“Arrancá ‘e caballo y pará ‘e burro”

“Arrancá ‘e caballo y pará ‘e burro”

Los viejos de mi infancia, incluido mi padre, se referían así a quienes empiezan las cosas con mucho entusiasmo y alharaca para en poco tiempo dejarlo todo “a la bartola” (término que la Real Academia de la Lengua acoge tras sesudos debates como: “Despreocupándose, quedando libre de toda inquietud o preocupación”).

   Arrancar como brioso caballo e inmovilizarse como terco burro constituye un viejo mal que parece haberse encariñado tanto con nosotros, los dominicanos, que no está a la vista –aún con telescopio- una corrección del mal hábito. Cada vez que se habla de “medidas”, de que se tomaron medidas o se tomarán medidas, o aún peor, que se está creando una comisión (¡qué miedo!) para tomar medidas, me inundo de tristeza. Lo primero es que quienes tienen como parte de su oficio tomar medidas, lo hacen mal. ¿Cuántas veces no ha venido a nuestra casa el carpintero o ebanista a tomar medidas que anota en un cuaderno, y resulta que cuando retorna con el trabajo realizado, la obra está muy ancha o muy estrecha. Así los sastres y hasta los grandes emporios de ropa “Pret-a-porter”. Ropa que trae la misma medida, es más estrecha en cierta marca y más ancha en otra, aunque especifique igual número de centímetros y pulgadas. No hace mucho que un carpintero nos explicó simplemente que “su cinta métrica” marca diferentes centímetros y pulgadas que la que tenemos en casa. Así de simple.

   Me temo que eso les está sucediendo a las autoridades de diverso nivel.

    No miden bien, y eso se expande.

    Es que lo que importa no es empezar. Es seguir. Es continuar hasta completar y solidificar lo que se inició.

    Muchas cosas andan mal en nuestro país y apreciamos que la actitud general es la de poner remiendos mal cosidos.

    Ciertamente es importante empezar y no menos cierto es aquello de que “se hace camino al andar”, pero se trata de empezar y continuar, de comenzar a caminar y seguir caminando. A cualquiera puede ocurrírsele la secuencia de cuatro notas que inician la Quinta Sinfonía de Beethoven: Ta, ta, ta, Táa, pero,    ¿y después? ¿Cómo seguir hasta edificar una obra maestra?

   He aquí el problema. Las dificultades no están en el inicio sino en la persistencia creativa, hábil seguidora del arduo camino ascendente que conduce  hacia el éxito.

   Me temo que nos estamos convirtiendo –por lo menos aquí- en “empezadores”.

   No hace mucho que supe de la remodelización del Hospital Padre Billini. Ahora se trabaja en la corrección de faltas. Se inauguran pedazos de obras “empezadas” pero no terminadas, ni dotadas de recursos para su buen mantenimiento. Pienso en el Palacio de Bellas Artes, realmente el único Palacio fuera del Palacio Nacional (los otros son  meramente edificios amplios) y me maravillo del esplendor original  que le ha devuelto el Gobierno actual. Pero, me pregunto, ¿estará previsto un presupuesto para mantenimiento o, en pocos años volverá a ser un triste lugar abandonado? ¿Un museo de recuerdos para quienes vivimos sus glorias?

No es empezar. Es mantener.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas