“Ay ‘ombe… ¡qué cará!”

“Ay ‘ombe… ¡qué cará!”

Es que uno anda saltando entre la  punzante angustia y el impotente cansancio. ¡Presenciamos tantos dislates y escuchamos o leemos tantas mentiras!

Sí. Se pueden realizar denuncias públicas, pero no se les hace caso; y si se insiste, confiando en aquello de que la persistente caída de una gota de agua en una roca puede llegar a penetrarla, entonces se forma una apática capa de desinterés ante la convicción de que   las reiteraciones no resultan necesariamente exitosas, aunque así lo entendiera el astuto Ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, quien afirmaba que la insistente repetición de una mentira la convertía en una verdad.

Olvidaba, o pretendía creer, que su éxito como jefe de propaganda del Partido Nazi, se debía a esas técnicas de mentiras reiteradas.

No.

Se debía a situaciones nacionales verdaderas, en las cuales la Alemania débil y resentida que encontró Hitler, se apoyó en las seguridades de monumentales éxitos que creaba Goebbels quien, al perder la guerra, se suicidó al día siguiente que su líder.

Su éxito no estaba en la repetición de la mentira sino en la proyección de una fuerte luz de esperanza plausible, en una certidumbre de aplastantes triunfos y gloriosos  poderíos universales.

El presidente Leonel Fernández  se ha levantado como un líder sorprendente. No sólo se debe a sus cualidades.

 Es cuestión de destino. Ya  Henry Ford, el industrial de Michigan que creó la mayor fábrica de automóviles del mundo a inicios del siglo XX, refiere en su “Vida de Edison”  (quien es una de las más fecundas figuras en la historia de la innovación tecnológica) que Edison afirmaba lo siguiente: “Yo creo que el hombre entra a este mundo con experiencias acumuladas que encauzan su espíritu hacia una especie de camino ya trazado”.

También lo creo. Pero cada uno tiene la libertad de recorrer a su manera ese camino ya trazado. Lamentablemente.

Así andamos tropezando, entendiendo las cosas cuando ya es tarde y creyéndonos más sabios y astutos de lo que en verdad somos, por bien dotados que estemos.

Creo que el momento político ha dejado solo a Fernández como un líder que se ha expandido al área continental, además de la República Dominicana.

¿Astuto y capacitado? Sí. Pero ya querríamos que cuide el juicio de la historia, porque él podría alcanzar un punto máximo si logra un ordenamiento y respeto a las leyes y, por tanto, a la Constitución de la República que –por cierto- no fue Balaguer quien acuñó la frase de que no es más “un pedazo de papel”. Fueron los franceses en otro momento de su historia.

A lo que le temo es a la creciente presencia del flojo y blando concepto aceptante reflejado en el “Ay ‘hombe,  ¡qué cará!”, y que fortalezcamos la indolencia patriótica, la insensibilidad ante las injusticias, la habituación al abuso de autoridades policiales, militares y de poderío civil que hace crecer la desobediencia.

No es que piense que el Gobierno puede ser cabalmente transparente. Ninguno lo es, pero ¡hombre! porque tengamos primacías como primer asentamiento europeo en el desconocido continente americano, no implica que lleguemos a ocupar el primer lugar como país desordenado y caótico. 

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