“Aparentar” un rasgo cultural que se incrementa en la cotidianidad

“Aparentar” un rasgo cultural que se incrementa en la cotidianidad

La sociedad dominicana está permeada por la dualidad entre lo que se aparenta ser y lo que realmente ocurre en la realidad de las personas y de la sociedad en su conjunto.

La resistencia a la transparencia en nuestra cultura se hace presente en la realidad de muchas formas, una de ellas es la búsqueda de alternativas de aparentar para ocultar la realidad y la vida misma de las personas.

Este ocultamiento está vinculado a las situaciones de discriminación y represión que ha vivido la población dominicana durante largos períodos de tiempo y que han generado una conducta cultural de apariencia de un estatus social que no se corresponde con la realidad.

El hecho de que la gente trate de no parecer ser “negro” sino “indio” y por tanto utilizar recursos estéticos para ocultar su identidad racial convierte la búsqueda de un ocultamiento del pelo de origen afrocaribeño en una conducta bastante generalizada con el uso del desrizado, tanto en mujeres como en hombres.

Las oficinas públicas y privadas han establecido un “código de vestimenta” que se convierte en una norma socialmente discriminatoria, prohibiéndose la ropa que se adecua más a nuestro clima y nuestra realidad. Igualmente se prohíben los peinados que se aproximan a la negritud considerándose estos como rasgos que atentan contra “las buenas costumbres” cuando realmente lo que hacen es atentar contra la identidad y la transparencia de las personas.

Otro aspecto que muestra el incremento de la apariencia como una “demanda social” es el uso de las jeepetas. Las calles de las distintas ciudades del país están inundadas de jeepetas y vehículos de lujo y en muchos casos las personas que las poseen no cuentan con los recursos económicos necesarios para poseerlas. Las jeepetas se han convertido en una “moda” y muchas personas la mencionan como una “necesidad”. Aún cuando los combustibles aumentan su costo y la crisis económica del país hace sus estragos.

 La explicación cultural muestra que no hay contradicción, resulta que el status social que ofrece la jeepeta tiene mayor peso que el costo económico que implica poseerla. La jeepeta se ha convertido en el país en un símbolo de estatus social ofreciendo una imagen de “progreso” y de “bienestar económico” (muchas veces irreal) a su dueño y le abre las puertas a espacios sociales que así lo requieren.

Definitivamente en nuestra sociedad los estratos medios y altos están sumergidos en una espiral de consumo y de búsqueda de alternativas para “aparentar” que afectan notablemente su identidad y su transparencia social. Lo que refuerza la incoherencia y la falsedad en el modelaje social hacia las nuevas generaciones.

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