“¡¡¡Azarosos!!!

“¡¡¡Azarosos!!!

Nueve años de edad… ¡Un carajito!… ¡¡¡Pero me gustaba jugar pelota en la calle… cuando se podía y te dejaban!!!

Así cabila sus pensamientos del pasado -no muy lejano en el tiempo- Wilito, el amigo de Píndaro…

Tenía sólo 10 años y cursaba el octavo curso de intermedia en La Salle de Santiago… Todas las tardes acostumbraba ir a la calle Luperón, entre la Restauración y la Beller a jugar pelota… ¡¡¡a mano pelá!!! –como se enorgullecía el grupo-… Usaban pelotas de goma y un bate de madera que les fue regalado por ‘Motor’, el profesor de deportes del colegio… Los vecinos del vecindario de tres cuadras a la redonda eran felices, pues alguno de los “peloteros” eran sus hijos y preferían tenerlos cerca… no fuera a ser cosa de que un cepillito del SIM cargara con uno de ellos…

Así se estaba viviendo al final de la Era Gloriosa que, hoy, algunos quieren y pretenden revivir con dinero a recuperar de la sangre del pueblo…

Una tarde de esas, mientras todo el grupo se divertía en lo que era el ejercicio y la práctica de pelota del día, en medio del juego y con dos en base Willito –que estaba bateando en un home plate pintado con carbón y tiza- alcanza a ver doblar hacia ellos una “Perrera” –vehículo station Chevrolet pintado de gris… sin puertas atrás y con sólo dos tubos verticales para los calieses sostenerse, mientras divisaban a sus futuros presos…- y… de pronto, grita: ¡¡¡A juirrrrrrrr!!!… ¡¡¡Sálvese quien pueda!!! –lo que significaba espantar la mula, o salir huyendo a toda velocidad antes de que le echaran mano y lo tiraran en aquella funesta camioneta gris-.

Pasaron sólo unos minutos para que todos ‘dejaran el blanco’… Los únicos testigos eran las marcas del home y las bases marcadas en la calle… Los calieses no tuvieron éxito… pero, volverían a seguir buscando sus presas…

Al día siguiente, ya un viernes por la tarde, luego de salir de la segunda tanda de clases a las cuatro de la tarde, un grupo de los muchachos, entre los que se encontraba Miguelito Revolución –llamado así por lo inquieto y su abierta opinión contraria al régimen de la época- se reunieron  en la esquina de la calle Cuba con Restauración… Contaban historietas y las últimas aventuras del Llanero Solitario que acababan de ver en el canal 4 –que era el único que se veía en Santiago, en blanco y negro por supuesto…

De pronto, un cepillito negro los sorprende…. Salen disparados y corren en distintas direcciones… uno de los calieses le echa mano a uno de ellos… le da un macanazo y lo arrastra hasta el sillón trasero del vehículo… Los vecinos que presenciaban la escena desde las persianas de sus ventanas lo recuerdan en detalle… Palos por ahí… palos por allá, mientras arrancaban a toda prisa con el “revolucionario”…

Sólo unas semanas después volvió a su casa Miguelito… las marcas en su cuerpo fueron testigos de por vida del maltrato que sufrió de los calieses, por el simple hecho de no estar de acuerdo con la dictadura…

Unos meses después, el sátrapa cae abatido por unos jóvenes que reivindicaban el honor de todo un pueblo que no aceptaba ya tanta vagabundería y robo…

Justo en la misma esquina de Cuba con Restauración –recuerda Wilito- donde se reunían ellos, había un edificio de dos plantas, construido en madera, en el que funcionaba la Intendencia de Escuelas… unos meses después una enardecida turba se lanzaba a las calles a celebrar la desaparición del perínclito de San Cristóbal y, como si quisiesen recuperar el tiempo perdido, empezaron a saquear el edificio. Entraron y sacaron todo los escritorios… cargaban con las piezas de ellos como si fueran manos de plátanos… Subieron hasta el segundo piso y, una vez en él, empezaron a tirar desde el balcón todo lo que encontraron…

La gran sorpresa para todos fue, ver cómo caían sendos archivos de metal y, al dar sus esquinas contra la calle, se abrían de par en par… ¡¡¡Sorpresa!!! De ellos empezaron a brotar paquetes de dinero que se regaban por doquier… mientras las masas se peleaban por agarrar siquiera uno de ellos…

Era, como si con cada una de estas acciones, el pueblo se sintiera que arrancaba de los azarosos esbirros de la tiranía, parte de las vagabunderías que se cometieron contra ellos…. Las actuales generaciones deben estar claras que es Imposible que vuelvan… ¡Ni en intento!

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