanente en su lugar. Por otra parte, notamos a la vez investigación y creatividad en las exposiciones temporales –antológicas y retrospectivas, o temáticas, individuales o colectivas–, con la innovación de intercambios interinstitucionales, nacionales e internacionales. Paula Gómez, directora del Museo, demuestra su capacidad en la curaduría y la museografía, a la vez que establece un programa de animación. Así mismo la organización de talleres para niños coloca a la institución en un nuevo peldaño educativo. En cuanto a los catálogos, son impecables y constituyen un documento a consultar.

Dibujo y exposición

El título de la exposición, “Alrededor de la Línea”, está muy bien escogido,  pues el dibujo suele definirse como la sugerencia de formas en una superficie, por distintos medios, pero predominando la línea. Conocemos la vigencia secular del dibujo, a escala universal, pero hubo un fortalecimiento renovado desde la segunda mitad del siglo XX, cuando pasó la fiebre subversiva de las “vanguardias e ismos” sucesivos postergando el dibujo como tal. Entonces la categoría lineal recuperó su posición de expresión y permanencia, a la vez que se volvió más experimental Gerard Xuriguera, gran especialista francés del dibujo, que califica su evolución como “vértigos permanentes”.

Creemos que es una hermosa metáfora, que se aplica a la riqueza y al dinamismo del dibujo dominicano, una “escritura” ágil y variada, que no solamente funcionó como estudio preparatorio, sino como medio de expresión acabado y autónomo. Además, aun cuando un dibujo constituyó la fase inicial para una pintura –así en Eligio Pichardo–, casi siempre ha tenido su valor propio en técnica y conceptualización. “Alrededor de la Línea” lo expresa, a nivel de los precursores y los maestros, nacionales o “allegados” (Danilo de los Santos) de la modernidad.

Paula Gómez ha seleccionado trabajos consistentes, significativos, autosuficientes, que transmiten ese contacto privilegiado y directo de la mano con las herramientas y el soporte. La exposición nos hace ver hasta qué punto hay una carga sensible y sensual en la magia de la línea. Observamos al mismo tiempo algo trémulo, frágil en muchas de las obras, una huella insustituible, y pensamos en Clara Ledesma –mujer única en el conjunto-. Claro, hay sus excepciones con una figuración fuerte y enfatizada, con el encanto de un gesto que firma y afirma, como Eugenio Granell y ciertos desnudos de Colson.

La museografía es hermosa, aprovechando los muros perimetrales y paneles curvilíneos. Causa placer estético mirar los conjuntos de dibujos, sabiamente dispuestos y agrupados, sin que olvidemos la apertura de la exposición, con la ampliación de un  dibujo de Clara Ledesma, textos explicativos y una tipografía estilísticamente muy adecuada. Se siente el  alto profesionalismo de Paula Gómez.

La joven directora ha clasificado los dibujos en cinco secciones:  “Grafía del Cuerpo, figura humana, vestida o desnuda”; “Síntesis suprema, Sintaxis particulares:” “Imaginario personal, Mitos y Reminiscencias”; “Proceso de ejecución, Ensayo y Tanteo”; “Escenarios apropiados; morfología del lugar”. Esta clasificación, a la vez objetiva y subjetiva, simple y compleja, que solamente un(a) especialista podía llevar a cabo, distribuye las obras, dirigiendo tanto la distribución de los cuadros como el circuito del público. Ciertamente provoca la reflexión –¿y por qué no? la discusión-, ameritaría un estudio intrínseco que un breve artículo no puede hacer.

Dentro de ese ordenamiento, la curadora señala tres puntos fuertes: los dibujos de Jaime Colson, los inéditos de Gausachs, las enigmas de Eugenio Fernández Granell, que tampoco dejan de reflejar preferencias de la propia colección. Compartimos la opinión de Paula Gómez, cuando afirma: “Esta mirada sobre el dibujo es un caudal de infinitas lecturas sobre el valor de la línea, y de aquello que los artistas representan y transmiten a través de ella.”

Encantos especiales

Se nos invita pues a una multiplicidad de lecturas, y, en el curso de ellas. Según la receptividad personal, el espectador se siente particularmente atraido por algunas series y también por obras particulares.

Nuevamente estamos maravillados ante la virtuosidad del tratamientto y la volubilidad del estilo de Jaime Colson, que, mucho más que pintor, fue un dibujante maravilloso y apasionado por el cuerpo masculino. Aquí se nos ofrece una variedad deslumbrante de su lenguaje dibujístico, y descubrimos la fortaleza y el acabado de croquis de academia. Definitivamente Jaime Colson es el Primer Maestro del dibujo dominicano.

De Gausachs, lo que suscita un interés especial, es el carácter de escritura de su dibujo, de captación inmediata del medio ambiente, y sobre todo comprobar que, mucho antes de la llegada a Santo Domingo, él poseía una rara habilidad testimonial, aunque, sin dudas, el trópico le aportó la profundidad vital. En cuanto a Fernández Granell, su surrealismo mágico y orgánico, tan especial en morfologías vegetales y humanas, constituye un clímax en la exposición y provoca una curiosa fascinación.

Ahora bien, hay dibujos que, cada uno, son pequeñas obras maestras emocionantes, en sus contextos y períodos respectivos. Solamente podremos referirnos a algunos. Así la Mujer fallecida de Abelardo Rodríguez Urdaneta, que era un magnífico dibujante; el ambiente aldeano de George Hausdorf, tan característico de una época, o el trazo de Darío Suro, admirable retratista psicológico.

Hay obras que llaman especialmente la atención, porque ya se inscriben en la nueva imagen dominicana. Pensamos en Eligio Pichardo y su expresionismo desbocado, en la simbiosis de observación psicológica y social de Ramírez Conde, y por supuesto en los personajes de Domingo Liz, que aunan humor, poesía, ternura, con un tremendo dominio del medio y de los medios. Esas “luces” de la exposición, entre otras, permiten esperar que la extraordinaria colección del Museo Bellapart aumente su impresionante caudal de obras y talentos con dibujos de artistas contemporáneos, jóvenes y en su joven madurez, ciertamente los hay.

No nos cansamos de repetir que Juan José Bellapart es un ejemplo –en el sentido fuerte de la palabra- en el coleccionismo nacional. Esta exposición, que ameritaría una proyección internacional, situando el dibujo dominicano a un nivel que evidentemente se ignora, lo confirma una vez más. Las felicitaciones a Paula Gómez, su competencia y su dedicación, dando una nueva dimensión al Museo Bellapart, sobran.

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